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“No estamos en condiciones de abordar una rebaja sustancial de impuestos”

Marta Garijo

“Los impuestos son el precio que pagamos por la civilización”. Con esta frase de Oliver Wendell Holmes, juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos, comienza Francisco de la Torre su libro “¿Hacienda somos todos?”. En las 285 páginas de este título, publicado por la editorial Debate, De la Torre desgrana los diferentes ángulos que afectan a las cargas tributarias. El relato recorre desde una foto al sistema actual en España, hasta las sombras de los paraísos fiscales o los posibles retoques que hacer para lograr una recaudación más eficiente. Una lectura realista e imprescindible para entender y afrontar la inminente reforma fiscal que el Ejecutivo está preparando.

De la Torre, inspector de Hacienda y anterior Portavoz de la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda, asegura que escribe este texto con el objetivo de aumentar la conciencia fiscal de los ciudadanos. “Los impuestos se pueden entender mejor o peor, pero se acaban pagando”, dice. “Aunque soy partidario de que España debería destinar más medios contra el fraude fiscal, lo que no es posible es un inspector de Hacienda detrás de cada contribuyente. O nos aproximamos a los niveles de conciencia fiscal de los países más avanzados o no nos aproximaremos a sus niveles de recaudación. Esto supondrá que nuestros niveles de bienestar disminuirán”, explica al hablar sobre la importancia de la conciencia fiscal.

Pregunta: Una de las caras de la crisis es la fiscal. ¿Qué problemas tiene el sistema fiscal español?

Respuesta: Más que un sistema fiscal tenemos un conjunto deslavazado de impuestos. La falta de coherencia siempre acaba haciendo que se recaude menos de lo que debería. La otra de las razones es que venimos de una burbuja fiscal. Si en España se vendían 600.000 casas, evidentemente la recaudación que de los tributos de la actividad inmobiliaria era exagerada. Durante esta época de la burbuja hubo también un endeudamiento masivo de particulares, un consumo mayor en términos generales superior a nuestra capacidad productiva, las empresas tenían muchos beneficios internos que pagaban impuestos de sociedades… Cuando todo esto se viene abajo es muy difícil recuperar estos ingresos.

P: Queda todavía por aprobar la reforma fiscal. ¿Qué temas debería tocar y hacia donde debería dirigirse?

R: La reforma fiscal debería aumentar la coherencia del sistema de relaciones entre los impuestos. En segundo término debería aumentar las bases imponibles. Deberíamos intentar que los impuestos gravasen más cosas como requisito ineludible para no tener los tipos más altos. En tercer lugar, habría que cerrar agujeros y hacer más difícil el fraude. En cuarto término, pero es el tema menos importante, determinados tipos excesivos que lo único que crean son distorsiones deberían reducirse. La cuestión, como en todo, es de efectividad y no de poner tipos que nadie está dispuesto a pagar en la práctica.

Lo que debería evitar es la subida de tipos, particularmente de imposición directa porque ya tenemos los tipos más elevados tanto en cotizaciones sociales como IRPF. También debería evitar una rebaja generalizada de impuestos a la clase media porque el coste no lo podemos pagar y hay que cerrar la brecha del déficit. No podemos estar aumentando la deuda pública indefinidamente. Una cuestión fundamental en la reforma fiscal, y en cualquier otro tema es tratar a los ciudadanos como mayores de edad y decirles que no hay soluciones mágicas, que una rebaja de impuestos reduce la recaudación y esto no nos lo podemos permitir. Una rebaja sustancial de impuestos no estamos en condiciones de abordarla y eso debería quedar claro. Si hay que subir algún impuesto indirecto hay que hacerlo de una forma controlada y no de forma inesperada y muy elevada, que es lo que ocurrió con el IVA en 2012. Se puede hacer algún ajuste a la baja selectivo. Pero no tenemos margen para una rebaja masiva y habría que evitar continuar con una subida de tipos, que ya son esencialmente elevados.

P: Uno de los problemas recaudatorios que usted explica en el libro reside en el fraude. Al hablar del fraude tenemos la idea de grandes tramas, pero hay pequeños fraudes fiscales relativamente cotidianos.

R: En el fraude fiscal hay muchos niveles desde la factura falsa hasta las grandes multinacionales en paraísos fiscales. El fraude fiscales es el incumplimiento voluntario de las leyes fiscales para pagar menos impuestos. Esto ocurre en muchos niveles. Lo que uno observa es que muchas estrategias de fraude burdo han ido subiendo de categoría. Las facturas falsas que me encontraba cuando iba a perseguirlas en un barrio de Barcelona, pues al final te las encuentras en grandes empresas. Eso es un síntoma grave de un fraude fiscal a veces también ligado con la corrupción.

P: ¿Qué se puede hacer para perseguir el fraude? ¿Tiene Hacienda los medios necesarios?

R: Suficiente en términos absolutos seguramente no lo es nunca. La Agencia Tributaria española tiene menos medios que los principales países europeos. Eso significa que vamos a tener peores resultados, es decir, es muy difícil conseguir los mismos resultados que Alemania si por cada 5 euros que gastan los alemanes nosotros ponemos uno. Hay un problema de medios, pero hay también un problema de conciencia fiscal. Esto es muy importante. La medida fiscal más importante de todas es convencer a los españoles de que hay que pagar impuestos porque si no el sistema se viene abajo.

P: Las últimas elecciones las acabó ganando el PP presentando un programa en el que no se incluían subidas de impuestos a pesar de que la situación indicaba que iban a ocurrir. A pesar de lo poco realista del programa acabaron…

R: Ganó el Partido popular por mayoría absoluta. Y en el año 2008, el programa más agresivo fiscalmente, el que prometía mayores bajadas de impuestos era el del partido socialista y también fue el que ganó las elecciones. Hay que volver al realismo fiscal. Para equilibrar las cuentas del Estado, que es una cuestión básica porque no podemos dejar que la deuda pública siga subiendo indefinidamente, hay que actuar por las tres palancas que tenemos. La primera es la lucha contra el fraude. En segundo lugar hay una cuestión de que vamos a tener que tener impuestos altos durante bastante tiempo para reequilibrar las cuentas. En tercer término, también hay que tener en cuenta que vamos a tener que bajar el nivel de gasto. La situación fiscal no permite otra cosa. No ha sido una buena idea que los programas que se presentan a los ciudadanos no sean realistas. Esto ha perjudicado y lo ha hecho también en el sentido de que cuando finalmente se hicieron las subidas de impuestos en 2012 cuando había mucha gente que tenía en mente otra cosa. Esta subida por sorpresa, a salto de mata, que no se tiene interiorizada genera peores efectos desincentivadores en la actividad económica que una cuestión que se tiene planificada y prevista.

P: Estamos leyendo muchas noticias sobre cuentas en Suiza ¿Se puede hacer algo respecto a los paraísos fiscales desde un solo país o es necesario una coordinación internacional?

R: Una mejora sustancial exige desde luego un acuerdo internacional. Desde el punto de vista interno, lo que hay que hacer es emplear la máxima dureza cuando un defraudador utiliza unos medios que le permiten evadir completamente el control del estado. Si Estados Unidos amenaza con retirar la ficha bancaria a un banco porque consigue llevarse el dinero de sus clientes a un país con secreto bancario y además amenaza con meter a todos sus directivos en la cárcel, al final el banco acaba dándoles la información registrada y hay centenares de americanos que pasan a disposición de la justicia. Eso es disuasorio y en España hay algunas propuestas. Por poner un ejemplo de cosas que ya se han hecho, está el establecer una declaración de bienes en el exterior. Si usted no lo cumple, esto no va a prescribir y se va a enfrentar a unas sanciones durísimas es un primer paso en la dirección adecuada. De todas formas, habría que ser más duro. Por ejemplo, aquí falla el elemento de cierre del delito fiscal.

P: Si se aumentaran las penas del delito fiscal, ¿aumentaría su cumplimiento?

R: Creo que más que las penas sean más graves, el punto clave es la efectividad de las acciones. La amenaza de las penas pero que luego no se llegan a cumplir no es disuasorio. Lo que es disuasorio es que una pena, que no necesariamente tiene que ser muy severa, pero que uno tiene la seguridad de que va a ser ejecutada. El problema en España es que hay muy poca gente en prisión por delito fiscal y casi todos ellos son multidelincuentes, están en prisión por varios delitos. Es un planteamiento de que la sociedad no tenía claro que esto fuera tan grave. Pero si no se tiene claro, no debería haber un delito fiscal. Deberíamos sancionar al señor con dinero y se acabó. A esto se une que se tarda mucho en juzgar. A mí me citaron para un delito fiscal en primera instancia ocho años y medio después, pero hay compañeros que han sido citados diez años después. Esto no es disuasorio.

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