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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Los tomates de la vergüenza

Jordi Sebastià

Eurodiputado de Compromís-Primavera Europea —

Hace más de cinco meses que el Tribunal Europeo de Justicia anuló el acuerdo comercial entre la UE y Marruecos por incluir entre los productos que se beneficiaban de las ventajas contempladas en él a los que provenían del Sahara Occidental. La sentencia era muy clara y reprochaba con un tono bastante duro la actitud del Consejo Europeo –que representa a los estados-, por no haber tenido en cuenta que ni la ONU ni la propia Unión Europea han reconocido jamás la soberanía de Marruecos sobre la antigua colonia española. La sentencia, además, reconocía al demandante, el Frente Polisario, como organización legítima para plantear el recurso.

Los argumentos del tribunal no aportaban nada nuevo, se limitaban a recordar lo que los organismos internacionales han repetido una y otra vez: el Sahara Occidental no es territorio marroquí –y por tanto Marruecos no puede negociar en su nombre- y la antigua potencia colonizadora, España, debe implicarse para asegurar que se cumple la voluntad del pueblo sobre el futuro de su país. Pero para la Unión Europea esta sentencia resultaba muy molesta porque hacía evidente la actitud hipócrita que mantiene respecto al conflicto saharaui. Sin reconocer oficialmente la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, la UE se la da de facto con los acuerdos comerciales agrícolas y pesqueros.

El lobby marroquí, persistente y muy activo, comenzó a agitarse en Bruselas e inmediatamente los portavoces europeos –con España a la cabeza- anunciaron que presentarían un recurso porque Marruecos es un “socio preferente”. En la Delegación del Magreb del Parlamento Europeo tuve que asistir a una bochornosa sesión en la que el representante del Consejo proclamó que “las decisiones de ese Tribunal no son vinculantes” o “la ONU dice muchas cosas pero no a todas hay que hacer caso”. Sin que nadie me pudiera explicar el porqué y contra lo que es habitual en el Parlamento, aquella reunión no fue registrada en vídeo.

Pero a Marruecos aquello no le pareció suficiente y a finales del pasado mes de abril anunció la suspensión de todo “contacto” con la UE, enfadado por el fallo judicial. Podría resultar una decisión sorprendente para quien no esté acostumbrado a las actitudes chulescas del reino alauita pero para un gobierno que insulta al secretario general de la ONU y que expulsa a los delegados civiles de la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental) sin que eso le genere ningún problema, aquello fue el paso natural.

¿Y desde entonces qué ha pasado? Como suelo acontecer con Marruecos, nada. La comunidad internacional sigue callada y los productos producidos ilegalmente en el Sahara ocupado siguen llegando a Europa. El tomate es probablemente el caso más conocido y vergonzoso. Los tomates saharauis, producidos por grandes empresas marroquíes y francesas –el gran aliado del sangriento reino alauita- siguen invadiendo la Unión Europea. Producidos en territorio ocupado ilegalmente, tratados con productos prohibidos en la UE y recolectados en muchos casos por mano de obra infantil, llenan los estantes de las grandes cadenas de distribución. Buena parte de ellos provienen de los conocidos “Domaines agricoles”, la empresa del propio rey Mohamed VI que, entre otros lugares, tiene zonas de producción junto a la ciudad saharaui de Dajla.

El tomate se ha convertido en el símbolo de una de las mayores vergüenzas de Europa, incapaz de plantarle cara a un vecino del sur que cada vez la menosprecia más. Utilizando su imagen de aliado contra el terrorismo islámico –aunque es el país del Magreb que más yihadistas activos tiene- , convirtiéndose en el celoso carcelero de los pobres parias que quieren huir del África subsahariana en llamas, y chantajeando periódicamente con “recuperar” Ceuta y Melilla, al bravucón marroquí no hay quien lo pare. Eso es lo que ocultan esos tomates a tan buen precio; eso y la tortura y la represión que el régimen alauita aplica sistemáticamente sobre sus propios ciudadanos.

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