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Kattalin Miner y Moio, su amigo trans que se quitó la vida: “Hay quien no conoce la realidad trans y los deshumaniza”

La periodista y escritora Kattalin Miner, autora de 'Moio'

Maialen Ferreira

Bilbao —

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Han pasado 17 años desde que Aimar Elosegi, también conocido por sus amigas como Moio, se quitó la vida un 23 de abril de 2007 en Hernani (Gipuzkoa). Como él mismo escribió en una carta de despedida, por los “problemas” que le producía no poder ser “un chico normal”. “A lo largo de mi vida he tenido muchos problemas, y sé que nunca seré como soy realmente. Sé que para muchos, esta no es la solución, pero para mi sí, porque nunca seré como quiero ser y como debería ser. Nunca seré un chico normal”, detalló Moio en la última carta que escribió ante una sociedad incapaz de entender, por aquel entonces, que era un chico trans.

En el décimo aniversario de su muerte, una de sus amigas, la periodista y escritora Kattalin Miner, recogió su historia en euskera partiendo de entrevistas con familiares y amigos. Ahora, 17 años más tarde de lo ocurrido, la historia de Moio ha sido traducida, con ese mismo título, al castellano. 'Moio' (ed. Libros del K.O) cuenta con la traducción de Irati Iturritza y se trata de una versión adaptada del libro original en euskera publicado en 2017. El objetivo de Miner, según confiesa a este periódico, es que la lucha de su amigo, como él mismo pidió, no quede en el olvido. “Me di cuenta de que ya nadie hablaba sobre Moio, que el tema había quedado en silencio. Ese silencio es lo que me empujó a querer escribir”, reconoce la escritora, que describe 'Moio' como un libro que “mueve, agita y al mismo tiempo sana la memoria y la herida de un pueblo y de una familia”.

¿Quién es Moio?

A estas alturas, para mí Moio son muchas cosas. Es mi amigo, aquel chaval de 21 años que se suicidó en 2007 porque era trans, entre otras cosas, pero porque era trans, pero hoy en día, también se ha convertido en una persona que está llena de simbolismos tras su muerte, que se ha convertido en libro y que lo ha compartido muchísima gente. Para mí son dos Moios diferentes, está el que era mi amigo y el que comparte su historia.

¿En qué momento siente que debe escribir este libro?

En el décimo aniversario de su muerte sentí que ya no había tanto dolor o que el duelo había pasado a otra fase y noté cierta tranquilidad. Hasta que empecé a encontrarme mal porque me di cuenta de que ya nadie hablaba sobre Moio, que el tema había quedado en silencio. Ese silencio es lo que me empujó a querer escribir, reflexionando mucho conmigo misma, pero también hablando con mucha gente para saber cómo lo llevaban, cómo habían vivido la muerte de Moio y cómo lo recordaban. Al pasar tanto tiempo veía que podía llegar a olvidarse. Ver que fue una muerte tan pública y social y que, de repente, haya sido relegada al plano íntimo y al silencio me activó para escribir.

En 2007 no sabíamos lo que suponía ser trans. Los referentes que teníamos eran poquísimos, muy fetichizados y venían desde la farándula

En el libro recoge distintas voces, entre ellas la del hermano de Moio o la de sus amigas. Hablar del suicidio siempre es complicado, pero ¿en un caso como este lo es más?

Paradójicamente, cuando empecé el libro me cruzaba mucho el tema del suicidio y pensaba mucho en ello. Cuando te toca cerca es algo que te mueve, mueve todos tus cimientos, pero lo que me encontré cuando entrevisté a las personas que participan en el libro es que aunque es cierto que el tema del suicidio era un tabú, más lo era el hecho de que Moio fuera trans. Eso lo dice el hermano de Moio, Ander, que cuenta que a él no le costaba decir que su hermano se había suicidado, que lo que le cuesta es explicar por qué. Entonces vi que el mayor nudo que se le había quedado a la gente y por lo que guardaban más silencio no era por el suicidio, sino por lo trans.

¿Y por qué cree que ocurre eso?

Porque en 2007 no teníamos ni idea, no sabíamos lo que suponía ser trans. Los referentes que teníamos eran poquísimos, muy fetichizados y venían desde la farándula así que eran muy lejanos para nosotros. Esto lo explican las amigas y el hermano. El silencio que guardaron durante años no era un silencio parado, era de sanación, por una parte, pero de seguir aprendiendo y entendiendo, por otra. Maialen Lujanbio también lo cuenta en el libro cuando dedica unos 'bertsos' a una persona trans en 2017 y dice que hay un momento en el que la sociedad te empieza a entender, pero si los hubiera cantado antes, nadie hubiera empatizado. Cuando empecé a escribir el libro ya era ese momento en el que nosotras podíamos hablar de lo que ya conocíamos, ya habíamos reflexionado sobre ello y la gente lo podía recibir también.

¿Por qué cree que cuesta tanto entender la realidad trans?

Lo trans lo que nos deja en evidencia no es tanto la existencia de personas que tienen una incongruencia respecto al género que se les ha asignado al nacer, sino que, lo que nos muestra, es que tenemos una sociedad montada en un binomio hombre-mujer súper rígido y que oprime mucho. La existencia de las personas trans cuestiona la misma existencia de las personas cis. Nos mueve de nuestro sitio. Eso genera mucha incomodidad porque quien cumple 'la norma' más o menos bien, no se quiere mover de ahí. Esa es una de las razones, pero hay otra y es el desconocimiento. Se trata de una realidad muy lejana para muchas personas y hay gente que me ha dicho que su primer contacto con la realidad trans ha sido a través de este libro y que les ha valido para cambiar su punto de vista. La gente que no tiene contacto con esta realidad tiende a deshumanizarla, pero a la mínima que se acerca y la conoce, su concienciación y sensibilización aumenta muchísimo.

¿Duele más cuando los ataques tránsfobos vienen de colectivos o mujeres que se consideran de izquierdas o feministas?

Para mí es muy violento y doloroso que los ataques tránsfobos se hagan en nombre de un feminismo o de la izquierda. Yo no creo que así sea. No creo que ninguna persona de izquierdas o feminista pueda considerarse a sí misma eso si busca la opresión, la no existencia o la vulneración de derechos de otras. Una cosa es que ellas se denominen así y otra es que validemos la autodeterminación de las feministas transexcluyentes. Para mí es un oxímoron de por sí. De todas formas, me gustaría destacar que esa es una parte muy pequeña, aunque hace ruido y mucho daño, no le niego la capacidad que tiene porque también ha venido aupada por la extrema derecha. Aun así hay una gran parte del feminismo que considera que las personas trans son feministas, son parte del movimiento y que todas somos primas hermanas.

A Moio le diría que la lucha que él empezó no se está escondiendo, que se está repartiendo a los cuatro vientos

También recoge en el libro la voz de Brayan, un chico trans de Hernani que vive una realidad distinta a la de Moio. ¿La situación está mejorando?

Sí y creo que hay que subrayar que las cosas están mejorando, aunque con todas las precauciones. La entrevista de Brayan hace ver claramente que la situación en 2005 o 2007 es muy distinta a la de 2017 o 2020, afortunadamente. Ha cambiado que a día de hoy existen los referentes trans, que hay leyes, aunque estén incompletas, pero que están blindando derechos y que hay mas conciencia. Queda mucho por hacer, la transfobia sigue muy vigente, pero me gusta que el final que le da Brayan al libro porque después de entrevistas delicadas, densas y dolorosas, él habla con una ligereza y cuenta una transición totalmente diferente a la que vivió Moio. Le da un final esperanzador al libro.

¿Cuál es su objetivo con este libro?

El padre de Moio, cuando le dije que quería escribir un libro me dijo que con que ese libro le valiera a una sola persona, a él le valdría. Y creo que han sido muchas más, muchísima gente lo ha leído y lo recomienda porque le ha servido para acercarse a este tema, para entenderlo y replantearse las cosas. Es un libro que mueve, agita y al mismo tiempo sana la memoria y la herida de un pueblo y de una familia.

¿Qué le diría hoy a Moio?

Han pasado 17 años desde que Moio se suicidó y él se quedó siempre como ese chaval de 21 años, pero yo ya no soy esa chavala. Yo cada vez me veo más adulta mientras que a él le veo más niño. Le diría, sin duda que la lucha que él empezó y dejó por escrito pidiendo que no se escondiera, no se está escondiendo, que se está repartiendo a los cuatro vientos.

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