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La candidatura de Arturo Fernández a la Junta directiva de CEIM logra la mayoría de los votos
La candidatura del hasta ahora presidente de CEIM y de la Cámara de Comercio de Madrid Arturo Fernández a la Junta directiva de CEIM ha logrado la mayoría de los votos de los miembros que componen la Asamblea General de la Confederación.
Al filo de las 17.15 horas, con ocho de las diez mesas de votación escrutadas, Fernández ha comenzado a recibir felicitaciones de sus compañeros, a los que ha contestado diciendo: “He ganado por vosotros”.
Ahora se tiene que reunir la Junta Directiva de la Confederación, para escuchar la propuesta de Fernández a la reelección y proceder a la votación, que dará como resultado la reelección de Fernández como presidente de la CEIM.
La candidatura de Fernández a la Junta Directiva tiene más caras conocidas que la de su contrincante Hilario Alfaro con rostros como el de Luis Eduardo Cortés (Ifema), Enrique Cerezo (Fundación Club Atlético de Madrid), Lourdes Cavero la mujer de Ignacio González el presidente de la comuniad de Madrid y su hermana, Pilar Cavero (Cuatrecasas Goncalves Pereira), Enrique Cornejo, (Asociación de productores y Teatro de Madrid), Salvador Santos Campano (Asociación de empresas de pastelería artesana) o Guillermo Marcos (Unión de organizaciones, pymes y autónomos de Madrid).
La jornada electoral ha comenzado a las 9.00 horas de este lunes con un minuto de silencio al expresidente Adolfo Suárez y posteriormente, los 1.231 miembros que conforman la Asamblea General han comenzado a votar los 200 nombres de la nueva Junta Directiva, cuyo escrutinio ha finalizado sobre las 17.15 horas.
El candidato opositor, el primero desde hace 36 años, Hilario Alfaro, había pivotado su programa electoral en el distanciamiento del Partido Popular.
Fernández, un empresario de toda la vida
Fernández es el actual presidente de la confederación empresarial madrileña (CEIM) y un personaje de sobra conocido. Sobre él se han escrito ríos de tinta. Amigo del rey, amigo de Esperanza Aguirre con la que estudió en el mismo colegio (el Británico), concuñado de Gerardo Díaz Ferrán y amigo íntimo hasta que este ingresó en la cárcel. Lleva ya siete años al frente de la patronal madrileña desde que su otrora amigo Díaz Ferrán dejó el cargo para ascender a la dirección de CEOE. Fernández es también, por gracia de Gerardo, vicepresidente de la CEOE, cargo que le ha mantenido el nuevo presidente, Juan Rosell. Pero además, Fernández se ha extendido como una mancha de aceite y ocupa prácticamente todos los puestos con representación empresarial: desde la Cámara de Comercio, hasta una silla en el consejo de Administración de Bankia, por la que está imputado, pasando por AvalMadrid o Ifema.
Fernández lo ha sido todo en la comunidad regida por políticos que no son solo afines ideológicamente, sino también en lo personal. De sobra es conocida su buena razón con Aguirre que ha continuado con Ignacio González. Tan estrecha es su relación con González que su mujer, Lourdes Cavero, trabajaba hasta hace tres semanas en la dirección de CEIM codo con doco con el ahora candidato. Cavero dimitió hace escasas semanas. Hubo quién lo vio como una intención de la mujer de González de apartarse del escándalo del fraude de los cursos de formación, ya que la renuncia llegó escasos días antes de que empezaran las detenciones. Otros pensaron que era un guiño para distanciar a Fernández del poder político, ya que esa proximidad era la principal debilidad que su contrincante le echaba en cara.
Sus empresas arrastran múltiples problemas ya que ha tenido multas por pagos en negro. Preside la Cámara y además le sirve el cátering. Presta el servicio de Ifema del que también es directivo a través de la Cámara. Prácticamente ha fusionado las dos entidades en una, cuando ni los empresarios que las componen ni la financiación son la misma.
Muy polémica fue su declaración como imputado del Caso Bankia, en cuyo consejo de administración se sentaba por ser el presidente de la patronal. Fernández se zafó de cualquier responsabilidad audiencia que si la auditora (Deloitte) daba por buenas las cuentas, “no me las voy a leer”.