Los debates no se ganan con tus forofos. Se ganan cuando convences a los que no están convencidos; a los votantes ajenos o a los dudosos. Por eso le fue bien a Pablo Iglesias y mejor aún a Albert Rivera el debate de guante blanco en Salvados que ambos protagonizaron en la anterior campaña electoral. Por eso no les ha ido tan bien el partido de vuelta.
En el Salvados del Tío Cuco, Pablo Iglesias y Albert Rivera fueron dos buenos chicos, opuestos en sus planteamientos pero con capacidad de dialogar. Dos jóvenes educados que respetaban los turnos de palabra y se daban la mano, y que parecía que podían entenderse, al menos en algunas reformas. Aquel debate tuvo más de cinco millones de espectadores y probablemente una influencia importante; fue el que lanzó a Rivera al estrellato en las encuestas hasta que más tarde sus propios errores en la campaña le pasaron factura. Hoy ese “espíritu del Tío Cuco” que en varias ocasiones invocó Jordi Évole está enterrado en “cal viva” y después “bombardeado”, como esos niños sirios a los que el líder de Ciudadanos dice que abraza. Iglesias y Rivera siguen siendo jóvenes, pero ya no son tan nuevos y el buen rollo se ha acabado.
Después del acuerdo de Ciudadanos con el PSOE, Albert Rivera está obligado en esta campaña a subrayar su posición más conservadora para así retener a parte de ese electorado de derechas que vio una alternativa en este partido frente a la corrupción del PP. Ese votante es el que Ciudadanos más teme perder –más aún si la campaña se polariza entre PP y Unidos Podemos, como ya está pasando– y es el que quiso proteger en este cara a cara. ¿El resultado? Un debate hosco donde se habló de Venezuela, de China, de Cuba, de Irán, de Grecia, de Siria, de Arabia Saudí y de Corea del Norte. Nunca antes en campaña la política internacional tuvo tanto hueco. Nunca fue tratada de forma tan frívola.
Pablo Iglesias arrancó el debate aceptando que hace unos meses, en el bar Tío Cuco, le ganó Albert Rivera. Hoy es Albert Rivera quien sale peor del cara a cara; no le ayudó ni el aire acondicionado. Sin embargo, es dudoso que a Iglesias le haya venido bien esta sucesión de garrotazos; en una pelea en el barro dudosamente alguien gana. A Podemos le favorece la polarización para dar el 'sorpasso'. Pero la crudeza de este enfrentamiento le perjudica en su asalto a los muchos votantes que conserva el PSOE y que son su principal objetivo para intentar pasar al PP, ahora que las encuestas le sitúan segundo.
En cuanto a Rivera, su estrategia fue clara, y probablemente sus mil y un menciones a Venezuela y el Partido Comunista chino frente a Pablo Iglesias agradó a sus forofos. Pero está por ver que el votante conservador se quede en Ciudadanos si durante toda la campaña la amenaza de Chinazuela del Norte y sus hordas bolivarianas se mantiene como el principal problema de los españoles. Los españoles de bien, se entiende.
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