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El caso de Gowex despierta nuevas dudas sobre la bolsa española para pymes

Momento en el que Gowex saltó a cotizar en el Mercado Alternativo Bursátil

Pilar Blázquez

Lleva cinco años en funcionamiento, pero muchos han conocido esta semana el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) la bolsa de las pymes españolas. Ha saltado a la palestra después de que la que parecía más brillante de sus empresas, Gowex, que este domingo ha presentado concurso de acreedores tras admitir que sus cuentas eran falsas, sufriese un brutal ataque contra su imagen que le hizo perder casi 900 millones de euros de valor bursátil en apenas 48 horas.

El golpe contra el MAB no ha podido ser más doloroso. Afecta a su niña bonita y llega en el momento en el que este mercado estaba dejando atrás las reticencias que le han acompañado desde su estreno: falta de profesionalización de las empresas, escasa transparencia, planes de negocio demasiado optimistas.

También llega cuando un buen puñado de empresas está dispuesta a estrenarse después de 48 meses en los que apenas dos, Ebbios en 2013 y NPG en 2014, se habían atrevido a hacerlo. Solo en esta última semana ha salido a cotizar una nueva pareja: la socimi Merkal Inmuebles y la empresa de software de reconocimiento facial Facephi, esta última con una revalorización en el primer día de un 110%.

El informe de Gotham contra Gowex se centra en todos esos puntos débiles que siempre se han criticado sobre el MAB. La falta de contundencia en la respuesta de la española acrecentó aún más la desconfianza, hasta confirmarse que la herida era profunda este domingo con la dimisión de su presidente y la petición del concurso. “No es el final de MAB, pero está claro que se ha pegado un tiro a la línea de flotación de este mercado que va a costar tiempo superar”, advierte Julio Veloso, socio de Broseta Abogados, una compañía que asesora empresas para saltar a este parqué. Para Martín de la Cruz, analista de Mabia, en cambio “la situación no debería ser muy distinta a lo que ocurre en la bolsa cuando hay problemas con Telefónica. Hay cierto contagio pero todo vuelve a su cauce”.

Los orígenes

Lo cierto es que la existencia del MAB no ha sido un camino de rosas. Comenzó a funcionar para las pymes españolas el 16 de julio de 2009, con la incorporación de Zinkia, la productora del famoso dibujo animado Pocoyó. Se lanzaba así uno de los primeros intentos españoles de poner en marcha canales de financiación alternativos a la banca.

Siguiendo los ejemplos de Francia (Alternex) y Reino Unido (AIM), Bolsas y Mercados españoles -la sociedad gestora de los parqués españoles- decidió apostar por una bolsa de pymes en la que cotizar fuese más barato que en el mercado continuo y los requerimientos de información, más laxos. Por ejemplo, la información financiera en el MAB se demanda semestralmente, y no trimestralmente como en el mercado continuo (el de las grandes).

Con estas premisas, algunos estudios, como el realizado por la Universidad de Alcalá, calculaban que en España había unas 5.000 pymes en condiciones de salir al MAB. Pero la realidad ha estado a años luz de esas estimaciones y a Pocoyó le han salido menos compañeros de los esperados.

En cinco años de vida, la bolsa de las pymes apenas tiene 23 miembros. Además, en el momento de escribir este reportaje, tres están suspendidas de negociación. Gowex, a la espera de que explique sus cuentas, Bodaclick y Zinkia, en concurso de acreedores desde febrero. Por el camino se han quedado otras dos, Grupo Nostrum y Negocio (editora del gratuito homónimo) que quebraron oficialmente a principios de 2014.

Por supuesto, el momento no era el idóneo. Entre 2010 y 2012, el ánimo de las empresas por salir al MAB no estuvo acompañado del apoyo de los inversores. Con una veintena de empresas cotizando, en 2012 el volumen negociado apenas superó los 51,3 millones de euros. En 2013, año en el que sólo una empresa se incorporó a cotizar, llegaron los inversores. El volumen de negocio se multiplicó un 443%. Y la tendencia sigue en alza durante 2014, con un crecimiento del 194% en el primer cuatrimestre del año, según los datos de la consultora Mabia.

Dos empresas protagonistas

Aun así, la actividad ha estado centrada en Gowex, que acumulaba hasta el lunes más del 50% de la capitalización del mercado, y en el fabricante de fibra de carbono Carbures, que aporta algo más del 21%. El otro 30% queda repartido entre 21 empresas.

La mayoría tiene tan poca actividad que excepto siete, que cotizan continuamente, en el resto solo se puede comprar y vender títulos en dos ocasiones al día, en lo que se denomina cotización en modalidad de fixing. Esto significa que un propietario de acciones de una empresa del MAB no siempre puede vender cuando quiere. Esta falta de liquidez es la razón por la que apenas los inversores institucionales se atreven a entrar.

Cabe recordar que la bolsa de las grandes, en concreto de las 35 mayores, el Ibex, está casi igual de polarizada. Entre Santander, Telefónica, BBVA, Inditex e Iberdrola hay un abismo con todas las demás. En realidad, solo esas cinco ya mueven el mercado y hacen que la bolsa se mueva al alza o a la baja.

El MAB tampoco ha podido cumplir el reto de convertirse en la alternativa financiera para las pymes. En el quinto aniversario del Mercado, su propietario Bolsas y Mercados, lanzó su balance. En ese periodo, las empresas del MAB consiguieron un total de 180 millones de euros, 87 millones en el momento de salir a bolsa y el resto en posteriores ampliaciones de capital. Haciendo una media entre empresas y años, cada una de las 22 que componía el MAB hasta ese momento habría conseguido 1,6 millones de euros de media al año. (suponiendo que todas llevaran los cinco años cotizando, que por supuesto no es así).

El dato no es para tirar cohetes. “El MAB no solo ha sido atractivo para captar dinero, también lo es como escaparate. Empresas desconocidas saltan a los medios de comunicación y eso les atrae también más negocio”, puntualiza Julio Veloso.

Bodaclick y Pocoyó también sucumbieron

Pero las historias de éxito que se vendieron los días previos al debut bursátil no siempre se han cumplido. Por un lado, están las dos empresas desaparecidas. Por otro, los muchos problemas que han tenido algunas de las más conocidas como Imaginariun, Zinkia, Bodaclick... Es cierto, que lo malo suena más que lo bueno y la mala fama se extiende injustamente. La realidad es que la vida en el MAB no da lugar a medias tintas: se triunfa o se sucumbe.

De las 23 compañías que lo componen (sin contar las nuevas incorporaciones de esta semana), la mitad acumula rentabilidad negativa desde que comenzó a cotizar. Eso sí, a la otra mitad le va estupendamente. Entre las que ganan, casi todas tienen una rentabilidad acumulada de más de tres dígitos y, hasta el lunes, brillaban con especial intensidad Gowex y Carbures con rendimientos que casi rozaban el 3.000% a finales del primer cuatrimestre de 2014.

“La acumulación de casos negativos, hay que reconocerlo, no es solo culpa de las empresas sino de los asesores registrados quienes por promover el mercado han incentivado la salida de algunas que no daban el perfil”, comenta Veloso.

Esto enlaza con otra de las críticas que Gotham hace a Gowex y que muchos analistas han hecho a las compañías del MAB: la falta de profesionalización. Salir a cotizar implica mucho más que pasar el platillo para pedir financiación. Hay que responder a unas obligaciones de información de las cuentas de la empresa y de los planes de negocio que no todas son capaces de cumplir. “Les está pasando a algunas, y es el caso de Gowex. Su crecimiento exponencial financiero no ha estado acompañado del mismo grado de profesionalización. De ser así, hace tiempo que debería haber dado el salto al mercado continuo, como lo va hacer ahora Carbures”, comenta Martín de la Cruz, analista de Mabia.

Las dudas sobre el cumplimiento de las obligaciones han llegado incluso a un grupo de inversores de Gowex a demandar a la compañía y al propio regulador ante la posible existencia de delitos societarios.

Solo el final del culebrón Gowex y el tiempo dirán si el MAB va a ser capaz de recuperar esa confianza. Y, como sus defensores argumentan, su escaso crecimiento ha sido culpa de la crisis. O, si son sus detractores los que aciertan, el problema es que en España no hay cultura financiera para que triunfe este mercado.

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