El Ateca toma la esencia del Qashqai y la capacidad familiar del Sportage
Marcas especialistas en 4x4 introdujeron a finales de la década de los 80, en Estados Unidos, el concepto SUV, una evolución natural a los grandes break americanos que, 30 años después, se han extendido por todo el mundo. Modelos como los Toyota RAV4, Mitsubishi Outlander, Honda CR-V o Subaru Forester aproximaron -bien entrados en los años 90- las cualidades camperas de los todoterrenos a la ciudad. Y, sin embargo, ninguno de ellos caló en el gran público, quizá, por ser paradójicamente demasiado capaces fuera de asfalto.
Tuvieron que pasar los años, hasta 2007, para que Nissan revolucionara el mercado con el lanzamiento del Qashqai. Un envite, este sí, con el que verdaderamente las características de un turismo se imponían a las de un todoterreno, aunque la carrocería imitase a la de éstos. Sin competencia, el crossover japonés (mejor llamarlo así que SUV por sus limitaciones 4x4) cosechó en poco tiempo unos resultados comerciales inesperados: un nuevo segmento había nacido.
La gallina de los huevos de oro era ya una realidad cuando otros fabricantes dieron respuesta, bien partiendo de cero o reformulando sus planteamientos iniciales. En los últimos años, el molde Qashqai se ha implantado en todas las marcas rivales de Nissan: un crossover compacto sin pretensiones de todoterreno, pero con la planta y la visibilidad de un coche ligeramente elevado.
El público ha decidido que la compra de un SUV de este tamaño (entre 4,30 y 4,50 metros de longitud) es la mejor manera de tener un coche dual. Porque si algo ha seducido al cliente de estas carrocerías es su equilibrio entre el clásico coche familiar (mirando a Europa, esto es, el monovolumen) y el utilitario polivalente para el día a día.
Dos alternativas al Qashqai son el ultimísimo Seat Ateca y el más consolidado Sportage, cuya última generación (lanzada en 2016) no ha dejado a nadie indiferente, especialmente si de diseño trata la conversación. En este subjetivo apartado, el de la estética, el modelo coreano genera más aplausos a su paso que sus dos rivales, algo más neutros y anodinos en sus líneas exteriores.
Por dentro, al SUV de Nissan le pesan los años. No por calidad, pero sí por organización de los mandos o por una pantalla central táctil algo pequeña y en una posición baja, el puesto de conducción del Qashqai resulta más engorroso que el de sus adversarios. Frente al volante, Ateca y Sportage disfrutan de una ergonomía muy superior.
Si de espacio interior toca hablar, el modelo coreano toma ventaja, con el español pisándole los talones (y eso que mide 12 centímetros menos) y con el japonés en tercera posición. En cuanto al maletero, las cosas cambian ligeramente: el Qashqai se conforma con 430 litros de capacidad, el Sportage se dispara a los 503 l y el Ateca, ojo, alcanza los 510 (485 en las versiones 4x4).
Los precios oficiales -esos números que fluctúan más que la factura de la luz- sitúan al Kia por debajo de los 20.000 euros en su versión más básica, con el Seat y el Nissan en torno a los 21.500. La gama del Qashqai crece hasta los 35.000, la del Sportage hasta los 36.500 y la del Ateca roza los 40.000 en las variantes más equipadas y con los motores más potentes.
Precisamente los motores determinan en buena medida estas horquillas de precios. Mientras el japonés oferta mecánicas, diésel y gasolina, entre los 110 y 163 CV de potencia; el coreano incrementa el caballaje entre 115 y 185 y el español entre 110 y 190. Los tres pueden combinarse con cambio manual o automático (el Sportage y el Ateca de doble embrague; el Qashqai de variador continuo) y tracción delantera o total, en función de la motorización elegida.
Estas combinaciones mecánicas alteran, y mucho, los consumos reales de las tres propuestas. Los Qashqai diésel de 131 CV y Ateca diésel de 150 CV, ambos con tracción 4x4, se movieron en los 6,4 y 6,9 litros/100 kilómetros, respectivamente. Por su parte, el Sportage de 115 CV, de gasoil y tracción 4x2, apenas gastó 6 l.
Números aparte, dinámicamente hay un claro triunfador: el Seat Ateca. En todos los terrenos, pero especialmente en carreteras con curvas lentas, la marca del Grupo Volkswagen ha fabricado un SUV imbatible. El Sportage es un coche muy confortable, pero en una conducción viva queda penalizado por unas suspensiones algo blandas y una dirección poco informativa. El Qashqai es, junto al Ateca, el que tiene un comportamiento más parecido a un turismo; también en ciudad, donde maniobra de maravilla.
Llegados a este punto estaría bien recordar que estos vehículos, en mayor o menor medida, son hijos del marketing. No es un secreto que los ideólogos del Qashqai pensaron en un coche para rivalizar con el compacto Golf, pero sin hacer otro Golf. Esta genética les aleja de toda pretensión off road, aunque es justo señalar que el menos alérgico a caminos rotos es el Ateca.
Equipados todos ellos con asistentes a la conducción y tecnologías de confort de última generación, son los pequeños detalles los que decantan el pulso final. Seguramente el Sportage entre más por los ojos y cubra mejor las necesidades familiares a un precio ajustado; el Qashqai es más manejable en el día a día, tiene el motor diésel más eficiente y ofrece la mejor relación equipamiento/precio a medida que escalamos en la gama; y el Ateca es el más redondo en términos generales -también el más caro- y el más ágil en una conducción deportiva.