Las aulas no son sitio para el cine
O eso parece, a la vista de la circular que en las últimas semanas la Consellaría de Educación les ha remitido a los centros de enseñanza, y de la que este martes se hizo eco La Voz de Galicia. Ese texto les recordaba a los docentes la prohibición de proyectar películas completas o cualquier otro material audiovisual en su totalidad, según loprevisto en la Ley de Propiedad Intelectual.
En las clases, señala la norma modificada hace unos meses, sí se podrán exhibir fragmentos de obras audiovisuales siempre que “tales actos se hagan únicamente para la ilustración de sus actividades educativas”, que la difusión tenga lugar en el horario lectivo (esto es, no como parte de una actividad extraescolar), “que se trate de obras ya divulgadas” y “que las obras no tengan la condición de libro de texto, manual universitario o publicación asimilada”.
En la circular, Educación advierte de que, en caso de que no se respeten estos límites, las gestoras de derechos podrán exigirles a los centros autorización previa e incluso podrían demandar compensaciones económicas. En realidad la nueva Ley de Propiedad Intelectual no modifica sustancialmente la anterior en estos aspectos, pero la Consellaría justifica el envío de la nueva circular en la presión que recientemente habría recibido por parte de las entidades que gestionan los derechos de propiedad intelectual de las productoras. Hasta ahora, de hecho, la ley (de 1996, modificada en 2006) permitía únicamente la proyección en las aulas de “pequeños fragmentos de obras”.
Manuel González es pionero en la formación audiovisual en Galicia a través del trabajo que desarrolló durante años en la Escuela de Imagen y Sonido de A Coruña y hoy sigue reivindicando, con la práctica, la importancia pedagógica del cine en su actividad docente en el IES Concepción Arenal de Ferrol. En sus clases de Historia emplea habitualmente fragmentos de filmes, con tanto éxito que su canal de youtube (Cliphistoria), centrado en la difusión de contenidos didácticos sobre historia para su uso por estudiantes, se acerca a los cinco millones de reproducciones. Para González, la prohibición de proyectar filmes completos en las clases “no tiene ningún sentido” y constituye “un elemento desmotivador”, pues “si yo tengo que pedir una autorización para poner una película en clase para apoyar la materia que imparto, si tengo que llenar un montón de papeles, seguramente lo que haré será no poner la película”, dice.
“El audiovisual abre las mentes y cambia a una persona, interna y externamente. Los films son un elemento motivador, dinamizador, informativo y formativo. Es lamentable que se pongan obstáculos burocráticos o legales”, destaca. Para González, “el problema es que el cine no está presente en los centros de enseñanza. Un chaval tiene que saber quién es Delibes o quién es Suso de Toro, pero no sabe quién es John Ford o Hitchcock o Chano Piñeiro o Zarauza. Creo que es tan importante que los chavales vean Sempre Xonxa como que lean una novela de Otero Pedrayo”. La cuestión fundamental de esta prohibición, para el maestro, “es que demuestra que no se entiende lo que debe ser la enseñanza. Denota una falta de conocimiento absoluto sobre los procesos de socialización y aprendizaje de los jóvenes hoy en día. La consecuencia es que un chaval de la ESO no tiene ningún tipo de cultura audiovisual, aunque practique esa misma cultura audiovisual todos los días”, explica.
“No creo que a ningún autor o productor le preocupe o esté en contra de que un maestro proyecte en una clase una película suya”, comenta, y añade que “estas cosas no suceden en Francia”. “La razón de la buena salud del cine francés en buena medida viene de la importancia que el audiovisual tiene en todos los niveles educativos. Y ahí es donde los productores cinematográficos españoles deberían hacer hincapié: cuantos más espectadores formados en una cultura audiovisual haya, mejor será para el cine”, concluye.