Cuando las cajas multan por morirse
Cuando morir implica el pago de comisiones. Esa es la denuncia que hacen varios clientes de cajas de ahorros, que están siendo sancionados con el cobro de una cuota mensual que antes no pagaban y que llega después del fallecimiento de su cónyuge. Llegan estas quejas de mujeres jubiladas y pensionistas que se acaban de enterar de que su entidad les está reteniendo una cantidad al mes como penalización por haber dejado de domiciliar -obviamente y después de su muerte- la pensión de sus maridos.
No son muchas las denuncias, en parte porque son muchos los casos de familias que o no se han enterado o no han advertido este nuevo cobro de comisiones. Según confirma Adicae-Galicia (Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros) a este periódico, esta situación “es más que probable” y suele acontecer porque las cajas o bancos “no tienen en cuenta el motivo por el que esa pensión ha dejado de estar domiciliada” y comienzan así a aplicar unas comisiones de las que antes estaban exentos los clientes, precisamente por tener domiciliado ese pago.
Estas promociones, como insiste Adicae, suelen ir vinculadas a regalos que se les ofrece a los clientes por domiciliar una pensión para “retenerlos el máximo tiempo posible” y a cambio también de comisiones cero, pero siempre que se mantenga esa misma pensión domiciliada. En caso de que fallezca el receptor de la oferta, el marido o mujer que mantiene la cuenta conjunta pasa a pagar una penalización mensual en forma de comisión. “Y suelen pagar los que menos tienen, porque estos productos recaen en jubilados que reciben pensión por viudedad o una escasa paga”, añade la asociación de usuarios de banca, que recuerda que desde 2007 las comisiones se han incrementado un 170% en España. “Deberían ser más condescendientes”, explican desde la entidad.
Pero no lo son. Una vecina de A Coruña nos explica su caso. Su padre murió hace ya un año. Antes, había domiciliado su pensión en una caja de ahorros castellana con un contrato de permanencia de dos años y que incluía un regalo “que no vale para nada y que mi madre aún tiene en la caja y sin abrir”. Fallecido el familiar, y con varios meses de contrato aún por delante, la entidad le cobró una penalización mensual de 12,5 euros, que acabó devolviendo tras las reclamaciones de la hija y después de presentar los papeles que acreditaban el fallecimiento de su progenitor.
Pero la oficina cerró y la cuenta pasó a depender de otra que volvió a decidir cobrarle una comisión a la mujer del fallecido, que mantenía una cuenta conjunta con su marido. Después de varias reclamaciones y visitas a la caja, la entidad accedió a devolver de nuevo el dinero, pero ni mucho menos aseguraron que eso podría seguir siendo así. “Haremos lo que podamos, estamos trabajando”, le contestaron.
“Mi madre está perfectamente y se enteró de la penalización, pero cuánta gente habrá que no se entera y que sigue pagando por la muerte de su cónyuge”, se pregunta esta vecina de A Coruña. Su advertencia es precisamente la que se cumple en otros casos, como el de otro cliente de una caja gallega que reparó en que su madre llevaba años pagando una cantidad mensual tras la muerte de su padre. La familia había dejado -obviamente- de domiciliar su pensión, pero a la entidad ni se le ocurrió que habría podido ser a causa de su fallecimiento. Y la siguió penalizando.