Hay dos grandes diferencias entre lo que ha ocurrido en 'El Jueves' y lo que está pasando estos días en otras redacciones españolas. La primera, que esta vez se ha visto la mano negra. La censura solo es eficaz si no se nota. Funciona mientras el lector -o el espectador o el oyente- no sea consciente de que existe. Pero cuando 60.000 ejemplares ya impresos son guillotinados mientras la portada prohibida circula por las redes sociales, la censura se vuelve como un bumerán y golpea en la cara a los censores. Los dueños de la revista, el grupo RBA, no solo ordenaron destruir esos ejemplares. También el prestigio de 'El Jueves', o al menos el de su empresa editora.
La segunda gran diferencia, tal vez la más relevante, es la lección que han dado esos dibujantes de cómics que han dicho 'no' a la censura y se han largado con la conciencia limpia, el futuro incierto y el bolsillo vacío. Han sido ellos, los de los chistes, quienes más en serio se han tomado la libertad de expresión. Se van a la calle con la cabeza bien alta, pero de esa dignidad no se come. La gran pregunta: ¿qué pasaría si algunos periodistas -o algunos editores- tuviesen el mismo arrojo que han demostrado los dibujantes de 'El Jueves'?
Lo sé, no todo el mundo tiene la misma responsabilidad ni tampoco todos pueden permitirse dar la batalla, pero les aseguro que los compañeros de El Jueves tampoco se lo pueden permitir y no se han rendido. Conozco a varios de ellos. Es gente que come gracias a esa revista desde hace muchos años; tienen niños e hipotecas. Se juegan el pan de sus hijos, no la piscina de la casa de la playa.
No tengo un solo reproche contra todos esos compañeros que, tantas veces, en tantas redacciones, han agachado la cabeza. Tampoco contra aquellos que hacen de cada mesa un Vietnam y pelean cada día por la dignidad de su oficio sin que su rabia muchas veces se escuche fuera. Son todos víctimas; también los que se quedan en 'El Jueves' con el terror de perder su puesto de trabajo. ¿La mayor amenaza a la libertad de expresión? La cola del paro. No hay muchos sectores económicos que se hayan librado de las durísimas consecuencias de la crisis, pero uno de los más castigados es la prensa. Pregunten a cualquier conocido que sea periodista y él les cuenta.
No voy a criticar a quienes no se sublevan, pero sí creo que hay que elogiar y reconocer la valentía cuando es tan excepcional, tan escasa. La de aquellos dibujantes y colaboradores que se van porque su libertad no tiene precio: Manel Fontdevila, Albert Monteys, Bernardo Vergara, Paco Alcázar, Manuel Bartual, Guillermo Torres, José Rubio Malagón, Pepe Colubi, Iu Forn, Isaac Rosa, Miquel Gras, Mel Prats, Triz Babia, José Luis Ágreda… Un inmenso aplauso, compañeros.
Publicado ayer en El Periódico