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La filtración de documentos sobre el TTIP revela diferencias “irreconciliables” entre la UE y EEUU

Unas 2.000 personas se manifiestan en Bruselas contra el TTIP

Pablo García

Bruselas —

Una serie de documentos filtrados acerca de las negociaciones del tratado de libre comercio e inversión entre la Unión Europea y Estados Unidos, más conocido por sus siglas en inglés TTIP, revela diferencias “irreconciliables” entre ambas partes. Los informes pertenecen a la víspera de la 13ª ronda negociadora que tuvo lugar en Nueva York la semana pasada y pueden suponer la puntilla a un tratado que no iba bien encaminado: si bien las cuestiones donde las posiciones parecen más enfrentadas (cosméticos, protección medioambiental, organismos genéticamente modificados) no son las más complejas, la imposibilidad de lograr un acuerdo en estos puntos deja la negociación en evidencia. Sobre todo, teniendo en cuenta que los dos capítulos más espinosos, compras públicas y denominaciones de origen, ni siquiera han sido abordados.

La filtración, publicada por varias medios internacionales entre ellos The Guardian, procede de Greenpeace Holanda y refleja principalmente la impotencia de Washington por cambiar estándares a la baja allí donde la Unión Europea los mantiene más elevados (pruebas en laboratorio, por citar un caso). Por ejemplo, en los cosméticos “la visión de UE y la de Estados Unidos permanecen irreconciliables” porque las restricciones de la UE afectarán a las empresas norteamericanas.

Las diferencias entre los negociadores dan lugar a “continuas reticencias de Estados Unidos por comprometerse” en los cosméticos, prosigue el texto filtrado, debido a la prohibición europea de hacer test con animales. En los documentos que cuelga la Comisión Europea sobre su posición ante el TTIP se contemplaba la posibilidad de hacer pruebas con animales si previamente habían sido validadas por la OCDE. Pero en la mesa de negociación la postura de la UE ha resultado ser mucho más dura en el apartado de cosméticos.

Los cosméticos ya fueron objeto de debate en febrero del año pasado a raíz de una información de eldiario.es que apuntaba a que la Comisión estaba dispuesta a aceptar comerciar productos prohibidos en la UE a condición de que estuvieran etiquetados. Poco después la Comisión Europea –la institución que negocia el TTIP en nombre de la UE– daba marcha atrás y vetaba la entrada al millar largo de cosméticos autorizados en EEUU pero no en Europa.

También se habla de concesiones norteamericanas a la UE, como el apoyo que Washington está dando al nuevo sistema de arbitraje entre inversores y gobiernos, antaño conocido como ISDS y ahora ICS, por sus siglas en inglés. Este sistema que permite a empresas –sobre todo multinacionales– querellarse contra estados está tradicionalmente compuesto por árbitros que proceden del sector privado. Con el nuevo ICS la Comisión trata de dar un barniz público a tan opaco mecanismo, aunque los árbitros podrán seguir perteneciendo al sector privado y no serán jueces de carrera.

El ICS es una creación de la comisaria de Comercio Internacional, la sueca Cecilia Malmström, que ha sido respaldada por la Casa Blanca sin demasiado entusiasmo. A cambio, el equipo de Barack Obama quería rebajar los estándares medioambientales, apuntalados por la propia comisaria en un artículo que publicó en noviembre de 2015 para tranquilizar a los críticos con el TTIP. Aquí no hay tampoco acuerdo a la vista.

Igualmente, se menciona el intento de EEUU por enmendar otros capítulos, como el llamado “ciencia y riesgo”. La intención de Washington es que las compañías tengan más peso en las decisiones regulatorias. Concretamente en el capítulo de pesticidas, quiere que las disputas sean resueltas por la vía del Codex Alimentarius, que es una organización dependiente de la OMS dentro de la cual se da más poder a las grandes firmas que con las actuales normas comunitarias, según ha criticado Greenpeace Holanda en The Guardian.

Pero donde los negociadores chocan contra un muro es en el episodio de los organismos genéticamente modificados, comúnmente abreviados por sus siglas en inglés GMO. Según los documentos, EEUU quiere abrir una puerta a los alimentos modificados genéticamente en Europa.

“Un bajo nivel de presencia”, dice el texto, incluyendo productos que ahora están directamente prohibidos en la UE. La Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, del inglés) no está a dispuesta en este punto a ceder. La EFSA solo ha reconocido hasta ahora 58 productos adulterados a través de este sistema.

Se trata de diferencias técnicas de calado que complican mucho la “conclusión política” del TTIP que públicamente airea la Comisión Europea para finales de 2016 o principios de 2017, siempre durante la Administración Obama. Y llegan justo después de la visita del presidente estadounidense a Berlín, donde defendió el tratado delante de Angela Merkel.

Sea como fuere, el hueso duro de la negociación, si llega, serán las compras públicas. Desde los años 30 rige una ley en EEUU según la cual la industria norteamericana tiene prioridad en las grandes obras públicas lanzadas por el estado. Si en este punto no hay acuerdo, el TTIP puede no tener ninguna razón de ser.

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