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Desde el inesperado resultado del 26J, circula por Internet una teoría de la conspiración que está teniendo una enorme difusión: que el Gobierno organizó un pucherazo electoral para manipular el resultado en detrimento de Unidos Podemos y en beneficio de Mariano Rajoy.
Como casi todas las conspiraciones, la teoría del pucherazo se alimenta de una frustración: la de tantos votantes de Unidos Podemos. Fallaron las encuestas y el sorpasso también, y la decepción de estos votantes ha sido tan grande como antes fueron sus expectativas. De ahí nace esta explicación irracional.
Al igual que en otras conspiraciones, el castillo en el aire del pucherazo también se levanta sobre algunos datos reales. En este caso, principalmente son estos:
1. En los primeros datos de la web oficial del recuento, el número de votantes no cuadraba con la participación.
4. Algunos ejemplos y testimonios de chapuzas o pequeñas trampas en distintas mesas circularon masivamente por redes sociales. Ésta fue una de las más populares. Hay alguna más.
5. Todas las encuestas publicadas daban un resultado distinto y se equivocaron especialmente con Unidos Podemos.
Con estos focos del fuego, y con la decepción como combustible, la conspiración del pucherazo ha prendido como un incendio sobre hierba seca. Es algo humano: refugiarse en una explicación irracional cuando algo no se entiende o no se quiere entender. Sin embargo, la conspiración del pucherazo no tiene fundamento. No hay por dónde cogerla y es fácil desmontar estos puntos uno por uno.
1. La participación
Los datos de participación no cuadraban con el voto en la web de resultados provisionales del Ministerio del Interior por el voto en el extranjero. Pasa en todas las elecciones y está bastante bien explicado aquí.
Es un escándalo, eso sí, el pésimo funcionamiento del voto rogado desde el extranjero, pero es algo que estaba igual de mal el 20D y que, por tanto, no ha afectado en absoluto al resultado del 26J. No sirve para explicar en ningún caso la caída de más de un millón de votos de Unidos Podemos en esta ocasión.
2. Indra
Esta empresa centraliza los datos pero no cuenta las papeletas, por lo que su capacidad de manipulación es casi nula. A diferencia de otros países –donde existen máquinas de recuento de votos, que sí podrían ser manipulables por algoritmos informáticos– en España el recuento es manual y lo hacen ciudadanos escogidos al azar. Los votos se cuentan en cada mesa, en presencia de los ciudadanos a los que, por sorteo, les toca participar en el proceso y de los interventores y apoderados de los distintos partidos.
Cada partido, por medio de sus interventores, apunta por separado los resultados de cada mesa y los centraliza después, por lo que lo que es muy fácil chequear más tarde si no coinciden con los oficiales que ofrece Indra. Basta con comparar.
Unidos Podemos tenía repartidos por toda España alrededor de 26.000 interventores y apoderados para 22.953 colegios electorales. Descartados los pueblos pequeños, cuyo peso en votos es menor, no había un colegio electoral de importancia donde la coalición (o el PP, o el PSOE) no tuviese gente vigilando el recuento. Si Indra hubiese manipulado los datos, los partidos lo sabrían ya. Y si los dirigentes de Unidos Podemos no se han sumado a esta descabellada conspiración es porque saben que el recuento no se amañó: porque los datos que transmitieron sus interventores coinciden con el resultado oficial.
En cuanto a la rebaja de Indra, es bastante fácil de entender. Esta empresa española lleva décadas ocupándose de centralizar los datos electorales y vende ese servicio a otros países. Para Indra, perder el contrato del 20D en España era un problema serio de imagen: si no consigues convencer en tu propio país de que eres la mejor opción para el proceso electoral, ¿quién te va a contratar en el extranjero?
3. El ministro
Que alguien como Jorge Fernández Díaz esté al frente del Ministerio del Interior daña la credibilidad de nuestra democracia y pasa factura con asuntos así: es sencillo dudar de la limpieza de las instituciones cuando se demuestra que hay un ministro que utiliza a la Policía contra la oposición. Sin embargo, el papel del Ministerio del Interior en el proceso electoral es mínimo y el margen de maniobra del ministro, aún menor.
El recuento no lo hace el Ministerio del Interior. Lo hace cada mesa, formada por ciudadanos elegidos por sorteo. Ese sorteo, además, no está centralizado en el Ministerio, sino que lo realiza cada Ayuntamiento de forma pública. Son estos ciudadanos seleccionados al azar –172.458 personas en total– quienes cuentan los votos en presencia de los interventores de los partidos.
4. Las irregularidades
En estas elecciones, se ha votado en 57.526 mesas repartidas entre 22.953 colegios electorales; el pucherazo global es difícil pero el error y las pequeñas trampas no necesariamente lo son. Y sí, es también fácil dudar de la limpieza de una parte del PP porque hay varios casos donde militantes de este partido han sido pillados haciendo trampas con el voto por correo o acarreando ancianos.
Estas trampas lamentablemente existen desde hace años –no solo en el PP– y deberían perseguirse con más contundencia, pero con ellas no haces desaparecer más de un millón de votos, como creen quienes dudan del resultado del 26J. Las razones que explican el descalabro de Unidos Podemos son otras y creo que están analizadas aquí.
En cuanto al famoso caso del pequeño pueblo de Sariego (Asturias, 1295 habitantes), más bien parece un simple error o, en el peor de los casos, una pequeña manipulación. La casilla del PCPE en el acta electoral está justo encima de la de Unidos Podemos, probablemente por eso desde la mesa atribuyen al PCPE 113 votos que en realidad tuvo Unidos Podemos. ¿Fue por incompentecia o por maldad? Pueden ser ambas cosas, pero para escamotear un millón de votos con este sistema, necesitas 9.000 mesas más. Y si se hubiese usado esa técnica de forma intensiva, la trampa no habría cuadrado con el dato de la abstención.
5. Las encuestas
Es cierto, las encuestas fallaron. Pero tampoco es la primera vez que sucede y tampoco fue tan grande la desviación como aparenta porque la forma de medirla no son los escaños, que oscilan mucho con relativamente pocos votos por la ley electoral: son los porcentajes de votos. Unidos Podemos en las encuestas aparecía con alrededor del 25% de votos de media y obtuvo un 21%, cuatro puntos menos. El PP aparecía con el 30% y sacó el 33%, tres puntos más. Y el PSOE y Ciudadanos sacaron, en porcentaje de votos, un resultado bastante aproximado a lo que daban las encuestas.
Esta desviación –tres, cuatro puntos en distintos partidos– no es muy diferente a la que hemos visto en otros procesos electorales. En el Brexit inglés, por ejemplo, donde la mayoría de las encuestas daban un resultado inverso al que se produjo. O en las elecciones andaluzas de 2012, donde todas las encuestas daban gobierno a Javier Arenas, y no ocurrió. O también en las últimas elecciones generales, donde las encuestas también fallaron bastante, aunque en esta ocasión nadie habló de pucherazo porque la desviación no benefició al partido en el Gobierno sino a Unidos Podemos. Recuerden el CIS preelectoral del 20D, cuando Ciudadanos estaba a punto de dar el sorpasso sobre el PSOE y colocarse como segundo... y quedó cuarto.
También falló el 20 de diciembre –igual que este domingo– la encuesta a pie de urna. No fue por poco: respecto al resultado final, dio siete escaños y dos puntos menos al PP, siete escaños y dos puntos menos al PSOE, un punto y 11 escaños más a Podemos y dos puntos y 8 escaños más a Ciudadanos.
¿Y por qué las encuestas han fallado tanto esta vez con PP y con Unidos Podemos? Hay análisis interesantísimos estos días, que coinciden siempre en algunos factores. Es muy difícil acertar el resultado con un sistema electoral como el nuestro y muestras tan pequeñas. Además, había voto oculto en el PP: gente avergonzada de lo que votaba y que mentía en las encuestas. Y, por el lado de Unidos Podemos, había gente muy orgullosa de su voto, y que tenía más ganas que el resto de responder a los encuestadores. Todos los votos cuentan igual en las urnas, pero no todos los votantes responden igual en las encuestas.
Del 11M al 26J
Sin duda es de agradecer que ni uno solo entre los dirigentes de Unidos Podemos se haya sumado a la conspiración del pucherazo porque el daño para la democracia que provocan estas teorías es gravísimo. En las últimas horas he hablado con varios de ellos. Ninguno da al pucherazo la más mínima credibilidad. “No debemos encubrir nuestros posibles errores políticos, y está claro que los hay, con conspiraciones hipotéticas”, me asegura uno de ellos. No he encontrado a uno solo que realmente crea en la posibilidad del pucherazo.
Afortunadamente, Unidos Podemos no ha azuzado a sus “peones morados” como antes lo hizo el PP con los peones negros del 11M. Acusaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, y no las hay.
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