Cooperativas: una apuesta para huir de los vicios empresariales
“En ningún momento pensé que me ganaría la vida por mi cuenta, sin embargo ahora lo que no se me ocurriría es volver a trabajar para otros”. Lo dice Paloma, que con más de cincuenta años tiene a la espalda una carrera profesional dedicada al estudio de mercados que acabó en despido y que es, desde hace unos meses, cooperativista de una tienda de productos ecológicos en un mercado de Madrid. Como ella, casi 300.000 personas trabajan en unas de las 17.000 cooperativas de trabajo asociado que existen en España, una fórmula empresarial donde objetivos económicos y sociales van de la mano y que ha conseguido resistir a la crisis mejor que las fórmulas empresariales tradicionales.
Desde 2008 hasta ahora, el empleo cooperativo ha caído un 8%, mientras que el empleo total ha disminuido en un 15%. Es más, aunque en el último año el mercado laboral sigue destruyendo puestos de trabajo a un ritmo superior al 4%, la destrucción de empleo en las cooperativas prácticamente se ha estabilizado.
El presidente de la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (Coceta), Juan Antonio Pedreño, asegura que la fortaleza de las cooperativas radica “en el compromiso del grupo humano que forma parte de ellas”. “Los socios y las socias adoptan las medidas que consideran necesarias para mantener los puestos de trabajo, que es la tarea fundamental por la que sea crean las cooperativas. Si hay menos ingresos porque hay menos ventas, se reducen gastos, no despidiendo a gente sino bajando sueldos, si hace falta un 30%”, dice.
En las cooperativas de trabajo, la prioridad es el mantenimiento del empleo y la toma de decisión es horizontal: aunque pueden dotarse de órganos de dirección, es finalmente la asamblea de cooperativistas -cuyos votos tienen todos el mismo valor- quien toma las decisiones o delega su mandato en esos órganos. Por ley, una parte de los beneficios no puede repartirse, al contrario, de alguna forma tiene que revertir en el proyecto.
Tras el mostrador de su puesto en el Mercado de San Fernando, Paloma y Asun atienden a los clientes. Su cooperativa, 'La huerta de Sol', nació de la asamblea de desempleados de Sol, concretamente del grupo de autoempleo y cooperativas. Después de meses formándose, acudiendo a jornadas y escuchando a unos y a otros, un pequeño grupo se animó a poner el puesto. En total son nueve: cuatro socios trabajadores -todos mayores de 50 años procedentes del desempleo- y otros cinco cooperativistas.
“Es una solución emergente, una necesidad, no queda más remedio si quieres un trabajo. De momento nos da para cubrir los gastos. Las decisiones las tomamos en asamblea los trabajadores una vez a la semana, la cosa está difícil pero tengo fe en que superaremos las dificultades”, explica Asun, que admite que a veces necesitan mediadores para superar las dificultades que se les plantean en el día a día.
Según Coceta, el 80% de las personas que trabajan en cooperativas tienen un empleo estable, ya que son socios de la cooperativa. Además, las mujeres ocupan el 50% de los empleos y el 40% de los puestos de responsabilidad, “muy por encima del resto de las empresas”, dicen.
Para el presidente del Observatorio de la Economía Social, José Luis Monzón, hay varios factores que lo explican: “Su modelo de gobernanza, son empresas autogestionadas, y la política de pactos laborales entre los cooperativistas, que hacen que los ajustes se hagan principalmente congelando salarios o recortando jornadas, por ejemplo. No hay milagros, y es inevitable que sigan la tendencia general del mercado laboral, pero sí consiguen resistir mejor los embates de la crisis”.
“Lo que llega a la cooperativa se reparte, prima la persona y no el capital”, afirma Pablo Ascasíbar, uno de los miembros de Cooperama, la nueva unión de cooperativas de trabajo de Madrid. Ascasíbar señala la intercooperación entre cooperativas como otra de las claves de su resistencia.
El 85% de las nuevas cooperativas que se constituyen se forman en el País Vasco, Catalunya, Andalucía y Murcia. El País Vasco es la comunidad donde el movimiento cooperativo es más fuerte y cuenta con algunas de las cooperativas más conocidas y consolidadas. Es el caso del grupo Mondragón, que agrega a decenas de cooperativas -entre las que están algunas marcas conocidas, como Eroski y Fagor- y que emplea a más de 83.000 personas. Durante la crisis, el empleo cooperativo apenas ha sufrido variaciones en el País Vasco. En Murcia, las cooperativas de educación -más de ochenta- representan el 50% de la educación concertada de la región.
Una cooperativa dedicada al control de energía
En Barcelona y desde finales de 2008 funciona Cinergia, una cooperativa dedicada al control inteligente de energía. Su evolución ha sido imparable: comenzaron cuatro personas y ahora son quince; sus beneficios se han más que duplicado, si en 2009 facturaron cerca de 300.000 euros, el año pasado su facturación ascendió a 750.000 euros.
“Nos ha ido bien por nuestra situación en el sector, ser cooperativa no ha interferido en nuestra actividad. Lo que probablemente hubiera pasado si en lugar de cooperativa fuéramos una sociedad anónima es que quizá el dueño hubiera tomado decisiones que no hubiéramos compartido sobre como dirigir la actividad o el dinero”, señala Josep Rafecas, uno de los cooperativistas.
El presidente de Coceta, Juan Antonio Pedreño, señala que poco a poco se están sumando profesionales que hasta ahora estaban alejados del movimiento cooperativo, como arquitectos, abogados o ingenieros. “Comparten riesgos y gastos en un momento complicado”, dice.
Cinergia cuenta con una estructura empresarial, pero a la hora de tomar decisiones se acude a una asamblea donde cada socio tiene el mismo poder de decisión. “Nos sentimos cómodos a la hora de trabajar No ha habido ningún problema, los beneficios se han repartido en la asamblea, a la hora de invertir también se ha decidido entre todos”, afirma Rafecas.
El año que termina fue declarado por las Naciones Unidas como ‘Año Internacional de las Cooperativas’ para subrayar su valor y darles impulso. En términos de empleo, las cooperativas dan trabajo a más de cien millones de personas en todo el mundo.
La idea de darle un giro a su pequeño negocio rondaba por la cabeza de Mamen y su socia a finales de 2011. “Teníamos ganas de cambiar de formato y empezamos a hablar con gente. Queríamos promover una economía más social y colectiva, que además de conseguir empleos dignos, nuestras conciencias estuvieran tranquilas”, explica Mamen. Unos meses después, en septiembre, su cooperativa –Diwo, dedicada al merchandising, el diseño y la producción y edición de vídeos- comenzaba a andar en Madrid. Ahora son cuatro socios trabajadores y Mamen se muestra contenta con su evolución.
Como a otros proyectos en los últimos meses, el 15M les dio el empujón definitivo: “Fue la puntilla, nos hizo ver que era posible y que no estábamos solas”. Desde que empezaron a funcionar, ya han puesto en marcha algunos proyectos sociales que complementan su actividad.