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El taller de la Sagrada Familia: acelerando el sueño de Gaudí a golpe de impresión 3D

En el taller de modelistas se crean nuevas maquetas y se restauran las antiguas (Foto: Cristina Sánchez)

Cristina Sánchez

“Ha sido un proceso de relevo, hemos ido pasando de una generación a otra. Tenemos ganas de acabar y ver el templo construido. Es el sueño que todos tenemos”. Albert Portoles transmite pasión cuando describe su trabajo como responsable del taller de modelistas de la Sagrada Familia, un espacio en el que el legado de Gaudí se encierra en pequeñas miniaturas de yeso que ayudan a la construcción de la inacabada basílica.

Portoles comenzó a trabajar en este taller en 1986, plasmando en moldes la evolución del templo, una técnica que el arquitecto catalán ya utilizaba para concebir su proyecto definido a partir de formas geométricas.

Gaudí trabajó a lo largo de sus últimos 40 años de vida en la construcción del templo, los últimos 12 de forma exclusiva. Aunque su estudio se incendió en 1936, se pudieron recuperar planos originales, trozos de las maquetas de yeso que construía con sus colaboradores, fotografías y documentos escritos. “Gaudí trabajó mucho en maqueta y eso nos ha servido para aprender de él. El 90% de lo que hemos hecho hasta ahora es transmitido a través de Gaudí”, explica Portoles.

Este modelista, orgulloso de contribuir a la finalización de la joya arquitectónica de Barcelona, ha asistido durante su vida laboral a la evolución tecnológica de este taller. Cuando empezó a trabajar en el templo, realizaba casi todas sus tareas de forma manual. Ahora, el diseño tridimensional por ordenador y dos impresoras 3D contribuyen a acelerar la finalización de la Sagrada Familia hasta 2026, fecha en la que se prevé que finalicen las obras coincidiendo con el centenario de la muerte de Gaudí.

Al igual que el genio catalán concibió la Sagrada Familia de forma tridimensional, basándose en maquetas, los arquitectos del siglo XXI siguen teniendo en cuenta los moldes para tomar decisiones sobre este templo que se diseña y construye al mismo tiempo. “No es lo mismo verlo en un monitor que verlo aquí”, nos explica Portoles mientras recorre con la vista los pináculos, torres, sacristías y ventanales que pueblan el taller, de todos los tamaños y formas geométricas. “El hecho de que podamos verlo en el ordenador te da una aproximación real de lo que vas a construir, pero no puedes ver cómo incide la luz sobre la superficie, cómo refleja el color de las ventanas”.

Oriol Molinas concilia la labor de diseño de los arquitectos con la traslación al mundo real de esos moldes en miniatura. Desde 2009, es el encargado de transformar las piezas del proyecto en mallas legibles por la impresora. “La impresión 3D agiliza mucho las decisiones. Si además de todo el proceso de pensar y crear esta geometría y esta forma le añadimos tener que reproducirlo, como se hacía antes, tardaríamos mucho tiempo”, explica.

DEL LÁPIZ Y PAPEL AL DISEÑO EN 3D

Molinas trabaja a caballo entre la Oficina Técnica y el taller de modelistas. En dicha oficina, 14 arquitectos dirigidos por Jordi Faulí, el actual director, estudian y proyectan la compleja obra de Gaudí.  “Es un proyecto muy variado, donde entran en juego muchas superficies distintas”, afirma Molinas. Gaudí desarrolló “todo un sistema formal, muy original, que nadie antes había hecho. Sin un estudio tan detallado sería imposible construir esto”.

A lo largo de los últimos años, los arquitectos han ido incorporando 'software' de diseño en 3D procedente de la industria de la automoción o la aeronáutica, adaptándolo a sus necesidades.  Mechanical Desktop, Rhinoceros, Cadd 5 o CatiaMechanical Desktop, Rhinoceros, Cadd 5 o Catia son algunos de los programas que utilizan en su trabajo diario. Primero se diseñan los volúmenes más generales y después se estudia cada elemento en detalle, en pequeñas piezas. 

Rhinoceros es el principal programa que utiliza Molinas, que trabaja en la fase final de diseño. Por el ratón de su ordenador pasan cada día capiteles, bóvedas  o ventanales. “Tenemos un' plug-in' de Rhino, Grashopper, que nos permite parametrizar los elementos a estudiar. Por ejemplo, si queremos estudiar un capitel, introducimos los parámetros básicos de la forma y se puede controlar de una forma mucho más rápida, casi instantánea”, señala mientras nos muestra uno de los diseños realizados para la fachada de la Gloria, la que será la fachada principal cuando el templo esté terminado.

En la última fase de su trabajo, el programa Magix le ayuda a crear el modelo definitivo que después leerá la impresora. “Por aquí pasa todo lo que quieras ver en 3D, pero hay que dividirlo en mallas que la máquina pueda interpretar y que queden cerradas. Además, el programa te permite vaciar por dentro un elemento para que sea más fácil de manejar”, nos explica Molinas, que cada día facilita ese paso del ordenador al yeso.   

MOLDES DE YESO DESDE EL SIGLO XIX

Cuando los ocho modelistas se van a casa y los turistas dejan de mirar con curiosidad su trabajo en su oficina acristalada, dos impresoras 3D Systems comienzan funcionar en el taller de modelistas. Tardan unas diez horas en imprimir cada una de las piezas que Molinas se ha encargado de preparar, un proceso mucho más rápido que hace años. “Las impresoras de sólidos nos han venido muy bien porque somos capaces de producir volúmenes en 3D muy rápido. Antes era muy dificultoso”, explica Portoles.

Hace más de diez años que la Sagrada Familia se adaptó a la impresión en 3D. En 2001, compraron impresoras de cera fundida, un material delicado y quebradizo, por lo que después se pasaron a las impresoras de polvo que producen estas piezas en blanco, el color que Gaudí ya utilizaba. Las piezas se imprimen en diferentes escalas, del 1:200 al 1:400, el 1:10 o el 1:25 (en el que trabajaba el arquitecto catalán), para observar cada parte desde su forma global hasta el máximo nivel de detalle.

Las impresoras depositan sólido durante la noche y dos personas del taller se encargan, a la mañana siguiente, de sacar las piezas, limpiar el polvo sobrante y consolidar cada uno de los elementos de yeso con cianoacrilato para que se endurezcan. Todo el polvo de yeso sobrante se reutiliza para la siguiente impresión.

Entonces comienza el trabajo del resto de modelistas, que sigue siendo en buena medida manual. Ajustan las piezas que no siempre salen perfectas, las montan y las ensamblan para crear maquetas más grandes, añadiendo yeso a mano si es necesario.  

Portoles nos muestra la maqueta de la sacristía de Poniente, que actualmente se está acabando de construir, sobre la que se va a proyectar la torre de Jesús, la que será la más alta de la basílica con sus 172,5 metros. Arquitectos y modelistas han asistido al paso desde la maqueta que crearon, ensamblando decenas de piezas, hasta la construcción real de esta sacristía.

“Te das cuenta de que formas parte del proyecto”, afirma Portoles. “Ves la sacristía construida y te das cuenta de que la has hecho y la has montado las veces que ha hecho falta para que cogiera forma, y ahora eres capaz de verlo y dices 'es como me esperaba'”.

Los arquitectos estudian la viabilidad estructural de diseños y maquetas, por lo que una misma pieza puede imprimirse varias veces. En ocasiones, los modelistas también aportan su granito de arena para decidir el futuro de alguna de las partes por construir. “A veces el arquitecto viene y nos pregunta qué nos parece. Estamos muy involucrados en el proyecto. Además de hacer moldes, hemos conservado el patrimonio de Gaudí y sus modelos, los hemos fotografiado, estudiado y dado cincuenta mil vueltas”, defiende el responsable del taller de modelistas, que también trabaja restaurando maquetas como la de la fachada del Nacimiento, expuesta en París en 1910.

Lejos de las miradas de los turistas, en una parte del taller se trabaja en las maquetas más experimentales, aquellas que la Junta Constructora de la Sagrada Familia está comenzando a estudiar y evaluar. No quieren que se desvelen las posibilidades que barajan hasta que no sean definitivas, y aún queda mucho trabajo por delante.

Hasta hace unos años ni siquiera había maquetas que mostraran todo el conjunto: solo se había realizado una de pequeñas dimensiones, exhibida en 1955 para recaudar fondos de cara a la construcción del templo. Por ello, desde la Oficina Técnica decidieron realizar un estudio fotográfico de proporciones y un estudio de la documentación de Gaudí para diseñar un modelo tridimensional global, una maqueta con 101 piezas ensambladas tanto para mostrarla al público como para decisiones de diseño.

“Partimos de los estudios previos, pero a nivel de conjunto no se había hecho ningún modelo”, explica Molinas. Mientras perfecciona el diseño de cada detalle, tiene al lado de su mesa de trabajo esa maqueta de yeso que le muestra el objetivo final de su esfuerzo cotidiano.

LA RESPONSABILIDAD DE CONCLUIR UN SUEÑO

Oriol Molinas y Albert Portoles coinciden en que la finalización de la Sagrada Familia es una responsabilidad. “Nosotros al final, con estas máquinas, solo continuamos su proceso de decisión”, concluye Molinas.  “Cuando esté acabado de aquí a diez años, tenemos otra tarea que es la conservación de todas las piezas que dejó Gaudí, de los modelos”, explica Portoles, que para 2026 llevará 40 años trabajando en la construcción de la basílica, máximo exponente de la arquitectura modernista.

La originalidad consiste en el retorno al origen” era una de las máximas de Antonio Gaudí. Ser fieles al origen, las intenciones y la simbología de la arquitectura de este genio es la labor de los arquitectos y modelistas que hoy siguen trabajando en este impresionante obra de arte viva.  

La tecnología ha cambiado desde que se colocara la primera piedra, hace ya 133 años, pero los moldes de yeso siguen siendo uno de los soportes para construir este proyecto que recibe las atentas miradas de más de tres millones de personas anualmente, admiradores de uno de los más singulares proyectos arquitectónicos inacabados.

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