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“El 90% de menores tutelados no debería estar en centros, hay alternativas a la institucionalización”

La crisis afecta directamente a los más vulnerables, la infancia

Jesús Conde

Parten de la base de que los centros tutelados no deben ser el recurso exclusivo para atender a menores, sino un elemento complementario. En todo caso, la última de las opciones. Así abogan por desmontar el sistema actual de atención a menores al completo.

La denominada ‘Marea Turquesa’ piensa que hasta el 90 por ciento de los niños y niñas internados en centros tutelados debería recibir otro tipo de atenciones con los Servicios Sociales que evite la ruptura de los lazos familiares.

Apunta Pilar Lozano, coordinadora estatal de ‘Marea Turquesa’, que solo en Extremadura hay más de un millar de menores tutelados en diferentes centros y pisos (sus padres tienen retirada la tutela), “cuando la ley solo habla de ello en los casos de abandono o maltrato”.

“Quien tenga que ser tutelado que lo sea, pero nos oponemos a un sistema que llena los centros de menores y los puntos de encuentro, y que soluciona los conflictos de la mano de la hiper-medicación”. Defiende un sistema diferente con educadores, pedagogos y el resto de servicios sociales. 

Pilar Lozano ha pasado esta semana por Badajoz una mesa redonda organizada por el colectivo Redes Cristianas de Extremadura en la que se ha reflexionado sobre los derechos de la infancia. Lo ha hecho en compañía de Enrique Martínez Reguera, veterano especialista en educación e infancia y pedagogo de jóvenes en casas de tutela durante más de 40 años.

La Marea Turquesa advierte que la solución no es ‘institucionalizar’ al menor. Los centros, por muy buenos profesionales que acojan, están conformados por trabajadores. No por sus familiares. Advierte que en ellos la infancia está sometida a normas estrictas y se les cortan los vínculos familiares. Existen carencias de cariño y afecto según dice.

A su juicio la tutela de menores se ha convertido en una forma de ‘criminalizar’ la pobreza, teniendo en cuenta el perfil de las familias a los que el sistema decide retirarles sus hijos. En los casos en que haya una carencia económica piensa que hay que actuar y garantizar una renta básica que permita disfrutar a las familias de un techo y comida. “Porque el bien superior para un menor debe ser permanecer con sus padres, no un centro”.

El tutelaje no siempre es consecuencia de la falta de recursos, y en otras ocasiones comenta puede tratarse de madres víctimas de la violencia machista, o de divorcios traumáticos. 

La realidad que describen las personas adscritas a la Marea Turquesa, de la que forman parte varios colectivos en defensa de los derechos de la infancia, es que los niños y niñas necesitan sentirse protegidos y queridos, y al final el menor se cría en un entorno donde cada 8 horas entra a hacer turno un nuevo profesional. 

Apunta por ejemplo a un dato: el elevado índice de menores que entran sin problemas en estos centros, y que al cabo de un tiempo sí presentan problemas. Entre ellos unas altas tasas de absentismo, fracaso escolar, “hombres y mujeres que quedan fuera del sistema social cuando cumplen los 18 años. Personas con muchos problemas”.

Una crítica a todo el sistema

La visón de Enrique Martínez es una crítica al sistema de enseñanza en su conjunto, tanto para los niños denominados ‘problemáticos’ como para aquellos ‘normalizados’. Lo que ocurre según apunta es que las actitudes ‘viciosas’ que impulsa el sistema se acentúan en el tutelaje a menores.

Ha trabajado más de cuatro décadas con niños y niñas a los que las instituciones de tutela consideraban que no tenían solución. Colaborando con los jueces, en reformatorios.

Explica que la infancia necesita del referente del adulto y del familiar por varios motivos. Lo fundamental, para una buena crianza y una preparación para la vida, para tener expectativas de futuro. Las instituciones no pueden aportar la parte de la crianza porque ésta es una labor personal e íntima, que se vincula a la esfera privada de las personas. De modo que no es fácil realizar una buena crianza en las paredes de un centro de tutela.

“Insisto en que las soluciones a los problemas deben ser congruentes con la naturaleza del problema, y un problema pedagógico no puede ser derivado a psicólogos, jueces y policías”. Advierte que se necesitan soluciones familiares, o lo más próximas a la familia.

Otra de las cuestiones que apunta es que hoy las instituciones “funcionan atrozmente, de modo abusivo con las personas que trabajan en ellas”. Por ejemplo, a un titulado en psicología que llega se le dice, tal cual: “usted viene a cumplir un protocolo”. “La institución lo exige, y las instituciones usan tópicos cómicos como la distancia óptima que debe mantenerse con los niños y niñas”. Frente a esto defiende los abrazos.

Piensa que los niños son niños, y a veces están ‘deteriorados’. Pero no puede hablarse de ellos como tiranos. “Porque de ese punto de partida, ¿a dónde podemos llegar? Es una labor de parientes y educadores”.

El talante educativo

Su experiencia le permite detectar que ahora los alumnos y alumnas no ven al adulto como un cómplice de su crecimiento, sino como 'guardianes de la disciplina'. El motivo, que los adultos reaccionan a la defensiva y “se actúa del peor de los modos que se podría hacer”.

Ha trabajado durante décadas en ‘desmontar’ los tremendos prejuicios que existen hacia los menores que la sociedad considera ‘peligrosos’. Piensa que no se puede afrontar la relación desde el dominio, “porque estamos estableciendo trincheras, cuando debe abordarse como una relación entre dos personas”.

Las instituciones las componen personas que trabajan en ellas, y cuando hay profesionales con talante educativo, “pues funcionan”. “La relación educativa depende de varios factores. Cuando intento que el niño cambie y no lo logro, igual tengo que cambiar algo para lograr que eso cambie”. Piensa que cuando el educador es ágil pedagógicamente, influye en el resultado en el 50 por ciento.

“La  autoridad como ordeno y mando, frente a la autoridad que se gana por el prestigio, por el talante constante y la relación de cercanía con los menores”. A nivel general lo que se hace es “desnaturalizar el problema, la realidad del problema, para no resolverlo”.

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