Las Mercedarias de Santiago: de rescatar cautivos a protagonizar telediarios
A finales de diciembre el cine compostelano NUMAX ofrecía los últimos pases de La religiosa (Guillaume Niclaux, 2013), la adaptación cinematográfica de la célebre obra de Diderot. Mientras en la sala de cine se proyectaban las desventuras de una joven forzada a internarse en un monasterio de clausura en la Francia del siglo XVIII, a 200 metros de allí el convento de las Mercedarias, cuya construcción finalizó pocos lustros antes de que viera la luz la novela del ilustrado francés, se aproximaba a una convulsión. La orden religiosa que en su origen se dedicaba a rescatar “cautivos” de manos de los “infieles” estaba a punto de ser acusada judicialmente de, precisamente, forzar el cautiverio de varias jóvenes.
El centro de las monjas Mercedarias Descalzas ha sido, históricamente, uno de los conventos más relevantes de la capital gallega. Situado frente a la puerta de Mazarelos, la única que se conserva de la antigua muralla de la ciudad, lleva más de doscientos años acogiendo a religiosas que se encomiendan a la denominada “obra redentora de la orden”. Allí combinan la oración con actividades como “lavado y planchado de ornamentos litúrgicos, confección de mantelerías” o “venta de productos de la huerta monástica”, la misma que la instructora del caso mira ahora con lupa al considerar que las mujeres presuntamente retenidas trabajaban en ella en “condiciones de casi esclavitud”.
El tenebroso relato de la magistrada contrasta, por ejemplo, con el retrato que las monjas hacían de si mismas hace pocos meses en una revista editada por la archidiócesis compostelana. Bajo el paradójico título 'Nacidas libres', la orden explicaba que “solo el amor muy profundo” se “atreve” a comprender que “alguien desee ser cautiva”. “En otros tiempos -recordaban- los padres mercedarios solían redimir prisioneros”.
El caso de las jóvenes de origen indio ha revolucionado al barrio y puesto al convento en el foco de la prensa. Es la primera vez que la plácida vida mercedaria se enfrenta al escrutinio judicial y mediático, pero no se trata de la primera ocasión en que este recinto monástico es rozado por un escándalo de la iglesia compostelana.
El deán y el extorsionador
Además de las monjas ahora investigadas el convento compostelano fue también durante años vivienda del exdeán de la Catedral, José María Díaz, que ocupaba un apartamento del recinto. Díaz ocupó todas las portadas en el verano de 2011, cuando como archivero catedralicio tuvo que reconocer el robo del Códice Calixtino, encontrado por la policía un año después en un garaje de las afueras de Santiago propiedad de Manuel Fernández Castiñeiras, electricista del templo al que el deán conocía desde niño.
A los avatares del atribulado y octogenario deán, que dejó su cargo en 2012, estaba muy atento Fernando Sieira, quien meses después fue caracterizado por la Policía como “conocido extorsionador de personajes públicos”, entre otros, la baronesa Thyssen. A Sieira le había llamado la atención que de la investigación del Códice trascendiesen oscuras interioridades de la curia compostelana y decidió amenazar al deán con divulgar un vídeo comprometedor.
Tras diversos contactos, a principios de 2013 el anciano sacerdote accedió a quedar con Sieira y le citó en el convento de las Mercedarias para, según informó entonces la Policía, “tratar los detalles de la entrega de dinero a cambio de un supuesto DVD” con el vídeo. Allí el extorsionador se encontró con un grupo de agentes del grupo de Crimen Organizado (GRECO) de la Policía Nacional, que se lo llevaron detenido y comprobaron que la supuestamente escabrosa grabación sencillamente no existía.