32 horas: la batalla por trabajar menos en el paraíso alemán del empleo
Los acuerdos entre sindicatos y patronales alemanes determinan la duración de la jornada laboral en el país de la canciller Angela Merkel. Depende esencialmente del sector y del tipo de acuerdo que se aplica cuánto tiempo pasan en sus puestos de trabajo los alemanes. Lo más habitual, en cualquier caso, son los contratos de 40 horas semanales. Contra ese régimen, sin embargo, batalla desde hace décadas el sector sindical. En paralelo a esa lucha, buscan una oportunidad otras ideas para organizar la vida laboral. A la vanguardia de este tipo de iniciativas está Jutta Allmendinger.
Esta socióloga e investigadora del Centro de Ciencias Sociales de Berlín (WZB, por sus siglas alemanas) lleva una década planteando la necesidad de instaurar una semana laboral de 32 horas. “Una semana así es algo que defiendo porque, en la sociedad alemana, los hombres quieren trabajar menos y las mujeres quieren trabajar más, y este deseo hay que tomárselo en serio”, dice Allmendinger a eldiario.es. Entre sus argumentos a favor de esa duración también figura uno de salud pública. “Trabajar en exceso tiene efectos nocivos para la salud, esto es algo que sabemos, por eso una semana laboral de 32 horas también estaría realmente al servicio de los trabajadores”, abunda esta socióloga.
Allmendinger se ha mantenido en contacto durante años con no pocos responsables del Gobierno alemán, asesorando a más de un responsable en la cartera de Familia. Tiene una visión pragmática de la que se ha convertido en su causa. De ahí que subraye que, con una semana laboral de 32 horas, “la economía no se resentiría, no habría pérdidas, porque lo que habría sería un mejor reparto del trabajo”.
Actualmente, ese reparto no es igualitario. Por ejemplo, según apunta Allmendinger, “en Alemania los niños crecen sin contacto con el padre, porque éstos trabajan constantemente”. “Hay razones de igualdad de sexos, de orden familiar y de salud pública para pedir una semana de 32 horas laborales”, afirma esta socióloga.
Su dedicación a esa idea da cuenta de que, tras los brillantes datos macroeconómicos de Alemania, existen motivos para aspirar a otro modus vivendi. Según cifras recientes de la Agencia Federal para el Empleo (BA por sus siglas alemanas), el paro en Alemania representa apenas un 5,5% de la población activa. En Baviera, la rica e industrial región del sur germano, la proporción llega a ser inferior al 4%. En la zona euro, ese porcentaje era del 9,1% en septiembre. En ese grupo de países los hay como España, donde el nivel paro es tres veces superior al de Alemania.
Pese a los ya más que recurrentes anuncios de la BA sobre buenos números del mercado laboral germano, el Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW por sus siglas alemanas), planteaba en un estudio de hace dos veranos que, en Alemania, los hombres y mujeres con cargos de responsabilidad desean trabajar entre siete u ocho horas menos por semana.
Allmendinger, sin embargo, sostiene que “son pocas las mujeres en Alemania que pueden hacer carrera en su trabajo”, fundamentalmente porque trabajan menos. “Esto lo explica la regulación fiscal alemana, que permite a los matrimonios ahorrar mucho en impuestos, al calcularse lo que tienen que pagar o no en base a la suma de lo que ganan los dos miembros de la pareja”, explica la experta del WZB. Con este sistema, las mujeres suelen salir mal paradas. A menudo, son ellas las que trabajan menos. De ahí que corran peor suerte cuando hay separaciones. Tras un divorcio, ellas han cotizado menos, tienen peores perspectivas y pierden poder adquisitivo.
La iniciativa de Allmendinger sobre las 32 horas se parece mucho a la que lanzara la socialdemócrata Manuela Schwesig en sus días de Ministra para la Familia, Tercera Edad, Mujeres y Juventud. Schwesig dejó ese cargo en junio de este año. Poco antes de abandonar esa función, la responsable socialdemócrata había planteado la posibilidad de crear una semana laboral de entre 36 y 32 horas. La reducción se dirigía a los padres que acabaran de tener hijos y a padres solteros o separados. Esa idea surgió después de numerosos debates de Schwesig con Allmendinger.
Una cultura empresarial de otro tiempo
La idea de la ministra era permitir esa reducción de entre cuatro y ocho horas respecto de la semana de 40. Asumiendo una pérdida de poder adquisitivo por trabajar menos, según la propuesta de Schwesig, el Estado tendría que aportar 300 euros mensuales hasta que el recién nacido cumpliera dos años. Aquella era una propuesta para apoyar a que los padres se “ocupen conjunta e intensamente al mismo tiempo de los niños y del trabajo”.
Sin embargo, tras lanzar la idea en una entrevista con el popular diario Bild, Schwesig se dio cuenta de que la coalición entre conservadores y socialdemócratas que ha gobernado Alemania en los últimos cuatro años no tenía intención de ocuparse de esta cuestión. “Queda en Alemania todavía una fuerte cultura laboral que data de otro tiempo según la cual uno es más productivo cuanto más tiempo pase en el puesto de trabajo, ésto impide pensar cosas nuevas”, según Allmendinger.
Para los sindicatos alemanes, la legislatura que está a punto de comenzar promete dar lugar a un debate sobre la jornada laboral. Los resultados de las elecciones generales del pasado 24 de septiembre situarán en el Gobierno, salvo sorpresa, a conservadores de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera Merkel, los liberales del FDP y Los Verdes.
Reivindicación sindical
“Los empleados quieren horarios de trabajos adaptados a sus vidas”, avanzaba antes de la última cita con las urnas Jörg Hofmann, líder de IG-Metall. Éste es el mayor sindicato de Alemania, una organización de trabajadores de inspiración socialdemócrata.
En IG-Metall estudian plantear próximamente mejoras salariales, pero también tienen muy presente la cuestión temporal. Por eso piensan actualmente en reducciones notables en la semana de trabajo. Hablan de hacer posible que pueda quedar en 28 horas durante periodos de tiempo que no sean superiores a los dos años.
De una semana así deberían poder beneficiarse, según este sindicato, quienes lo necesiten por tener que ocuparse de los niños o de un familiar cercano dependiente. Desde Ver.di, la segunda mayor organización sindical germana, también indican a este periódico que “hay que buscar cómo satisfacer a los empleados”, lo que incluye “permitir trabajar más a quien lo deseé y menos a quien le convenga”.
Que la CDU y el FDP vayan a formar un Gobierno junto a ecologistas no invita al optimismo para quienes desean una jornada laboral que concilie mejor trabajo y vida familiar. Liberales y conservadores se han manifestado a favor de la “flexibilización” del tiempo que los empleados pasan en el trabajo. Esto lleva a temer que las semanas puedan superar las habituales 40 horas, instaurando como nueva norma las de 48. “La patronal quiere que se trabaje más de lo que se trabaja ahora”, reconoce a eldiario.es Norbert Reuter, portavoz del sindicato Ver.di.
“FDP y CDU han suscrito en sus programas electorales una 'flexibilización' del trabajo semanal. En concreto, esto podría significar que las 48 horas se conviertan en la norma”, subrayaba en este sentido la periodista y escritora feminista Meredith Haaf hace unos días en las páginas del diario progresista Süddeutsche Zeitung.
Amenazante horizonte de las 48 horas semanales
En los sindicatos los hay que temen algo peor. A saber, que las intenciones de la patronal alemana se hagan realidad y que se llegue a sobrepasar las 48 horas semanales que actualmente establece la ley. “Nosotros no vemos la necesidad de cambiar la ley sobre la jornada laboral. Ya existe mucha flexibilidad en esta materia”, dice a eldiario.es Ingrid Gier, portavoz de IG-Metall.
En Ver.di tienen una visión más combativa“. ”Nosotros nos planteamos oponernos masivamente contra una modificación de la ley que vaya más allá de eso, y lo haremos con huelgas para no dejar que eso ocurra“, avisa Reuter. ”La gente está protegida ante más de 48 horas de trabajo semanal porque se sabe que es malo para la salud“, justifica este sindicalista.
Allmendinger, por su parte, no se muestra alarmista. “Cambiar la ley actual es imposible”, zanja la experta, que está más preocupada por las consecuencias de la digitalización en la sociedad. “Estamos en un momento de cambio fundamental, y tenemos que repensar la política de Educación, Familia y el Trabajo. Eso es lo que espero que haga el próximo Gobierno”, concluye.