El presidente del Gobierno que en su discurso de investidura prometió “no esconderse” y “dar la cara” va a seguir parapetado tras un plasma hasta el final. En un absoluto desprecio a los ciudadanos, Mariano Rajoy no participará más que en un debate. Solo uno y solo con el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, no vaya a ser que una de sus habituales meteduras de pata comprometan su panorama electoral.
El mismo Mariano Rajoy que ahora se acobarda ante un debate con más fuerzas políticas –a cuatro, o mejor aún, a seis– es el que hace unos meses se comprometió a que en esta campaña habría debates porque son “su medio natural”. Debates, en plural. El candidato del PP solo acepta ahora una dosis homeopática de debate, solo uno, solo con un candidato, con el mínimo riesgo y en el campo amigo de la actual y manipulada RTVE.
La excusa que pone el Partido Popular para disculpar a Mariano Rajoy es tan impresentable como la propia decisión. Dicen sus portavoces que el presidente está muy ocupado gobernando, que “no tiene el don de la ubicuidad” y que su agenda no para más. Es un argumento profundamente antidemocrático, además de falso. Este mismo lunes, mientras El País celebra otro de los debates a los que Rajoy ha dicho que no, el presidente estará en directo en una entrevista en Telecinco. No hay tiempo en la apretada agenda de Mariano Rajoy para ir a debatir con los demás candidatos, pero sí la hay para contraprogramar ese debate en otra televisión.
Rajoy no tiene tiempo para debatir con los demás candidatos, pero le sobra para inaugurar obras que llevan meses en funcionamiento, o para ir al programa de Bertín Osborne; una entrevista que él mismo solicitó. O para participar en dos programas deportivos de la COPE, –¡en dos en el mismo día!–: primero como comentarista invitado de la Champions, horas después en “El Partido de las 12”.
Obviamente, no dar la cara en más debates no es la decisión más popular y puede tener un coste electoral para Rajoy, pero en su partido asumen que el presidente tiene en los debates más votos que perder de los que puede ganar. Es posible que en el PP tengan razón al esconder a su candidato: todos los votantes de centro derecha que no tragan la política plasma de Mariano Rajoy hace tiempo que se han ido ya.
El PP ha llegado a la tristísima conclusión de que la mejor campaña que puede hacer es hacer poca campaña y en sitios donde nadie le pregunte cosas difíciles; que cuanto menos se escuche al presidente y menos se hable de política en estas elecciones, mucho mejor.
El PP prefiere que las elecciones se discutan en los programas de entretenimiento y en los de deportes, en vez de en los de información. Mucho Bertín Osborne, mucho Pepe Domingo Castaño, nada de Ana Pastor. En una metáfora que seguro que el presidente que se pega con su hijo por el Marca seguro aprecia: el PP quiere dormir el balón.
Huir de los periodistas, de las ruedas de prensa, del Parlamento y ahora de los debates electorales retrata la falta de transparencia y el bajo nivel de principios democráticos de Mariano Rajoy.
Cuando el presidente del Gobierno se esconde tras un plasma para negar los sobresueldos –un plasma pagado con dinero negro– a quien niega las respuestas no es a los periodistas, es a toda la sociedad.
Cuando Rajoy no permite que se debata en el Parlamento sobre el rescate bancario o de los sobresueldos del PP no niega información a los diputados, sino a todos los españoles representados en esa sede de la soberanía nacional.
Y cuando el candidato reduce el debate electoral a un cara a cara, y nada más, no solo desprecia a los demás candidatos y a quienes representan. Su insulto es a todos los votantes en general, empezando por aquellos que aún votan al PP y a los que este desprecio antidemocrático, por desgracia, les da exactamente igual.