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IKEA trae a España su propio Glovo: peones que montan un sofá por 13 euros y hacen cola por 10

Imagen promocional de TaskRabbit

Analía Plaza

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Daniel tiene 27 años, lleva varios meses en España y trabaja como tasker. Es un chico delgado y bajito: mide poco más de metro y medio. Cada día, va en transporte público a donde toque y monta muebles de IKEA en casas de gente que los ha comprado. “Busqué aplicaciones y me salió esta. Yo no sabía nada de muebles ni he trabajado nunca de eso, pero uno necesita vivir y no hay otra. Ni siquiera tenía herramientas propias, me las ha prestado un amigo. En la app te lo preguntan, pero ¿qué voy a decir?”, ríe. “¿Que quiero trabajar y no tengo herramientas?”.

Daniel —cuyo nombre está modificado— repartió un tiempo para Uber Eats en bicicleta hasta que se hartó e investigó otras opciones. Dio con una aplicación llamada TaskRabbit y se registró. “Te piden el certificado de alta como autónomo. Pones la disponibilidad y ya”, continúa. “Es como Glovo o Amazon. Igual”.

En TaskRabbit, que tiene una app para clientes y otra para taskers (del inglés task, tarea en español), el trabajador selecciona las labores que puede hacer. Hay de todo: desde limpieza, recados, entretenimiento (cantar y bailar en fiestas) y ayuda informática hasta introducción de datos en hojas de cálculo, investigación y colas. Uno puede ofrecer su “habilidad” haciendo colas en restaurantes, tiendas o eventos a partir de 9 euros la hora, la tarifa recomendada. El cliente pagará un 15% más por la comisión del servicio. La aplicación anima a “explicar por qué eres una buena elección” para esa tarea, así que hay taskers que en su perfil dicen que se les da “muy bien hacer cola”, que tienen “cinco años de experiencia haciendo cola en sitios públicos” y que cuentan “con paciencia suficiente” o “una batería externa” para aguardar.

Pero hacer cola no es una habilidad muy demandada. Al menos de momento. TaskRabbit desembarcó en España hace apenas un año, en enero de 2020, y su actividad principal es la de montar de muebles de IKEA. Al comprar en ella, tanto en tienda como en web, la compañía sueca ofrece el servicio de montaje con TaskRabbit. Así que al registrarse como tasker, la aplicación indica que el montaje de IKEA tiene “alta demanda”. Operan como marcas y compañías independientes, pero no lo son: IKEA compró TaskRabbit en 2017. TaskRabbit nació en 2008 en Boston, se trasladó a San Francisco y llegó a recaudar 38 millones de dólares de financiación. Su fundadora es Leah Busque y en la actualidad se dedica a invertir.

TaskRabbit llegó a España sin grandes despliegues. Empezó por Barcelona, se extendió al resto de Catalunya y más tarde a Madrid, Ávila, Segovia, Toledo, Guadalajara, Ciudad Real, Cuenca y Cáceres. “El servicio está disponible para más de 17 millones de españoles”, apuntan desde la empresa a elDiario.es. Ha salido en los medios (tanto en reportajes como anunciando que buscaba mil montadores de muebles en Barcelona) pero no ha puesto anuncios en Facebook ni en Instagram para captar taskers.

Apenas tiene infraestructura aquí: no hay teléfono de atención al cliente ni sociedad creada en España. Toda la atención es a través de un chat en el que no siempre atienden en español. No tiene perfiles propios en redes sociales. Y ningún empleado en nuestro país: la operativa se lleva desde Londres “incluyendo un country manager y varios especiailstas españoles centrados en el marketing, la localización y la gestión del mercado” y hay personal de atención al cliente trabajando desde Portugal.

Historias desastrosas

Olga es clienta de IKEA. Hace pocas semanas, compró una cama y un armario. “Pedí transporte y montaje. Me dijeron que ya no hacen montaje pero que trabajan con otra empresa. La dependienta miró en su ordenador el presupuesto, dijo que serían 80 euros y que tenía que mandarme un enlace al móvil. Lo abro, entro en TaskRabbit y ya está anotado. Al rato me salta un tipo que dice: hola, soy quien va a montar tus muebles”, cuenta. “Los muebles eran para mi madre, que tiene 89 años y quiere una habitación para la persona que la cuide. Llegó el montador y se tiró cuatro horas solo con la cama. Al rato, llamé para ver cómo iba y me contó que el armario se había roto por completo y el chico se había marchado. Le llamé a través de la app, me dijo que había avisado a TaskRabbit y que tenía que esperar. Y con la empresa solo te puedes comunicar a través de un chat”.

El calvario de Olga continuó varios días. Por lo que le contó el montador, el armario se rompió al ponerlo de pie. “Era un chico joven. Me dijo que cuando hay otros hombres en la casa, suelen ayudarle. Pero claro, aquí estaba solo mi madre”, relata. A la hora de reclamar, IKEA se desentendió y lo gestionó todo a través del chat de TaskRabbit. Hizo fotos del percance y consiguió que le abonaran el precio del armario y el transporte. “Me tuve que hacer cargo del armario roto, tirarlo e ir a comprar uno nuevo. IKEA se ha desentendido de un servicio que sigue ofreciendo, precarizándolo. El montador tampoco sabía si le iban a pagar. Cuando en la tienda te lo ofrece la dependienta, te fías”, zanja. Afortunadamente, el armario cayó al suelo y el joven montador no sufrió ningún daño.

TaskRabbit se queda con el 27% de lo que paga el cliente en los servicios de montaje de muebles

Si Olga pagó 80 euros, el montador se llevó poco menos de 60. Este diario ha analizado los precios de varios servicios de montaje y el reparto es así: el tasker cobra el 73% del importe y TaskRabbit/IKEA se queda el 27% de comisión. Las tarifas son distintas para tareas no relacionadas con IKEA (como hacer cola) y para el montaje de muebles. Cuando un autónomo se ofrece para otras tareas, la aplicación permite fijar la tarifa y la comisión es del 15%. Pero cuando se apunta al montaje, el precio lo fija la empresa y la comisión aumenta.

“Los taskers fijan sus propias tarifas y horarios y no tienen obligación de aceptar tareas. Se llevan el 100% de su tarifa y el 100% de las propinas”, indica la compañía por email. “Los clientes de IKEA pagan una tarifa plana por el montaje de muebles a través de TaskRabbit. Los muebles se clasifican en distintas tipologías para simplificar los precios”.

Los precios de montaje varían en función de la experiencia: son más bajos si te describes como “principiante” que si te describes como “experto”. La app pone varios ejemplos de tarifas: por un sofá-cama cobras 19 euros como principiante, 20 como intermedio y 21 como experto. TaskRabbit no comprueba la experiencia, así que los taskers que quieren ganar más se autodefinen como expertos.

Es lo que ha hecho Daniel. “Alguna vez me he confundido y he tenido que volver a empezar. Al principio me pasó dos veces porque no supe leer bien las instrucciones. El trabajo es algo hostigante: uno va despacio, necesita su tiempecito y a veces los clientes se enojan y te tratan mal”, cuenta. “Ahora que tengo un poco más de experiencia, me he puesto en nivel experto. Y por eso me pagan más”. En un servicio reciente, dos montadores consultados cobraron 86 euros por cabeza por quince muebles: cama, sillón, mesa grande, mesa pequeña, sofá, armario y varias sillas y taburetes.

Cuando son muchos muebles o muy grandes, la app envía a dos taskers que no se conocen entre sí. “Envían otra invitación, la persona acepta y nos reunimos el día de la tarea. No tenemos otro contacto”, añade Daniel.

El montador vino con su hijo. Empezaron con un armario y no paraban de discutir porque no sabían cómo hacerlo

Beatriz Clienta de IKEA

La falta de experiencia es una constante en historias de clientes que han contratado el montaje con TaskRabbit. “Compré dos armarios, un estante y un mueble de la tele. IKEA ofrecía el servicio, así que dije: pago a profesionales y que quede bien. Eran cien euros”, relata Beatriz, una joven que contó su caso en redes. “El montador llegó una hora tarde. Vino con su hijo: no le di importancia pero a los de TaskRabbit les sorprendió. Empezaron a montar un armario y no paraban de discutir porque no sabían cómo hacerlo. Tardaron cuatro horas, pero salió. Fueron a montar el otro y rompieron una pieza, que repararon como pudieron. El mueble de la tele no lo terminaron porque faltaban piezas. Para el estante no tenían taladro. Quedaron en venir al día siguiente y no se presentaron”.

Para reclamar, TaskRabbit pidió a Beatriz que aportara todo tipo de pruebas (fotos del armario roto, de la hora a la que los montadores estaban en casa) y acordó reembolsar el precio del armario y un bono para montarlo de nuevo. “Como el roto era más estético que funcional, me quedé el dinero y punto. Para cambiarlo tendría que haber hecho otra compra y que viniera otra persona a montarlo. No quería saber más de esta empresa. E IKEA escurrió el bulto desde el primer momento: me dijeron que TaskRabbit es otra empresa y que lo gestionara con ellos”.

El episodio de la columnista Sol Aguirre es similar. No era la primera vez que tenía problemas con el montaje de IKEA, que antes de TaskRabbit hacían otros proveedores. “La otra vez me hicieron un estropicio. Tengo la sensación de que IKEA tenía muchas quejas y por eso ahora lo hace a través de TaskRabbit”, cuenta. En esta ocasión, “el montador llegó tarde, tardó cuatro horas y media en montar un sofá y una mesa y cuando pasó a colgar las lámparas y una barra de cortina no pudo, porque no tenía escalera ni tacos ni tornillos ni sabía hacer la conexión con la electricidad. Si yo he pagado por un servicio, entiendo que traen el material y saben hacerlo. Le dije: encárgate de que no me cobren esto. Al final TaskRabbit me devolvió los 24 euros que correspondían a la lámpara y la cortina”, cuenta. “Fue un desastre”.

Habilidades “auto-certificadas”

TaskRabbit descarga toda la responsabilidad en sus taskers, “profesionales independientes y responsables del servicio que ofrecen a los clientes”. “Cuando se unen a la plataforma, autocertifican que cuentan con las habilidades y experiencia requerida para realizar las tareas que seleccionan”, justifica. “Aceptan las condiciones del servicio y el acuerdo de que solo ofrecerán servicios para los que tienen conocimiento y que lo harán de forma segura y respetando la ley”. La empresa no supervisa las tareas que se realizan, pero cuenta con una garantía de hasta 10.000 euros “en caso de que los clientes o taskers no puedan solucionar el problema de mutuo acuerdo”.

El perfil de los autónomos es variado. En Madrid, un vistazo a la app muestra que la mayoría son hombres y, en gran medida, latinoamericanos. Hay quien no tiene experiencia alguna y necesita trabajar de lo que sea, como Daniel, y quien ya tiene un negocio y busca nuevos clientes ahí.

Javier es feriante, tiene una noria y la pandemia ha mandado al traste su actividad. “Dicen de la hostelería, pero nosotros estamos peor”, cuenta. Su hermana le habló de TaskRabbit y lleva una semana metido. “He hecho dos trabajos de electricista y un montaje de sofá. Es muy cómodo. Como cliente que ha sufrido el servicio pésimo de IKEA me parece estupendo: así sabes quién va a venir y tienes referencias. Y como autónomo está muy bien. Si no me interesa, no acepto. Por el sofá me pagaron 13 euros pero era al lado de mi casa. Lo bueno es la facilidad”.

Mario (nombre ficticio) lleva desde noviembre. Es autónomo, tiene una furgoneta y acostumbra a trabajar en plataformas. “Esto es mejor que repartir paquetes: estás en casas y ahorras gasoil”, cuenta al teléfono. Aunque la tarifa esté prefijada, le sale a cuenta. “La experiencia se coge montando. Donde antes tardaba tres horas y media, ahora igual tardo dos”.

La poca experiencia de otros taskers también le afecta: porque tiene que solucionar malos montajes (“todas las semanas, dos o tres”) o porque le tocan de compañeros. “El otro día me tocó una persona sin experiencia ni ganas. Tardamos más, hizo la mitad que yo y cobró lo mismo”, apunta. “El problema es que no tenemos un teléfono para contarlo, solo un correo. También he denunciado la subcontratación: que aparezca un compañero y venga subcontratado”. Al igual que en Glovo, asegura, en TaskRabbit existe el alquiler de cuentas a personas sin papeles.

Como en aplicaciones similares, los clientes puntúan al autónomo y dejan una reseña. Si un tasker no está de acuerdo con una valoración, “puede solicitar una revisión por parte del equipo de confianza y seguridad, que investiga cada caso”, dice la empresa.

TaskRabbit tiene mala pinta. Al final, está funcionando como una subcontrata de IKEA.

María José Landaburu Secretaria general de UATAE

TaskRabbit llega a España cuando el debate sobre el trabajo autónomo en las plataformas está más que avanzado. El Supremo concluyó que un repartidor de Glovo era falso autónomo y diversas sentencias han dictado lo mismo en varios casos de todo el país. Glovo y Deliveroo son las tecnológicas que más atención reciben, de ahí que la futura ley de plataformas digitales —que, previsiblemente, obligará a convertir en personal laboral a los repartidores— sea conocida como Ley Rider.

Para María José Landaburu, secretaria de la asociación de autónomos UATAE, las plataformas deberían ser “un instrumento de intercambio de bienes y servicios” por el que cobraran una cantidad “simbólica”. Si el autónomo es libre de fijar tarifas y descartar encargos, no debería haber problema. No parece el caso de TaskRabbit, al menos en lo relativo al montaje de muebles. “Tiene mala pinta. Al final, funciona como una subcontrata de IKEA”, dice Landaburu. “En vez de establecer un servicio de montaje, lo externalizo, monto un ejército de autónomos y sigo ganando dinero porque me llevo la comisión. La explotación de esos trabajadores es una línea de negocio más”.

Como en otras plataformas, el discurso de la empresa y el de sus autónomos difiere. Mientras TaskRabbit insiste en que los taskers ganan “muy por encima del salario mínimo” y que sus ingresos medios superan los 19 euros por hora, su versión es más precaria. Sobre todo cuando la usan como principal fuente de ingresos y no como un nuevo canal de facturación.

“Me depositan unos 1.100 euros al mes. Pero con la cuota de autónomos y el IVA se queda en unos 700. Y yo porque voy en metro, pero si usas tu furgoneta tienes que pagar esos gastos”, concluye Daniel. “¿Cuánto aguantaré? No sé, pero no tengo otra opción. No tengo otro trabajo. Y para sobrevivir en España, ¿cómo lo voy a hacer?”.

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