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El riesgo geopolítico y el proteccionismo congelan las inversiones extranjeras

Vista de un buque que transporta contenedores, en una fotografía de archivo.

Ignacio J. Domingo

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Las inversiones foráneas en el exterior han emitido el más claro vestigio de que la globalización se ha desacompasado. Hay un desajuste entre la sincronización entre un PIB mundial dinámico en ritmo de prosperidad -por encima del 4%, la tasa a partir de la cual se genera la suficiente riqueza como para acometer políticas de distribución justas del bienestar-, un comercio que duplicaba los niveles productivos del planeta y un tránsito entusiasta de capitales que ejercía de fuente de alimentación de ambos parámetros.

Esta cohabitación pacífica ha dejado de funcionar. A juzgar por varios diagnósticos recientes de la Unctad, ha saltado por los aires. La agencia de la ONU que certifica el comportamiento de las inversiones transnacionales deja pocos resquicios a la duda.

Uno de estos informes detecta una “fractura inversora” por quebranto de la globalización y por las amenazas geopolíticas surgidas en el ciclo de negocios post-Covid. Esta quiebra ha alterado tanto las cadenas de valor, como a la logística o al comercio, en medio de una travesía inflacionista desconocida en cuatro décadas.

De ahí que sus expertos aconsejen a las empresas “alumbrar nuevas estrategias de inversión con urgencia e instrumentos innovadores”, con los que “estimular negocios inclusivos y sostenibles”, en línea con las transformaciones energéticas, industriales y logísticas, que aseguren el abastecimiento de materias primas,, encaminadas a catapultar la productividad.

Para ello, ilustran este desafío con datos relevantes. Desde 2010 cuando la actividad global resurgió de las cenizas del tsunami, el PIB del planeta se ha expandido a una media anual del 3,4% y el comercio, del 4,2%, alternando “choques sistémicos” como la crisis de la deuda europea, la batalla arancelaria de la Administración Trump o la Gran Pandemia,.

Sin embargo, las Inversiones Extranjeras Directas (IED), el carburante que hace fluir el motor de la globalización, se han estancado desde entonces hasta constatar registros próximos a cero por “la excesiva precaución” de las empresas ante las huellas de proteccionismo económico que se han encontrado y las secuelas geopolíticas que han emergido por varias latitudes.

Además -enfatiza este estudio-, en este último cuatrienio se ha ensanchado la brecha entre los sectores manufacturero y de servicios, en el que las firmas han adquirido una cierta inmunidad inversora. Por ejemplo, entre 2004 y 2023, la porción de los flujos de capital en proyectos de servicios con sello ecológico repuntó desde el 66% hasta el 81% e, incluso, sus inversiones asociadas a la industria e impulsadas por el avance tecnológico se incrementaron en un 70%; por contra, la IED en el segmento manufacturero se estancó durante dos décadas antes de contraerse hasta un 12% en el trienio 2021-2023.

Reconfiguración de las estrategias de capital de las empresas

Este descenso de los pedidos industriales tuvo impactos más duros en las economías de rentas bajas, lesionando su habilidad para contribuir a la economía global y retrasando la adopción de métodos tecnológicos con los que impulsar su capacidad productiva. Adicionalmente, propició que China haya dejado de seducir al capital extranjero. El gigante asiático ya no es el mercado atractivo al que acudían las multinacionales con fervor. A pesar de lo cual, mantiene su posición dominante como Gran Fábrica Mundial y primera potencia exportadora tras protagonizar una “transformación radical” de su patrón económico, respaldado ahora desde la demanda interna.

De igual forma, el voltaje geopolítico ha afectado a las estrategias de inversión en el exterior. El flujo de capitales entre mercados con intereses diplomáticos divergentes retrocedió del 23% de 2013 al 13% en 2022, tendencia que ya surgió en el negocio manufacturero en 2019, cuando la escalada arancelaria tocó techo, antes de su paulatina relajación por la Gran Pandemia. Las inversiones en proyectos solares y eólicos suponen el 20% del todos los que absorbe el poderoso sector energético, cuando al inicio del siglo representaban el 1%. Las IED con destino a las fábricas de vehículos eléctricos se acostumbran a repuntes anuales del 27% en relación a la pasada década.

En esta climatología adversa es en el que la Unctad recomienda al sector privado que “realinee sus estrategias” y enfoque sus inversiones y sus beneficios a apoyar iniciativas inclusivas, que sean capaces de forjar escudos de resiliencia activa y utilicen instrumentos de desarrollo social para una distribución más equitativa de la riqueza. Para ello, insta a los gobiernos a reforzar sus atractivos inversores, preservar la seguridad jurídica, relajar las tensiones geopolíticas, apostar por hojas de ruta estables y garantista con sus transiciones energéticas e instaurar unas agendas reformistas que posibiliten las reconversiones de las cadenas de valor.

En otro informe paralelo, la Unctad apela a la conveniencia de resintonizar la Inversiones Extranjeras Directas, la economía y el comercio.

La diversificación y el análisis de riesgos -geopolíticos y económicos- serán los principales aliados de los ejecutivos para lograr cuotas de resiliencia, certezas inversoras en la actual fragmentación de industrias y mercados y para eludir medidas proteccionistas con marcado acento nacionalista que acabarán elevando los niveles de vulnerabilidad de estas economías, creando desequilibrios fiscales y provocando desventajas competitivas.

Rebeca Grynspan, secretaria general de la Unctad, emplaza a la comunidad internacional a que, en 2024, reinstauren la “coordinación política” perdida en el orden mundial para “salvaguardar la economía, catapultar el comercio, espolear las inversiones, reducir la deuda y facilitar avances en digitalización y sostenibilidad”. Las autoridades monetarias no pueden restituir las dinámicas de comercio y de capitales con sus esperadas rebajas de tipos, aclara. A su juicio, la combinación de iniciativas de consolidación presupuestaria gradual con esfuerzos que diluyan las asimetrías del comercio y los excesos de concentración de mercados y de sectores “será determinante para crear empleos, añadir robustez a la economía y certificar las emisiones netas cero en 2050” con crecimientos salariales y de productividad ajustados a las demandas sociales y empresariales.

Los temblores de la globalización descubren nichos de inversión

Grynspan no desaprovecha la ocasión para incidir en el peligro de no de no actuar. “El fervor proteccionista, por un lado, y las disrupciones de las rutas marítimas provocadas en primer término por la epidemia y en segunda instancia por la tensión geopolítica, por otro, así como los costes cada vez más cuantiosos por catástrofes climatológicas han alejado al PIB y al comercio globales de su potencial de crecimiento”.

En 2023, la economía aumentó solo un 2,7%, mientras el intercambio de mercancías se contrajo un 1% con escasas perspectivas de que protagonicen un despegue notable de sus actividades en 2024.

La dispersión geográfica de los capitales que refleja la Unctad también la constata la consultora AT Kearney que sitúa a Oriente Próximo y, en concreto, a Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí como los “destinos emergentes” preferidos por los inversores. Su Índice de Confianza de la Inversión Extranjera Directa 2024, que revela los mercados con mayor predilección entre los ejecutivos de compañías transnacionales con más de 500 millones de dólares de facturación anual, destaca el salto de diez posiciones de ambas economías respecto a su barómetro de 2023.

Los EAU se encaraman al octavo puesto, justo por delante de España, que cede ese peldaño, y el régimen de Riad avanza hacia el decimocuarto lugar, delante de Suecia.

El ranking lo encabeza, por decimosegundo año consecutivo EEUU, seguido de Canadá y China que configuran el pódium y otros cuatro socios del G-7: Reino Unido, Alemania, Francia y Japón.

Terry Toland, coautor del indicador de AT Kearney, hace hincapié en “el remarcable salto de la región” y, sobre todo, de Arabia Saudí y los EAU, “con hubs empresariales y planes de inversión en múltiples sectores” enfocados a la diversificación de sus economías. Solo Riad ha presentado proyectos para el capital foráneo de 100.000 millones de dólares hasta 2030 y su capacidad de absorción de inversiones exteriores entre 2017-2022 superó los 17.000 millones anuales. Pese a la elevada conflictividad geopolítica que, para el 85% de los ejecutivos consultados, impactará moderada o significativamente en sus decisiones inversoras.

Greg Guyett, CEO de HSBC Global Banking & Markets, matiza que la globalización “no ha muerto, sino que se está recomponiendo, dejando un elenco de riesgos y oportunidades” dentro de un contexto geopolítico más peligroso y con unas cadenas de valor y unas rutas comerciales casi en constante estado de ruptura y con cada vez mayores barreras proteccionistas nacionales. El FMI -recuerda- ha cuantificado la factura de esta propensión a las subidas arancelarias en 7,4 billones de dólares entre 2019 y 2022, el 7% del PIB global.

Pero también hay nichos de negocio, aclara Guyett. Porque los corredores comerciales de China e India -rivales geoestratégicos de primer orden- elevarán los intercambios de bienes en un 65% hasta 2030 por valor de unos 400.000 millones de dólares cada año, según cálculos de HSBC. Mientras las Inversiones Extranjeras Directas de Asia ya superan al capital transatlántico que mueven Europa y América del Norte, admite la Unctad, México se ha convertido, desde el año pasado, en el primer suministrador de EEUU, los petroestados del Golfo Pérsico se han erigido en estandartes de esta Globalización 2.0; Vietnam en adalid de la recomposición de las cadenas de valor y de la rampante demanda de manufacturas; Taiwán, del boom de los chips: y varios países latinoamericanos, asiáticos y africanos de las materias primas metálicas con las que alimentar la Inteligencia Artificial (IA).

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