Domingos Merino: así pudo ser A Coruña
Fue el primer alcalde de A Coruña después del franquismo. Los cinco concejales obtenidos –contra todo pronóstico– por Unidade Galega y el posterior apoyo de la izquierda convirtieron a Domingos Merino Mexuto en regidor de una ciudad que, controlada como estaba por los “poderes fácticos” y la burguesía propia de la dictadura, vio cómo un hombre trabajador del popular barrio de Monte Alto, republicano, de izquierdas y nacionalista se convertía en su líder.
Domingos Merino fue el alcalde de una localidad muy alejada de los tópicos que aún hoy en día se escuchan y que tienen mucho más que ver con la figura y el localismo impulsado más tarde por Francisco Vázquez y su corporación municipal que con la realidad de su mayoritaria y popular población. Entre 1979 y 1981 ostentó la alcaldía un regidor que el próximo 29 de abril recibirá un homenaje en el Circo de Artesanos de A Coruña, 35 años y diez días después de que asumiera su cargo. Aquel 19 de abril de 1979 en el que un alcalde electo volvía a María Pita 43 años después y que izó la bandera gallega y retiró un busto del dictador Franco de la sede municipal nada más llegar. El último alcalde electo por voluntad popular, Alfredo Suárez Ferrín, había sido depuesto por las armas el 22 de julio de 1936, siendo fusilado dos meses después.
“Cuando él llegó a la alcaldía yo tenía 13 años y fue un momento de shock; la ciudad hervía en creatividad al acabar la dictadura, con el colectivo poético De Amor e Desamor, la efervescencia de los pintores, el jazz... Y de pronto aparece un alcalde que nada tenía que ver con el perfil franquista al que estábamos acostumbrados; él era una persona de las nuestras, tan nuestra que vivía al otro lado del patio de luces de mi casa, en la calle Marconi”, relata el músico Xurxo Souto.
Él, como muchos otros, recuerda “la novedad e impacto” que supuso en aquella Coruña que un chaval de las Atochas de Monte Alto, un trabajador de uno de los barrios más populares de la ciudad y gallegohablante fuera el regidor. Representaba una de las dos almas de la urbe a las que siempre alude Souto. “A Coruña siempre tuvo esa pulsión creativa que le da su propia naturaleza, el hecho de estar clavada en el Atlántico como si fuera un barco, pero también esa otra alma provinciana, gris, oscura y un tanto elitista”. Esa último alma y sus representantes (la burguesía económica, la Iglesia y los poderes fácticos) nunca vieron en Domingos a su alcalde.
“Las fuerzas y poderes fácticos de A Coruña se asustaron porque después de cuarenta años de total dominio económico y social, después de décadas poniendo y quitando alcaldes, vieron cómo se ponía en peligro su poder, tanto en lo político como en aspectos tan relevantes como el urbanismo”, relata Manuel Monge, escritor y ex concejal por el BNG en la ciudad, que recuerda cómo Domingos Merino “decidió poner los plenos a las ocho de la tarde para que la gente pudiera asistir y participar”.
“Había colas para poder entrar y se promulgó un mecanismo de participación ciudadana que hoy en día sería denunciado por el PP; fue un revolucionario en muchos sentidos y eso no gustó”, añade. “Para los sectores instalados en el poder era un ser extraño, un elemento a batir porque representaba a la Coruña más popular, más creativa y más culta. En clave gallega, era el mundo al revés. Era molesto para ese entorno pero dejó una huella de simpatía enorme”, insiste Xurxo Souto, que cree que reivindicar a ese primer alcalde tras el franquismo es también reivindicar una ciudad alejada de los tópicos, la que luego se encargaron de ir “laminando” los diferentes gobiernos municipales. “Sufrió un boicot total”, añade Monge.
Después de llegar a la alcaldía en 1983, Francisco Vázquez impuso un nuevo modelo de ciudad con tanta eficacia que incluso pudo parecer que no había alternativa. La ciudad de los grandes centros comerciales, la ciudad de los aparcamientos subterráneos, la “ciudad de servicios”, como literalmente defendió el alcalde del PSOE. Frente a ese modelo, Camilo Nogueira había escrito un artículo de fondo en el que defendía una A Coruña diferente, una “ciudad industrial y portuaria”, un análisis al que el tiempo le ha ido dando la razón. “El centro de A Coruña aún sufre los efectos de esas políticas erradas”, destaca Nogueira.
Para Camilo Nogueira, que compartió actividad política con Merino tanto en Unidade Galega como en el PSG-EG y en el BNG, “el gobierno de Domingos Merino era un gobierno cordial, en el que era posible buscar alianzas para que primara el bien de la ciudad. Y en cambio lo que hicieron fue crear una coalición contra él”. “Creo que hizo un gran papel como alcalde de A Coruña”, concluye Nogueira, pero “tuvo, por desgracia, muchos contrincantes, incluso algunos inesperados”. Nogueira destaca, además, que “siempre fue una persona cordial, siempre lo consideré un buen amigo, y estoy seguro de que él también lo hace”.
“Sigue existiendo ese tópico de que, por ejemplo, A Coruña es monolingüe en castellano y es un tópico que es difundido también por finos analistas de este país que presumen de serlo; cuando decimos, con datos, que esta es la ciudad donde más gente habla gallego en términos absolutos, no lo creen. Y no lo creen porque Francisco Vázquez se encargó más tarde de hacer toda esa campaña localista y antigallega”, cuenta Xurxo Souto, que cree que “toda la creatividad” de la urbe “resistió” a pesar de todo. “La otra Coruña sigue viva y presente y reivindicando a Domingos también reivindicamos esa alma”.
“Lois Pereiro, Radio Océano, Manolo Rivas, Pilar Pallarés, Lino Braxe... Todas estas figuras y muchas más debían haber sido mimadas por el Ayuntamiento, pero fueron apartados y perseguidos durante años. A pesar de todo, y a pesar del gobierno municipal, la cultura gallega siguió viva. Todo lo que soy yo se lo debo a aquella época coetánea con Domingos”, insiste Xurxo Souto, que coincide con Manuel Monge al afirmar que “la imagen que se transmite de A Coruña de poco gallega no tiene nada que ver con la realidad”. “Solo hay que pasear por los barrios o ir a las tiendas para comprobarlo”.
“El balance que se hace de su paso por la alcaldía tiene mucha falta de valoración política y queda en aspectos anecdóticos como que no apoyara al Rey tras el 23-F o que no recibiera a ciertas autoridades con corbata”, recuerda Monge, que cree que “el problema de fondo” es que el alcalde nacionalista y de izquierdas “representaba una alternativa política a lo existente”. “Rompía con los moldes y por eso fue acosado y perseguido”, añade quien no comprende cómo aún se puede decir “que estuvo mal aconsejado”.
“Si no apoyó al Rey es porque fue consecuente con sus ideas republicanas, igual que otros grupos municipales de la actualidad tampoco lo harían. ¿Quién apoya realmente la monarquía en la calle?”, se pregunta Monge, que recuerda cómo tras su dimisión, y después de meses de acoso, los poderes de A Coruña “pusieron todo en su sitio”. “Llegó Francisco Vázquez, que era el candidato del capital, de la Iglesia y del poder económico, y lo primero que hizo fue dar por finalizado el proyecto urbanístico que pretendía evitar la especulación; luego pasó lo que pasó y llegaron los atropellos que todos pudimos ver”, asegura. “Negreira, el actual regidor, no es más que la continuación en el poder de la figura que apoyan los poderes fácticos de la ciudad”, insiste.
No obstante, la figura de Domingos Merino sigue siendo olvidada. Más que olvidada, “escondida e invisibilizada”, como recuerdan los que lo conocieron de cerca. El homenaje que el próximo martes se le dará en A Coruña pretende reivindicar su figura, su época y, también, lo que pudo ser y no fue. O no lo fue del todo.
Urbanismo y capitalidad, argumentos para una persecución
Discurso de Domingos Merino en la plaza de María Pita
Hace 35 años, el 19 de abril de 1979, Domingos Merino se convertía en el primer alcalde de A Coruña elegido democráticamente desde 1936, acabando así con una peculiar situación transitoria en la que casi dos años después de las primeras elecciones legislativas de la Transición (en junio de 1977), los ayuntamientos seguían gobernados por corporaciones procedentes de la dictadura. Era, además, el primer alcalde nacionalista de la ciudad, militante del Partido Socialista Galego (PSG), integrado junto con el Partido Obreiro Galego (POG) y el Partido Galeguista (PG) en la coalición Unidade Galega (UG).
Estas elecciones municipales dejaron en toda España una victoria de las izquierdas, frente al dominio de la UCD en los dos comicios legislativos previos. También en Galicia, donde estaba en disposición de hacerse con las alcaldías de Vigo, Ferrol o A Coruña a través de pactos. Así llegaron los llamados Pactos del Hostal, en los que PSOE, UG, PCG y BNPG acordaron apoyarse entre sí para hacerse con un buen manojo de gobiernos municipales. Unidade Galega obtuvo en esas primeras elecciones municipales resultados muy destacados en muchas villas y ciudades de Galicia, como A Coruña, Vigo, Compostela, Pontevedra, Redondela, Moaña, Vilaboa o Narón. A cambio del apoyo que le prestaba al PSOE para gobernar en Vigo y en numerosas villas, exigía la alcaldía de A Coruña, a pesar de que había obtenido un concejal menos que el PSOE de Antonio Carro. Finalmente, y a pesar de las reticencias de Alfonso Guerra, hubo acuerdo: A Coruña tenía un alcalde nacionalista.
El 19 de abril de 1979, Merino tomó posesión en María Pita. Lo hizo con un discurso en el que destacó que “A Coruña tiene que ser un faro para Galicia, algo de lo que todos los gallegos nos sintamos orgullosos. La creación de las Irmandades da Fala, de la Cova Céltica y de la Academia Galega, entre otras, son pruebas evidentes de que A Coruña no vive de espaldas a Galicia”. Además, en esta primera intervención, invitó a todos los ciudadanos y ciudadanas a participar en el gobierno municipal: “el Ayuntamiento tiene que ser la casa de todos, y todos los ciudadanos deben tener la posibilidad de participar en la política municipal”.
Merino, consumado ajedrecista (fue subcampeón de España en varias ocasiones), había hecho una buena apertura. Pero la paz duró poco. Su llegada a la alcaldía no gustó en ciertos sectores de la ciudad, entre los tradicionales detentores del poder, los que lo habían ocupado en las décadas anteriores y querían seguir haciéndolo. La mayoría de Merino era frágil, comenzando por la propia coalición de Unidade Galega, y aun lo era más el apoyo del PSOE. Por un lado estaba el espinoso debate sobre la capitalidad de Galicia, que sectores de la derecha antiautonomista jaleaban contra el Gobierno municipal y que llenó muchas portadas y páginas de la prensa durante los dos años que Merino resistió en la alcaldía.
Sin embargo, más importante que todo ello fue el intento del Gobierno de izquierdas de elaborar un plan urbanístico para la ciudad. El arquitecto Rafael Bárez, líder del PCG y concejal de Urbanismo, fue el encargado de redactar un plan que evitara algunos de los despropósitos desarrollistas y especulativos que habían dejado las décadas anteriores, afirmando un urbanismo responsable y sostenible para las décadas siguientes y creando la estructura para un funcionamiento adecuado de la amplia área metropolitana coruñesa. Sin embargo, constructores y otros grandes poderes económicos nunca vieron con buenos ojos una norma que acotaba sus actuaciones y sus beneficios. Aquí es donde hay que buscar las verdaderas razones de la caída de Merino.
Una primera victoria para este grupo de poder se confirmó con la no aprobación del PGOM en uno de los últimos plenos de la legislatura, debido a la negativa del PSOE de Francisco Vázquez a apoyarlo. Las elecciones de 1983 trajeron una victoria incontestable de Vázquez y un plan de urbanismo al gusto de constructores y promotores inmobiliarios, que sentó las bases de lo más negativo de A Coruña que hoy conocemos.
La Capitalidad
Sólo una semana después de su toma de posesión, el 26 de abril, se convoca en el Pazo de los Deportes un acto a favor de la capitalidad de A Coruña. Ciertamente había muchas personas en la ciudad que desde un galleguismo sincero defendían la conveniencia de que A Coruña fuera la capital de Galicia. Sin embargo, el movimiento estaba liderado por los sectores más conservadores y antiautonomistas, algunos directamente franquistas. Merino, como alcalde, fue invitado al acto.
En una entrevista publicada en Vieiros en 2005, Merino señala que “si rechacé fue porque consideré que realmente no estaba encaminado a la defensa de la capitalidad, sino intentando presentar una supuesta incompatibilidad de A Coruña con Galicia. Y en realidad era un ataque al proceso de consecución del autogobierno para Galicia. Así que no fui. Pude ir allí y convertirme en uno de esos alcaldes populistas. Pude hacer ese papel, pero a mí me repugnaba”.
Quien sí cumplió a la perfección ese papel populista fue Francisco Vázquez, que incluso apareció en muletas y con una pierna escayolada tras un accidente, incrementando el dramatismo de la situación. Vázquez, González Dopeso y Begoña Bonet (presidenta de la Asociación de Amas de Casa de A Coruña) fueron los protagonistas de un acto que sirvió básicamente para atacar el gobierno preautonómico de Rosón y a Merino, de quien se pidió la dimisión. Perfecto Conde, en una crónica publicada en El País, incluso destacó que “No se había vuelto a escuchar en La Coruña una manifestación popular de ecos tan enfebrecidos y de connotaciones tan derechistas como la de ayer”.
Merino destaca que “el acoso empieza desde el momento de la toma de posesión. Además, la oposición encontró un tema: la capitalidad, aunque más que encontrarlo lo buscó, para dar rienda suelta a la vía de la demagogia. Encontró un filón y se enganchó a él, una parte del PSOE se enganchó a eso, a presentar como incompatible A Coruña con Galicia”.
Durante los meses siguientes se mantuvo la presión de estos sectores y también de la prensa local, aprovechando el tema de la capitalidad y otros, como la retirada de los símbolos religiosos en su despacho o su presencia o no en actos confesionales, como la procesión de la Virgen del Rosario. Ya en 1980 comienzan los primeros rumores sobre las maniobras de ciertos sectores del PSOE, encabezados por Francisco Vázquez, para expulsar a Merino de la alcaldía y colocar a Antonio Carro. En la operación, ofrecida a la UCD, se le cedería la alcaldía de Vigo a los ucedeos, aprovechando además para defenestrar a Soto. Sin embargo, una moción de censura presentada en octubre de 1980 por la UCD no sale adelante.
En la mencionada entrevista de Vieiros, Merino destaca que “manejar una corporación como aquella es muy complicado. Sobre todo cuando no hay mayoría absoluta. Pero también es una buena experiencia democrática. Una sociedad plural también es una sociedad viva y debe tener su reflejo en unas elecciones, como sucedió en aquel momento. El pluralismo es muy positivo”.
Jaque en tres
La presión se incrementó a partir de enero de 1981. Después de un accidentado pleno en el que PSG, POG y BNPG presentaron una moción que rechazaba la sanción impuesta a una maestra de Dices-Rois por impartir sus clases en gallego, la prensa local denunció lo que consideraba “caos” en la vida municipal. La Voz de Galicia pedía al día siguiente la dimisión de Merino en una información: “El cambio es urgente. El vergonzoso espectáculo acaecido durante el Pleno del viernes es una muestra del progresivo deterioro de la actividad municipal”. En el texto, el periódico afirmaba que “Se tocó fondo ya y ahora habrá que elegir entre permanecer en ese fondo o intentar regresar la la superficie (...) Hay que soltar todo el lastre”.
Ya el 4 de febrero, La Voz titulaba “La Coruña: Los grupos municipales de UCD, PSOE y CD solicitan formalmente la dimisión del alcalde”, en una campaña que día a día se intensificaba. En las informaciones el periódico incluso elevaba a noticias anécdotas como “su afección gripal va evolucionando favorablemente, si bien persiste todavía el estado febril”. O, por ejemplo, en una entrevista sin firmar que le realizan en esas fechas en su casa, La Voz destaca que el alcalde se encontraba en “bata de cuadros” y sobre sus libros decía que “la mayor parte de ellos en gallego, algunos en portugués y francés y pocos en castellano. Estos eran de temas políticos, desde El Capital hasta una biografía de Stalin”.
El 23F precipita los acontecimientos en A Coruña. Tras el fracaso del golpe de estado, se convoca un pleno en el que se presenta una moción de condena de la acción de Tejero y de apoyo al Rey y a la Constitución. Merino se abstiene. La reacción en la prensa local es inmediata: El Ideal Gallego escribe “no merece él calificativo de demócrata ni ostenta con legitimidad moral ni política un cargo público (...) el señor Merino, con su partido, ha entrado en un cúmulo de contradicciones que hacen incomprensible su permanencia en la Alcaldía (...) que se abstenga también de su cargo: que dimita”.
Merino dimite el 26 de febrero, y el 1 de abril Joaquín López Menéndez, de UCD, es elegido alcalde. Sin embargo, era ya otro quien mandaba. El 1 de marzo El Ideal Gallego publicaba una entrevista de varias páginas con Francisco Vázquez titulada “Francisco Vázquez, a tumba abierta. La Coruña se juega ahora su futuro”, en la que el futuro regidor destacaba que “La ciudad ha sido vejada y humillada por la posición política del alcalde”, “El PSG mantiene posturas similares a Herri Batasuna, desestabilizadoras y amenazadoras para la democracia y la libertad” y “El Ayuntamiento no tiene que tratar el aborto, el divorcio, ni farrapos de gaita”.
Al día siguiente, un artículo de Enrique Arce en el mismo periódico ponía negro sobre blanco el proceso político que se estaba viviendo en A Coruña y en todo el país, alejados los peligros de la radicalidad democrática de la Transición: “Por fin un líder socialista coruñés se ha definido con rotundidad sobre la crisis municipal. Ya era hora (...) Aún es tiempo de enderezar el camino”.