Cinco años sin Lehman Brothers, cinco grandes promesas de la banca sin cumplir
Lehman Brothers ha quebrado. Esta noticia corrió como la pólvora en la noche entre el 14 y 15 de septiembre de 2008 por todo el planeta. Se trataba de uno de los bancos de inversión más importantes y, tal vez, el que mayores interconexiones con otras entidades tenía. La decisión del Gobierno de George Bush, en plena campaña electoral contra Barack Obama, de dejar caer la entidad tenía una intención ejemplarizante. “Aquí los contribuyentes no van a pagar más los excesos de la banca”. Un mensaje directo a Wall Street tras la mala prensa que había generado la concesión de ayudas a Bearns Stearns y Merrill Lynch, entre otros.
Apenas necesitaron unas horas para darse cuenta de la magnitud de su error. El tiempo que la onda expansiva financiera tardó en llevarse por delante a la mayor aseguradora del mundo, AIG y la principal caja de ahorros estadounidense Washington Mutual. El Estado salió a su rescate. Tras ellas, y como si fueran fichas de dominó, vendría la gran mayoría de los bancos estadounidenses y europeos. Una partida maldita que todavía se sigue jugando hoy, cinco años después, en lugares como España donde la reestructuración del sistema financiero y el rescate de bancos siguen sin terminarse.
Evitar que eso volviera a ocurrir fue el principal objetivo desde el crash de 2008crash. El que llevó a los principales gobernantes del planeta a reunirse en un G20 que se celebró en Washington apenas un mes después de la catástrofe y en la gran cumbre de abril en Londres que continúo luego en septiembre en Pittsburgh. Fue allí donde comenzaron las promesas. La primera, reformar los mercados. El resto llegaría en posteriores citas: no más bancos débiles. Se acotó la lista de bancos demasiado grandes para caer, que estarían bajo vigilancia extrema. Máximo control para el mercado de productos financieros derivados de alto riesgo. Lucha para erradicar los paraísos fiscales. Lección correctora para las 'inconscientes' agencias de rating.
Cinco años después, se ha comprobado que esos propósitos de enmienda están teniendo la misma consistencia que las promesas de los amores de verano al caer el mes de septiembre. Estas fueron las principales iniciativas y sus mediocres resultados.
1. Reforzar la salud financiera de los bancos.
Es, sin duda, la promesa en la que más se ha avanzado. “En este sentido las cosas se están haciendo bien. Se ha exigido mucho más capital a los bancos, se está controlando la liquidez, se hacen test de estrés para controlarlos... Pero transformar el sistema financiero no es fácil. Se necesita tiempo”, asegura David Cano, director del servicio de estudios de AFI.
El origen de estas reformas estuvo en la aprobación en EEUU de la Ley Dodd-Frank, un amplio conjunto de normas, que pretendía sentar las bases de un sistema financiero más controlado, con más protección del pequeño inversor, con la separación de las actividades de banca minorista de las de banca de inversión. Cinco años después, su avance es muy lento, y sólo funciona el 40%. Pero lo más grave es que ya se está cuestionando su efectividad y son cada día más los expertos que piden una relajación de las mismas. ¿El motivo? Como suele ocurrir en economía, lo que es bueno para una cosa no siempre lo es para otra.
“Algo en esta regulación no funciona. No tiene ningún sentido que de cada 10 empresas que quiebran en 2013, las diez lo hacen por falta de liquidez y no porque sus negocios vayan mal”, advierte Manuel Romera, director del sector financiero del IE Business School. Lo que ocurre es que los bancos se han atrincherado en el cumplimiento de estos nuevos requerimientos de capital y han cerrado el grifo del crédito, ahogando la economía real. ¿Las razones? “Nos hemos dado cuenta de que bancos sin riesgo y crecimiento económico son dos objetivos incompatibles”, asegura Cano.
Mientras, los más veteranos de Wall Street sostiene que habría que ser incluso más duros, ya que los bancos son demasiado grandes, están demasiado endeudados e interconectados, por lo que los riesgos anteriores a Lehman todavía persisten. Así que el enfrentamiento está sobre la mesa. ¿Seguirá la regulación financiera adelante o se sacrificará en aras del deseado crecimiento económico? ¿Quién pagará los excesos en el futuro, los accionistas (bail-in) o de nuevo los contribuyentes (bail-out)? “Como siempre en economía, se tratará de buscar el equilibrio, un término medio”, asegura Romera.
2. Evitar bancos demasiado grandes para caer.
Una de las frases que más resonó entre los rescoldos de Lehman Brothers fue: “Too big to fail” (Demasiado grandes para quebrar). Se refería a esas entidades financieras que era tan grandes que ni siquiera los estados podían rescatar y que desde entonces se está sometiendo a un control máximo. Al menos ese era uno de los objetivos de la regla Volcker propuesta por Barack Obama en 2010. Eso en teoría, claro, puesto que tras la quiebra de numerosas pequeñas entidades, la realidad en España y en todo el mundo es que los bancos que han sobrevivido a Lehman son hoy incluso más grandes que hace cinco años y la legislación Volcker que proponía su redimensionamiento todavía no es más que una inmensa montaña de folios.
“En realidad hablar de bancos demasiado grandes para caer es un engaño. Lo que hay que atacar no es el tamaño, es la toma de decisiones y cómo actúan los que están a la cabeza de los bancos”, explica Javier Flores, director del servicio de estudios de Asinver. “No puede ser que quienes están al frente de un banco sepan que hagan lo que hagan y tomen los riesgos que tomen eso no va a tener consecuencias porque siempre estará detrás un Estado que los rescate. Eso es lo que hay que cambiar, que asuman sus errores y sus riegos”, insiste.
El reto no parece fácil, porque esos bancos además de grandes son muy poderosos. Según un estudio de la profesora Kimberly Krawiec, de la Universidad de Duke, citado por la agencia Bloomberg, los lobbys de la banca organizaron más de 700 reuniones y enviaron más de 18.000 cartas para frenar en EEUU la reactivación de la Ley Dodd-Frank y la regla Volker. Un esfuerzo que no ha sido en vano ya que la legislación sigue sin aprobarse.
3. Más control al mercado de derivados.
Complicados productos financieros enmascarados en derivados cuyo funcionamiento apenas conocían unos pocos. Bancos que jugaban al casino bursátil con el capital de sus clientes sin autorización de estos. Inversiones de altísimo riesgo. Tras el crash de Lehman, los mandatarios mundiales prometieron acabar con lo que se llamó la Economía de Casino. Cinco años después, los excesos continúan. “Se culpa al mercado de derivados. Pero la culpa está en cómo se utiliza. Sólo una de cada 10 operaciones que se hacen en este mercado es para cubrir riesgos de una transacción real. Las nueve restantes son especulación pura y dura”, explica el profesor Romera.
Esto podría acabar si la regulación prohibiera que estos productos se puedan liquidar sin tener el producto real con el que se está comerciando: ya sea petróleo, zumo de naranja, o incluso hipotecas. “Pensar que eso vaya a ser así es utópico. Ni siquiera existe un regulador con capacidad supranacional para poder hacerlo”, dice Romera. Y los grandes bancos siguen apostando por el riesgo, aunque a veces pierdan como le ocurrió el año pasado a JP Morgan que tuvo que anunciar 6.200 millones de dólares en pérdidas por apuestas demasiado arriesgadas en el mercado de derivados.
4. Acabar con el excesivo poder de las agencias de rating.
Que las agencias de rating calificaban a Lehman Brothers como una entidad de alta solvencia hasta el momento en que se declaró su quiebra se ha convertido casi en leyenda urbana. Este fue solo uno de sus clamorosos errores durante los años de la burbuja. Moody's, Standard & Poor's y Fitch fueron señaladas como culpables por no verificar adecuadamente los riesgos del sistema e incluso, de haber ayudado a la gran banca a provocarlos.
En todas las reuniones internacionales se llevan un tirón de orejas y se promete que van a evitar que los errores continúen. Lo cierto, es que cinco años después el poder de las tres grandes sigue tan intocable como en septiembre de 2008. Los bancos centrales siguen exigiendo sus calificaciones para autorizar las operaciones financieras internacionales y el anunciado esfuerzo de la Unión Europa de crear una agencia europea que sirva de contrapeso al dominio norteamericano no parece pasar del papel a la realidad.
5. El final de los paraísos fiscales.
El otro gran cuento de la lechera de estos últimos años ha sido la lucha contra los paraísos fiscales. Eso sí, como ocurre con las agencias de rating, el tema suele salir en la lista de los deberes de cada una de las grandes reuniones financieras internacionales. Pero, a pesar de los titulares, la realidad es que apenas se está luchando contra ellos. “Lo único que se hace es pedir que informen de sus actividades. No se les demandan cambios en sus laxas legislaciones fiscales, ni siquiera se exige una comunicación fluida, sino a requerimiento del país interesado”, explica el profesor Romera.
Gracias a ellos, se está desarrollando un fantasma que cada día da más miedo a los expertos internacionales: la llamada banca en la sombra. Es decir, las actividades que las entidades financieras hacen en los mercados de derivados, principalmente, y que canalizan a través de los paraísos fiscales. La opacidad de esas actividades está comenzando a originar tanto miedo que algunos apuntan que puede ser la siguiente burbuja, como explicaba hace unos meses en eldiario.es Susan George, presidenta de Honor de Attac Internacional, al hablar del riesgo de un próximo Lehman Brothers.
Los expertos consultados, tanto David Cano, como Manuel Romera o Javier Flores, lo descartan. “No hay ningún banco este momento con tanto riesgo como tenía Lehman”, sentencia Cano.
Mucho más escéptico se muestra el profesor de Economía Aplicada de Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de Justicia y Pau, Arcadi Oliveres. “Lo único para lo que ha servido Lehman ha sido para generar miedo. No se ha reformado el sistema en nada, apenas hay unos parches. Pero todo llegará. Cuando las cosas vayan a peor, que irán, no quedará más remedio que armar una nueva economía”, advierte.