1. Quien decide qué entra y qué no entra dentro de la libertad de expresión no es el PP: son los jueces. Y los jueces ya han dicho que pitar al himno no es un delito, por mucho que haya quien se golpee el pecho por tamaño “ultraje” al orgullo español. Así lo dictaminó la propia Audiencia Nacional en 2009, cuando rechazó de plano una querella de Manos Limpias tras otra final de copa. Es una protesta que puede “no ser ejemplo de educación ni de civismo”, decía el auto, pero que está amparada por el derecho a la libertad de expresión.
2. Pitar al rey tampoco es un delito; faltaría más. Ya que el jefe del Estado es el único representante de los españoles que jamás se presenta a examen ante las urnas, qué menos que aceptar las críticas y protestas de unos ciudadanos que no son súbditos, aunque a él no le puedan votar.
3. Si el Gobierno quiere sancionar por ley las pitadas al himno, está en su derecho. Pero la ley que tendría que cambiar es la Constitución, que es la que protege la libertad de expresión; no es tan fácil de enmendar.
4. El PP ha encontrado en este tema una vía de escape para agrupar sus filas y no hablar de su desastroso resultado electoral. Lo van a explotar.
5. Alguien debería preguntarse en el Gobierno qué pasa en Barcelona para que todo un estadio, o la mayor parte de él, abuchee al rey y al himno, símbolo de la unidad nacional. Es evidente que el problema que tenemos es de unidad –o de falta de ella–, pero el PP prefiere combatir el síntoma en vez de la enfermedad.
6. No es la primera vez que un Gobierno cierra el campo de fútbol del FC Barcelona tras una pitada al himno. Ya ocurrió, en 1925. Fue mérito del dictador Miguel Primo de Rivera. No es el mejor precedente al que citar.
7. Si yo hubiese estado el pasado sábado en el Nou Camp, no hubiese pitado al himno nacional. No comparto ni el motivo de la protesta ni el método. Tampoco estoy de acuerdo con la manifestación “anticomunista” de Madrid y no por ello la quiero prohibir.
8. Quienes argumentan que pitar al himno es un insulto a todos los españoles también me insultan a mí. No me siento representado en ese himno, de dudoso valor integrador y aún más dudosa categoría musical. Es totalitario atribuirse la voz de todos y al menos con la mía no cuentan. Que hablen en su nombre, no en el de los demás.
9. Las mayores ofensas a la patria las cometen quienes se llenan la boca de orgullo nacional y esconden su dinero robado en Suiza. Aunque de esos falsos patriotas en Catalunya también hay.
10. Je suis Charlie, dicen algunos. Pero solo cuando Charlie no me toca los símbolos a mí.