Relato de la vida en trinchera y las tropas mixtas: Extremadura abre su primer museo de la Guerra Civil
“Queda mucho por conocer. Sabemos más sobre la Revolución Francesa que de nuestra Guerra Civil española”.
Estas es la reflexión de Francisco Martín, Agente de Desarrollo Local del Ayuntamiento de Campillo de Llerena y uno de los impulsores del primer museo de la Guerra Civil en Extremadura.
Campillo ha reconstruido parte de una historia, arrinconada hasta ahora. El museo ha abierto sus puertas con el compromiso de mostrar al visitante una completa visión de la historia de la comarca de La Serena de Badajoz, donde el frente de batalla se prolongó durante toda la guerra.
La arquitectura de hormigón y los objetos militares siempre han formado parte de su paisaje. Hasta ahora lo hacían completamente descontextualizados, sin los elementos que explicasen su origen y sus motivos.
El museo se encuentra en el interior de esta pequeña localidad del sur de Extremadura. Recrea una 'casa mata', el nido de una ametralladora semi oculto, y una trinchera. El visitante puede sumergirse por aquellos espacios angostos, protagonistas de la vida de cientos de soldados justo en esta zona del frente donde se vieron las caras republicanos y franquistas.
Para los turistas puede resultar emocionante sumergirse por unos minutos en el interior de una trinchera de la Guerra Civil española, entre sacos de arpillera o parapetos de tierra. Pero lo cierto es que las condiciones de vida en su interior eran extremas. Poco recomendables para cualquier mortal.
Así el museo narra en detalle la atmósfera de miedo y el mal olor bajo el que vivían estos soldados. La lluvia y la humedad eran sus compañeros de fatiga. Hasta el punto que muchos terminaban con la enfermedad del ‘pie de la trinchera’. También los piojos. De hecho aquellos soldados pasaban más tiempo combatiendo a los piojos (transmisores del tifus) que al propio enemigo.
Objetos de una excavación
Existen más elementos que hacen único a este museo. Parte de los elementos exhibidos han salido de una excavación realizada recientemente en el Cerro Mingo Rubio o Punto de Mira, en Campillo de Llerena.
Una excavación realizada por chavales del pueblo y los alrededores de la mano de un taller de empleo de la Junta de Extremadura (programa ‘Aprendicext’), acompañados de la arqueóloga Carmen Pérez.
Los trabajos se hicieron en la zona de protección del frente de la batalla, en la zona sublevada, donde se instalaron los franquistas tras tomar Campillo de Llerena. En las laderas de este cerro, cercano a lo que hoy es un punto geodésico, los alumnos excavaron una alargada trinchera y un puesto de mando. Se trata de una zona estratégica desde donde se avistaban grandes extensiones de terreno. Justo enfrente, en la zona de Peraleda, el bando republicano.
Allí apareció mucha información, por ejemplo abundantes latas de comida, pertenecientes al rancho de los soldados afines a Franco. Algo que evidencia que el frente permaneció durante un periodo prolongado en la guerra.
Las vitrinas del museo muestran abundante armamento ligero y pesado –la mayoría de esta excavación-- procedente de países como México, Alemania, Austria. También de Francia y Rusia, incluso Grecia. Se trata de un material muy valioso, que aporta información sobre la ayuda que cada uno de estos países aportó a los bandos Republicano y rebelde.
Junto a ellos se pueden contemplar banderas y elementos recuperados del cercano cementerio de los italianos, levantado por la Brigada Mixta Frecce Azzurre (flechas azules).
¿Por qué un museo de la Guerra Civil?
El museo desea esclarecer la historia reciente de Extremadura. “Como personas que vivimos en sociedad, debemos tener conocimiento de los hechos que sucedieron en nuestro entorno más cercano y en este caso los sucesos de una guerra civil, lo peor que puede pasar a una sociedad”.
Pero como seres sociales, también es necesario saber qué representan todos esos elementos de hormigón que a día de hoy siguen dispersos por la zona. Quién estuvo allí, quién murió, o quiénes fueron los combatientes, explica el agente de desarrollo local de Campillo.
Más allá de los elementos descriptivos, representa una función educativa: educar a la sociedad sobre una guerra, en un momento histórico en el que la guerra sigue estando presente en las sociedades.
Uno de las cuestiones que destaca el técnico es que el museo es un alegato a la importancia de la conservación del material arqueológico por su valor científico. “También un alegato a que fuimos emigrantes hace muy poco tiempo”. Hacer reflexionar al visitante por ejemplo sobre los refugiados que hoy en día huyen de los conflictos armados desde otras zonas, buscando protección y un mundo mejor.
El cementerio de los italianos
Un museo está ligado al cementerio de los italianos, creado en el 37 por las Brigadas Mixtas. La ayuda militar de las potencias fascistas (Alemania e Italia) a los sublevados españoles resultó decisiva para que ganaran la guerra. Estaban integradas por oficiales y tropas españolas e italianas.
Las dos primeras iniciaron su actividad en Extremadura entre los meses de enero y febrero de 1937, siendo denominadas flechas negras y flechas azules.
La brigada se vio las caras con el bando republicano, muy próximo, y con los extranjeros de la XIII Brigada Internacional.
Aunque las primeras bajas fueron enterradas en los cementerios de Azuaga y Granja de Torrehermosa, los mandos de la Brigada Mixta consideraron conveniente construir un cementerio en el que se pudiera sepultar a todos los soldados que murieron en combate. Así se creó el cementerio italiano.
En 2010 ese espacio fue restaurado y acondicionado, tras quedar abandonado con la llegada de la Transición.
El objetivo era darle valor. Pero también “alzar un grito” para mostrar cómo fue el trato, los honores y los enterramientos de los vencedores frente al de los perdedores. La memoria de quienes perdieron la guerra continúa en las cunetas, no gozaron de estos espacios.
Un alegato por dignificar la vida de todas las personas, comenta el técnico municipal.