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GRÁFICO

El 'Mapa del Miedo' de las agresiones sexuales en Galicia

El 'Mapa del Miedo' recoge ya más de 150 historias de agresión y acoso en toda Galicia

Marcos Pérez Pena

A mediados de enero la pontevedresa Jessyca Ocampo, estudiante de fotografía en Compostela, puso en marcha el Mapa do Medo (Mapa del Miedo). Su objetivo era recoger testimonios de mujeres gallegas que habían sufrido agresiones sexuales en espacios públicos y, además, geolocalizar esas agresiones, para alertar al resto de las mujeres de los peligros concretos que puede haber en una zona determinada. La iniciativa se inspira en otra llevada a cabo en Brasil -Chega de Fiu Fiu- creada por la organización feminista OLGA. Un mes después, el Mapa del Miedo cuenta ya con más de 150 relatos de situaciones de acoso, intentos de violación, tocamientos y otras vejaciones sufridas por gallegas de todas las edades en distintos puntos del país. Y el proyecto no deja de crecer.

Con el Mapa del Miedo, Ocampo buscaba “plasmar lo que sucede cuando una mujer va sola por la calle de noche. Intentar transmitir cómo se siente y que se vean las distintas situaciones por las que puede pasar. O cómo nosotros podemos actuar en caso de que nos veamos en una situación de peligro”. El proyecto comenzó recogiendo testimonios en Santiago de Compostela (de hecho, la ciudad suma por ahora el mayor número de relatos), pero la iniciativa muy rápidamente se extendió al resto de ciudades del país, con un gran número de historias en Pontevedra, Vigo, Lugo o A Coruña.

“Nadie debería tener miedo de caminar por las calles simplemente por ser mujer. Por desgracia eso es algo que ocurre todos los días. Poco se discute y casi nada se sabe sobre el tamaño y la naturaleza del problema”, se destacaba en la web brasileña. Una lectura demorada por las docenas de historias publicadas hasta ahora permite tomar conciencia (sobre todo a los hombres) de una realidad que sufren o pueden sufrir todas las mujeres en cualquier momento.

“Cuando toqué el timbre para anunciar mi parada, decidieron bajar también y me siguieron hasta mi portal, silbándome y diciendo cosas asquerosas. Yo me quedé totalmente bloqueada y llegué a casa temblando”, se puede leer en uno de los testimonios. “Uno de ellos me decía que si no me quedaba quieta me iban a matar y, mientras, me hacía heridas por todo el cuerpo con un objeto punzante. Yo veía negro, en ese momento sólo quería morir. Por suerte, antes de forzarme, apareció un coche”, relata otra de las mujeres.

Entre las 150 situaciones denunciadas hay muchas que tienen lugar por la noche, pero también por el día. En calles desiertas, pero también rodeadas de otras personas que en muchos casos prefirieron mirar para otro lado (en otras ocasiones, en cambio, su intervención fue determinante para alejar al agresor). En discotecas, en autobuses y en las paradas del autobús. En colegios y facultades universitarias, incluso con acosos a cargo de maestros y profesores.

“Empecé a caminar más rápido y ellos también, seguían diciéndome cosas. No había nadie en toda la calle y se me empezó a acelerar el corazón. Ese día lloré como una niña, nunca tanto miedo había pasado como aquella noche”, relata otra de las mujeres que ha escrito su historia en el mapa.

Algunos de estos ataques fueron denunciados ante la Policía y muchos otras (la mayoría) no lo fueron, destacando varias de las mujeres que habían decidido no acudir a las autoridades por miedo a no ser creídas o para no tener que encontrarse de nuevo sus agresores. “Mi peor error fue no denunciar los hechos en la policía, pero tenía mucho miedo, no quería volver a verles la cara y no quería que se pusiera en duda nada de lo que yo contaba”, dice una de ellas.

El mapa al inicio recogía testimonios sólo de Compostela, pero ahora ya se ha ampliado a toda Galicia. ¿Cómo nace la idea de llevar a cabo este proyecto? 

El proyecto nace centrado en Compostela, porque parte de un trabajo de clase, de reportaje fotográfico. Yo quería mostrar en mis fotos la violencia machista que sufrimos todos los días. Pero una profesora vio el proyecto y me animó a buscar los mapas del miedo que se habían hecho en Brasil. A través de las redes sociales animé a que me enviaran denuncias y testimonios y comenzaron a llegar docenas de historias de toda Galicia, que fui recogiendo en un mapa, para que todo el mundo pueda ser consciente del que pasa en nuestras calles.

¿Por qué es importante que se visibilicen estas agresiones?

Hay muchas situaciones y comportamientos que la sociedad tiene normalizados, y que no deberían estarlo. No es normal que una chica vaya por la calle y que un hombre o un grupo de hombres le griten o le digan cualquier cosa. Con este tipo de iniciativas se pone de manifiesto que la agresión o la situación de acoso que ha sufrido una mujer no es un caso aislado y, además, contarlo públicamente le sirve a esa mujer para desahogarse, porque muchas veces sucede que son cosas que no se cuentan. Y, por otra parte, los hombres cuando leen este tipo de testimonios pueden ser conscientes de lo que está sucediendo, o incluso darse cuenta de que ellos también llevan a cabo esos comportamientos.

Hay mujeres que confiesan que pocas veces habían contado lo que les había sucedido. ¿Por qué resulta tan difícil hacer público esto?

Sí, en el mapa hay alguna historia de agresiones que tuvieron lugar hace años, y que ellas mismas reconocen que pocas veces habían contado. Hay ocasiones en que la propia sociedad también juzga a las mujeres que fueron agredidas. “¿Por qué ibas sola por la calle?” es una pregunta habitual. ¿Pero por qué no voy a ir sola por la calle? Yo no debería tener que andar con cuidado caminando por mi barrio o paseando a mi perro por la noche. Hay muchos silencios sobre algunos de estos temas. Y el mapa es también una forma romper con estos silencios.

En las historias también se encuentran situaciones que tenían lugar con mucha gente alrededor, que veían como algo normal lo que estaba sucediendo o que miraban para otro lado. ¿Tenemos que reflexionar como sociedad sobre esto? 

Sí, creo que la sociedad en general está poco involucrada con este tema. Tenemos que comenzar a darnos cuenta de que estas situaciones se pueden cambiar, de que se les puede echar una mano a las mujeres que vemos que están sufriendo estas agresiones. Creo que leyendo estas historias una persona puede reflexionar sobre el tema y la próxima vez que vea algo así por la calle ser más consciente de lo que está pasando, para poder ayudar.

En los últimos tiempos está habiendo un movimiento de visibilización y denuncia de las agresiones machistas. Pero frente a estas denuncias siempre surgen voces que ponen en entredicho los relatos de acoso, que cuestionan su importancia o que critican que con esto se acaba con “la seducción” o no sé que más. ¿A qué se deben estas reacciones? 

Sí, nos llaman exageradas, dicen que esto no es para tanto, que por qué no se puede piropear... El mismo hombre que un día me dice algo por la calle, al día siguiente igual agarra por el brazo a otra chica, y al otro día puede que le haga algo más a otra. Es que no tienes por qué molestarme por la calle, es que yo no debería tener que preocuparme cuando voy sola por la noche. El problema es que esas actuaciones están normalizadas, el problema es que está todo muy arraigado. La cosa viene de viejo y habría que cambiarlo todo, desde la base.

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