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Lo inexplicable de Fukushima
Y para que esta novela de terror gótico sea un poquito más entendible, voy a dejar fuera los 160.000 refugiados que tuvieron que abandonar sus hogares160.000 refugiados que tuvieron que abandonar sus hogares, los pescadores que perdieron su medio de subsistencia, los escándalos con la descontaminación, los 18 niños con cáncer de tiroides y miles de historias más que serían imposible abarcar en este texto. Por eso me centraré en el último capítulo: las fugas radiactivas.
Esta semana nos enterábamos de que 300 toneladas de agua altamente contaminada habían escapado de los tanques de almacenamiento de los reactores en la central nuclear de Fukushima. ¡¿Qué?! ¿300 toneladas? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Los reactores reciben diariamente 400 toneladas de agua con el fin de enfriarlos (sí, todavía). Ese agua se vuelve radioactiva por lo que debe ser almacenada y guardada como cualquier otro residuo radioactivo. Esa es la fuente de las fugas que se desvelaron cuando unos sospechosos charquitos aparecieron cerca de los lugares de almacenamiento de estos contenedores. Y probablemente este agua se haya estado vertiendo directamente al mar. Claro que TEPCO nos promete que esto no es así. Pero TEPCO (como la industria nuclear en general) siempre nos promete que todo va a estar bien. Es un patrón que se repite, como una mala comedia en tres actos:
.-Primer acto: negación indignada. “La central nuclear de Fukushima es estable”. “Los reactores están bajo control”. “No hay problema”.
.-Segundo acto: el problema queda expuesto en toda su radioactiva gloria. Podría haber una fuga de agua radioactiva, o que el agua subterránea contaminada se esté filtrando al océano, o que los mecanismos de enfriamiento han fallado en las piscinas de miles de barras de combustible gastados, o que un misterioso vapor está saliendo de una de las grietas de un reactor (todos ejemplos reales).
.-Acto final: ups, lo sentimos. Un grupo de correctos y preocupados representantes de TEPCO se disculpan. “Sentimos haber causado ansiedad entre el público”.
Masayuki Ono, gerente general de la empresa, se ha disculpado bastante en los últimos dos años. Pero esto no ha hecho cambiar su política de negación.
La empresa no especifica desde cuándo se han estado produciendo estas pérdidas y no admitió las fugas hasta el último momento. Frente a esta situación, el jueves pasado, la autoridad de regulación nuclear de Japón (NRA en sus siglas en inglés) elevó el nivel de alerta a 3, en una escala de 7 (accidente serio). Esta es la peor pérdida desde que el desastre comenzó en marzo de 2011.
De acuerdo con TEPCO, el agua filtrada contiene 80 millones becquerelios por litro de radiación beta. En un solo lugar analizado se alcanzaron más de 100 milisievert por hora de la dosis de radiación. En otras palabras, si te pararas a medio metro de distancia de uno de estos charcos durante una hora te expondrías a cinco veces la dosis anual permitida para un trabajador de una central nuclear.
Hasta el momento, TEPCO tiene acumulado 320.000 toneladas de agua en los tanques de almacenaje y en la actualidad tiene una capacidad para almacenar 60.000 toneladas más. Las autoridades están construyendo más y tienen previsto crear espacio para un total de 700.000 toneladas en 2015 y 800.000 en 2016.
Y volviendo al comienzo de esta post. Cómo explicar que mientras esto pasa, el primer ministro japonés, Abe, viaja por el mundo actuando como promotor de la industria nuclear. Cómo explicar que nadie haya sido arrestado o haya perdido su empleo. TEPCO sigue recibiendo dinero público para gestionar esta catástrofe y hoy mismo se habla de aceptar ayudas técnicas internacionales para resolver esta crisis.
Ya es hora de que el gobierno japonés se haga cargo de la gestión de esta situación y de que los directivos de TEPCO sean obligados a rendir cuentas. Esta situación es prueba de lo que en Greenpeace repetimos como loros hace mucho tiempo: la energía nuclear es muy peligrosa e innecesaria cuando hay alternativa viables y es imposible que la industria nuclear haga una buena gestión de cualquier accidente, y a las pruebas me repito.