Noviembre se perfila como el mes clave para el rescate a España
La necesidad de socorrer financieramente a España es un mantra de la política comunitaria que ya dura casi más de dos años y, por lo pronto, no parece que se vaya a resolver en este mes de octubre. El calendario se interpone a las filtraciones interesadas que apuntaron a la posibilidad de que España solicitara el rescate este mismo fin de semana. El Gobierno, por boca de Luis de Guindos, y la propia Comisión desestimaron esta posibilidad de forma tajante el viernes, aunque desde el primer momento la opción resultó poco verosímil debido a las numerosas incógnitas pendientes.
La primera es la constitución y estructura del banco malo, una pieza clave en el entramado del rescate. Hasta que no se fije el precio con el que el banco malo comprará los activos tóxicos de la banca nacionalizada (el denominado precio de transferencia) no se puede iniciar el proceso de saneamiento de los bancos que desembocará en la formalización del rescate financiero con Bruselas. En un principio, estaba previsto dar a conocer estos detalles este mismo viernes, pero su retraso a lo largo del fin de semana hace materialmente imposible que se desencadene el efecto dominó necesario para que el Gobierno pida la ayuda completa.
Una vez que se conozca el precio de compra de los activos tóxicos, los bancos podrán aclarar sus necesidades definitivas de capital y cerrar así la solicitud de la línea de crédito concedida por Bruselas. Aunque los bancos disponen de hasta 100.000 millones de euros de las arcas comunitarias para sanearse, Economía espera pedir un montante muy inferior. Además, otras citas claves impiden la petición de rescate de forma inmediata. Este lunes 8 de octubre tiene lugar la reunión inaugural del mecanismo de rescate (ESM), y el Eurogrupo, dos fechas determinantes para terminar de discutir los pormenores del rescate a la banca y abrir la posibilidad del rescate total.
La siguiente cita en rojo en las agendas comunitarias es la cumbre de jefes de Estado el 18 y 19 de octubre, pero fuentes próximas a la negociación descartan que sea el propio Mariano Rajoy el que pida el rescate. Esa patata caliente se la reservan, en la mayoría de los casos, a los ministros de Finanzas y la próxima cita de Eurogrupo se situaría ya el 13 de noviembre. Retrasar lo que muchos consideran inevitable hasta esa fecha supondría superar los comicios vascos y gallegos, lo que le permitiría al Gobierno español tener el margen de maniobra suficiente para hacer los recortes pendientes que impongan desde Bruselas. El saneamiento a la banca ya se habría completado y habría sido supervisado incluso por la misión del FMI que visitará España entre el 15 y el 26 de octubre.
El único inconveniente para llegar hasta noviembre sin solicitar el rescate era la dificultad para hacer frente los vencimientos de deuda española en octubre, una prueba que se puede superar con la prima instalada poco por encima de los 440 puntos y con el buen resultado de la subasta que tuvo lugar esta misma semana.
De esta forma, desde el Gobierno esperan que en noviembre la presión se haya rebajado y una vez más España se libre de pasar a formar parte de la lista de países rescatados, algo que los inversores descartan. “Si el mercado creyera realmente que España no va a pedir el rescate, la prima se dispararía de nuevo. Precisamente se relaja porque los inversores dan por sentado que el rescate es inminente”, señalan fuentes del mercado.
Y, es que, a diferencia de los otros países rescatados (Irlanda, Grecia y Portugal), España e Italia son los niños malos a los que curso tras curso se les amenaza con repetir pero que en el último momento, con el atracón a estudiar de medianoche, se salvan de la quema. Muchos apuntan a que el tipo de estrategia política que gasta el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es la causa primera de esta dilatación en asumir la petición del rescate, pero no es exactamente así. Aunque es cierto que Rajoy es conocido por su técnica avestruz de no encarar ciertos problemas a la espera de que se resuelvan solos, son los vecinos europeos los que realmente están demorando el proceso.
Rescatar a España tiene una factura económica y política demasiado cara para Alemania, Finlandia, Holanda y Austria. El eje de la austeridad europea amenaza con el bochorno del rescate al Gobierno español con una calculada presión ya que la materialización de esta operación sería altamente perjudicial para sus intereses. Por eso en las negociaciones del fondo de rescate se dan, desde hace meses, un pasito pa’lante y dos pasitos pa’tras, dificultando el mecanismo para acceder a esta línea de financiación por parte de los países con problemas. La última filtración interesada a la agencia de noticias Reuters este mismo jueves apuntaba a que el nuevo fondo de rescate, el ESM, abriría la puerta a ayudar a los países mediante la cobertura de una parte importante de la emisión de su deuda pública. Así, un Estado, en este caso España, haría una emisión de bonos que estarían garantizados, pongamos en un 20%-30% por el ESM, de forma que el inversor en el bono tuviera un tercio de su dinero garantizado.
Esta posibilidad ya estaba contemplada en el mecanismo de rescate anterior (el EFSF) pero no se incluyó en el nuevo. Este método supone que el mecanismo de rescate se apalanca, esto es, que multiplica su capacidad de ayuda y solo tendría que desembolsar el dinero en caso de quiebra del estado rescatado. Sin embargo, la inclusión de esta posibilidad en el fondo de rescate que se estrena este mismo lunes se atascó en las negociaciones de verano, cayendo casi, casi, en el olvido. En las últimas semanas se ha repescado esta posibilidad, aunque todavía no se ha concretado hasta el punto de que se pudiera pedir el rescate en estos términos. Según las fuentes consultadas, el temor a que España incurra en un impago ha crecido tanto que el ESM tendría que garantizar al menos la mitad del bono para que la operación tuviera éxito.
En cualquier caso, esta es una de tantas posibilidades técnicas que podrían facilitar que España accediera al ESM y que el eje de la austeridad europea ha puesto trabas, dificultando la petición final de la ayuda. Algo similar sucedió antes del verano con la necesidad de que los países acreedores cedieran sus privilegios (cediendo su posición prioritaria ante los inversores) o con las ayudas para la banca.