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Implantes cocleares: ¿está acabando la tecnología con la lengua de signos?

Niña ante el abecedario de signos (Foto: SaraSmo | Flickr)

Pilar Chacón

Imagina que, de repente, dejas de escuchar la música a todo volumen de aquel joven con auriculares gigantes en el autobús, los molestos sorbos de tu amigo cuando come sopa y el ametrallador sonido de las notificaciones de los grupos de Whatsapp. Podría parecer un alivio, pero no lo es.

A Pepe Lozano le ocurrió cuando tenía ya 44 años. La vida de este publicista dio un giro de 180 grados cuando le detectaron sendos tumores alrededor de cada nervio auditivo. El cirujano pudo con ellos, salvó la vida a Pepe, pero los nervios que no tuvieron tanta suerte. Se quedó sordo. Dejó de escuchar esos sonidos que a priori resultaban tan molestos, pero que, cuando no están, se echan de menos.

Seis años después la cosa cambió. Pepe decidió someterse a una operación para que le colocasen un implante coclear en el oído derecho. Una decisión de la que no se arrepiente. Es más, anima y aconseja, desde su blog, a las personas que se ven en la misma situación y no tienen claro si apostar por el implante.

“En los comentarios, hay una comunidad asidua a la que acuden muchos futuros implantados, y leen en primera persona casos similares al suyo”, nos cuenta. “Puedo decir con orgullo que hemos ayudado a muchísima gente a perder el miedo y a superar los bajones de ánimo”.

El miedo del que habla Pepe es muy común entre los adultos que pierden la audición y entre los padres que quieren que su hijo recién nacido - sordo - pueda hablar y oír como los otros niños de su barrio. Es también un temor que sufren alguas asociaciones de personas sordas en Estados Unidossufren alguas asociaciones de personas sordas. Pero, ¿qué le preocupa? ¿Temor a qué? A que los implantes cocleares acaben silenciando al colectivo y, a largo plazo, provocando la desaparición del lenguaje de signos.

Un implante con muy buenos resultados

En España, las operaciones para colocar este tipo de implante comenzaron a practicarse a finales de los años ochenta. No obstante, durante la década de los noventa, las personas susceptibles de necesitarlo aún desconfiaban del cacharro eléctrico que se instala debajo de la piel, cerca del oído. De ahí que surgiera, en 1995, en la ciudad de Barcelona, la Asociación de Implantados Cocleares. Una asociación que años más tarde dio la bienvenida a las que se constituyeron en otros puntos del país.

El objetivo, en la fundación, lo tenían claro. “Fue la de difusión e información veraz, rigurosa, sobre todo, apartada de casos comerciales, de marcas, de centros de implantes. Es decir, desde el punto de vista del usuario, para hablar un poco, no sólo de la situación médica, sino de la vida de las personas usuarias del implante en su día a día”, señala Teresa Amat, coordinadora de la Federación de Asociaciones de Implantados Cocleares de España (AICE).

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, más de un millón de personas sufre algún tipo de sordera. De entre ellos, unas 100.000 escuchan gracias a un implante coclear. Sin embargo, a pesar de que la operación es relativamente sencilla, los pacientes que deciden colocarse un implante deben saber bien a qué se atienen.

“La gente tiene que estar bien informada para que uno no espere aquello que no puede o aquello que no va a conseguir. Dependiendo de cada caso, hay unas mejoras u otras”, indica Amat.

No todo el mundo necesita un implante coclear. “Se ha generalizado un poco la idea de que los implantes cocleares son una opción más para la gente que oye mal, y no es una alternativa a los audífonos o a otros dispositivos”, recuerda Luis Lazzaletta, otorrinolaringólogo del Hospital Universitario La Paz. “El implante es una herramienta quirúrgica que vale cuando no llega la audición”.

Una herramienta que suele ofrecer un buen desenlace. “Si el implante está bien indicado, luego los resultados son excelentes, sobre todo en adultos que han perdido la audición y los niños muy pequeñitos”, asegura Fernando Rodríguez, especialista en implantes cocleares del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Y, sobre todo, una opción

La colocación de un implante consta de dos procesos: una cirugía para insertar la parte interna del dispositivo y, posteriormente, una rehabilitación para que los implantados aprendan a oír. “Hay que hacer una parte que seria la programación del aparato y luego una rehabilitación logopédica, en la cual se les va a enseñando a interpretar la señal que van recibiendo”, explica Rodríguez.

Como ha señalado el doctor anteriormente, los adultos y los niños que padecen una sordera severa son los grandes beneficiarios del implante coclear. Según la Comisión para la Detección Precoz de la Hipoacusia, el 40% de estos últimos es candidato al uso del implante.

“Normalmente, los niños que nacen sordos se detectan cuando nacen, y en los primeros meses se realizan varias pruebas para estar seguros de que realmente tienen una sordera profunda y necesitan un implante”, nos cuenta Lazzaletta.

Lógicamente, ante esta tesitura, a los padres les suele asaltar la incertidumbre. “Tienen muchas dudas relacionadas, sobre todo, con la seguridad de la intervención, qué complicaciones puede haber y si el implante es para toda la vida”, señala el especialista.

Sin embargo, las asociaciones suelen recordar a los padres que la intervención es solo una alternativa. “Tenemos que partir de la base de que la decisión de poner un implante coclear no es una decisión médica, o por lo menos, no debería serlo”, nos cuenta Amat. “Si los padres no quieren, obviamente, a nosotros nos parece muy mal que alguien les obligue a ponerle un implante a su hijo”.

De hecho, resulta bastante común que los padres sordos rechacen esta opción. “Los sordos, que emplean el lenguaje de signos, tienen como un mundo aparte, y son muchas veces reacios a la colocación de implantes en niños”, explica Rodríguez.

“Es un avance tal que el que se niega, claro, no lo vas a obligar, pero es un retraso porque un niño que nace sordo y se le coloca un implante coclear, a la edad de los siete u ocho años tiene una audición de casi un normoyente”.

De acuerdo con el doctor, en el caso de los padres sordos, en ocasiones es un juez quien les obliga a colocar el implante a su hijo, pero después no llevan a cabo la rehabilitación. “Y un niño implantado que no se rehabilita, no sirve para nada”. Es como si no llevara el implante.

Un idioma poco hablado

Según datos del INE, el 90% de las personas sordas emplean el lenguaje oral, mientras que sólo entre el 6% y el 8% utiliza la lengua de signos. Esto se debe a que muchas de estas personas han perdido la audición siendo adultos.

“Los beneficiarios del implante coclear son personas que han oído gran parte de su vida y que, por varias causas, se han quedado sordas”, señala Teresa, logopeda en la Asociación de Padres y Amigos de los Sordos (ASPAS) de Madrid.

Aún así, hay casos de implantados que conocen y se comunican con otras personas sordas empleando el lenguaje de signos. Algo que, según los expertos, nunca está de más. “Hay situaciones en las que la persona se va a encontrar que no oye nada. Por ejemplo, si se le rompe el aparato o si se queda sin pilas”, nos cuenta Irene Carrera, presidenta de la Asociación Bilingüe de Padres de Niños Sordos (ABIPANS). “Y si tiene que comunicarse con otra persona, la única manera va a ser por el lenguaje de signos, un lenguaje visual que, de alguna manera, las personas sordas terminan aprendiendo”.

También está de acuerdo Araceli Castaño, logopeda infantil en ASPAS. “La lengua de signos les vendría muy bien para muchas cosas: para comunicarse cuando no tienen puestos los implantes, para asumirse como sordos, para que los padres los acepten como son... Al fin y al cabo, van a ser sordos aunque tengan el implante”.

Pero Castaño también nos cuenta que resulta bastante complicado que un niño aprenda este idioma, ya que, en palabras de la logopeda, “toda la clase médica, en general, casi les prohíbe que hablen en signos”. Circunstancia que desmiente Laura Cavallé, del Hospital Universitario La Fe de Valencia. “El objetivo del implante coclear en los niños es que desarrolle el lenguaje oral, entonces, en principio, no necesitan el lenguaje de signos. Ni se les prohíbe ni nada, simplemente no lo necesitan”.

El punto medio entre ambas versiones lo aporta Pepe. Según su propia experiencia, “la lengua de signos es incompatible con la rehabilitación del implante, en la que se necesita, sobre todo, práctica auditiva de cualquier tipo. No obstante, conozco implantados que conocen la lengua de signos y se comunican con sordos. Nunca está de más conocer nuevos idiomas”.

El caso es que, por una u otra razón, gran parte de los menores sordos implantados acaban desconociendo la lengua de su colectivo.

¿Hacia la extinción?

En lo que sí están de acuerdo médicos y asociaciones es en que el implante coclear es una opción magnífica para las personas con sordera grave. Y a diferencia de lo que parece suceder en los Estados Unidos, en España no creen que el implante silencie a estas agrupaciones.

Según el doctor Lazzaletta, ese debate ya estuvo sobre la mesa en nuestro país hace unos años, cuando el implante no era tan conocido. “Había asociaciones de sordos que se manifestaban delante de los comercios de implantes para protestar”, explica. “Las asociaciones, al principio, sí que estaban en contra nuestra”, añade Cavallé. “No estaban bien informados, simplemente cerraban los ojos y no querían saber”. Ahora la cosa ha cambiado.

Decir que la lengua de signos va a desaparecer por culpa de los implantes es “una exageración”, al menos para Irene Carrera. “Me parece muy importante que se hagan avances tecnológicos, que se intente que una persona que tenga una discapacidad auditiva intente oír lo mejor posible, pero eso no quiere decir que no pueda aprender una lengua que le va a ser útil, que le va a enriquecer”.

“El implante coclear es una ayuda técnica, que puede ayudar en muchísimos casos a las personas que tienen problemas de sordera”, admite Teresa Amat. “Pero si hay una familia de personas sordas que se comunican en lengua de signos, dudo que pierda su manera de comunicarse por el hecho de que haya otras opciones”.

Al final, todo dependerá de las preferencias y circunstancias de cada implicado. “Los niños que oyen por un implante decidirán qué tipo de amistades tienen. Si las amistades que tienen son con sordos y, para ellos, es más fácil comunicarse con el lenguaje de signos, lo aprenderán. Y si no, pues no. Depende del ambiente en el que se muevan”, señala Teresa desde ASPAS.

No hay por qué alarmarse. La aparición del implante coclear supuso, en su día, un gran avance en el mundo de la audición, casi un milagro para muchas personas con sordera profunda. Hoy en día, es una opción aconsejable y que da muy buenos resultados. Como dice Pepe, “los sordos que no quieren ponerse el implante no saben lo que se están perdiendo”.

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