La internet ciudadana y gratuita que conectó a miles de españoles en los 90
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el 78,7 % de los hogares españoles tiene conexión a la Red. Mientras que hoy más de la mitad de las familias de nuestro país pagan a una empresa de telecomunicaciones por el servicio, las de principios de los 90 ni siquiera sabían que era aquello de internet, y mucho menos podían permitirse un lujo que rondaba las 30.000 pesetas mensuales.
“Ya había algunos proveedores, pero el precio era muy alto y las conexiones muy elementales”, explica a HojaDeRouter.com Manuel Sanromà, profesor de Matemática Aplicada en la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) y fundador de TINET, la primera red ciudadana o ‘freenet’ española, nacida en 1995. El objetivo de esta iniciativa pionera en nuestro país era acercar internet a la población en un tiempo en el que su uso se limitaba aún al ámbito académico.
TINET (de Tarragona Internet) ofrecía una conexión gratuita a personas y empresas: “La diferencia con un proveedor es que las redes ciudadanas no pretenden hacer negocio y se sustentan a partir de dinero público o voluntario”, aclara Sanromà, también director del Consorcio de Administración Abierta de Cataluña.
“Descubrí internet a finales de 1992, cuando empezaba a extenderse en los ambientes académicos”, cuenta el pionero catalán. Un par de años después, Sanromà y un puñado de miembros de la facultad —Robert Rallo, Lluís Anaya, Jaume Grau y Manel Gómez— comenzaron a preguntarse cómo trasladar este conocimiento a la población, ajena a un fenómeno que iba a revolucionar el mundo. Juntos concibieron el proyecto TECLA (de Tarragona Entra en las Comunicaciones de Largo Alcance), germen de TINET, que planteaba la conexión de centros educativos a través de un sistema de comunicación en la frecuencia de los radioaficionados.
Pasados algunos meses, y tras varias decepciones, se dieron cuenta de que había otra opción: “Leímos la noticia de que el ayuntamiento de Bolonia daba internet gratis a la gente y nos informamos”, dice Sanromà. A nivel internacional, el movimiento de las ‘freenet’ surgió en Estados Unidos: en 1986 se creaba en Cleveland una organización de carácter social que, a través de medios telemáticos, ofrecía un espacio de información y diálogo sobre un ciberespacio aún arcaico.
Su presencia se extendió por otras ciudades hasta que el ‘boom’ de internet de 1993 les dio el impulso definitivo para cruzar el charco. Ese año aparece una de estas organizaciones en Helsinki y otra en Nuremberg, y al siguiente dos italianas: la Rete Civica de Milano e IPERBOLE, en Bolonia.
¿Qué es eso de internet?
Sanromà se encargaba de la dinamización de la iniciativa municipal Fundación de Estudios Universitarios Ciudad de Tarragona, así que trasladó al concejal de Cultura una proposición “que le sonó a chino” pero que finalmente aceptó: instaurar una red ciudadana para que la población pudiera acceder a internet gratuitamente.
A mediados de 1995, el equipo fundador –al que se había sumado el empresario Antoni Guillén− organizó una presentación en la universidad para enseñar a la gente qué era la Red. Para el profesor catalán, el evento “fue un éxito absoluto”: “Hicimos incluso una videoconferencia con la Universidad Abierta de Cataluña, en Barcelona”. Dado el buen recibimiento popular, decidieron seguir adelante con la iniciativa con el patrocinio del Ayuntamiento de Tarragona, la Diputación, la Autoridad Portuaria de Tarragona y La Caixa de Pensions.
Después del verano instalaron puestos en la rambla Nova de Tarragona, donde los interesados se apuntaban para disfrutar del servicio. Ahora sí, lo bautizaron como TINET. Se trataba de una red de ordenadores a la que cada usuario se conectaba “a través de un módem, llamando desde su casa a un número de teléfono local”, explica el profesor de la Universidad Rovira i Virgili (URV).
La propuesta convenció a los ciudadanos, que “empezaron a conectarse masivamente”. En octubre de ese mismo año, tres meses después de su puesta en marcha, ya contaban con 600 integrantes o ‘tinetaires’.
Las altas se solicitaban mediante una llamada o un email. “Había un teléfono y una dirección de correo electrónico desde donde te podías comunicar con el servicio de atención al ciudadano”, indica Sanromà. Podían acudir a estas ventanas de ayuda si surgía alguna duda con el ‘software’ que se utilizaba para la conexión –al principio se entregaba en un disquete, pero pronto el proceso pasó a ser ‘online’−, la configuración del ordenador u otros problemas similares.
Un servicio gratuito para todos
El servicio estaba disponible tanto para personas como para empresas u organizaciones. “La cuota básica inicial era de 500 pesetas mensuales, pero solo la cobramos durante un año”, señala Sanromà. La burocracia que acarreaba la recaudación salía más cara que la gratuidad del servicio, así que terminaron decantándose por la segunda. “Incluso se apuntaba gente de otras partes de España”, dice el fundador de TINET. Alcanzaron los 30.000 usuarios y consiguieron el índice más alto de conexiones por habitante del país.
“El Ayuntamiento compró los módems, ‘routers’ y servidores”, asegura. El primer proveedor de internet fue la compañía estadounidense Sprint, que proporcionaba una línea de 64 Kb para que los tarraconenses pudieran tener servicio de correo electrónico gratuito y, posteriormente, alojar sus páginas webs en los servidores de TINET.
A finales de 1995, cuando Telefónica comenzó a ofrecer conexión, el contrato pasó a nombre de la empresa española “en contra de la opinión de nuestros técnicos”, afirma el profesor. “En esos años, las grandes teleoperadoras todavía ponían en duda que internet fuera a tener éxito; luego se dieron cuenta de que debían unirse a la revolución”.
Al principio la plantilla estaba integrada únicamente por voluntarios –los profesores y alumnos de la universidad−. Después contrataron a una persona y, más tarde, hubo unos seis o siete asalariados que gestionaban la iniciativa. “Éramos pocos pero hacíamos maravillas; aquellas personas sabían más que muchos de los responsables de las empresas informáticas que se habían apuntado a la carrera de oro”, explica Sanromà orgulloso.
Maravillas y casi hasta milagros, según cuenta el fundador del proyecto. A los pocos meses de poner en marcha la idea, se dieron cuenta de que algo fallaba. “No podíamos conectarnos desde casa”, recuerda. Así que fueron al local donde habían instalado los servidores para averiguar qué ocurría: “Nos habían robado los módems y los ordenadores, curiosamente habían dejado los ‘routers’”. En menos de dos días volvieron a la actividad gracias a voluntarios que prestaron el equipo necesario.
Un David frente a Goliat
Con el auge de los proveedores de internet, las empresas comenzaron a mirar con recelo a la red ciudadana. “Algunos nos acusaron de competencia desleal, pero no hacíamos propaganda ni teníamos beneficios”, aclara Sanromà. “No queríamos hacer negocio, solo conseguir que la cultura telemática llegara a la gente”.
“TINET tuvo mucho éxito en un momento en el que el acceso a la Red era aún complicado”, explica este visionario catalán. Después de la iniciativa tarraconense, surgieron redes civícas en España de alcance más modesto: Infoville, un proyecto europeo impulsado en Villena en 1997, BCNet en Barcelona y otras iniciativas de municipios de distintas comunidades, como Ciez@net en Cieza (Murcia) y la Red Ciudadana de Cuenca.
A finales del siglo XX, con la llegada y popularización del ADSL, el proyecto comenzó a perder sentido. Las compañías de telecomunicaciones ofrecían tarifa plana, con un ancho de banda mayor y a unos precios razonables. “Telefónica ofrecía directamente su ADSL, no tenía lógica contratarle una línea de alta velocidad”, señala Sanromà.
Así, el número de usuarios fue disminuyendo hasta que solo quedaron algunos colectivos. “Aquellos sitios donde no había ADSL, pueblos pequeños, zonas aisladas...” Según el profesor de la URV, “no hace tantos años todavía quedaban personas que se conectaban a TINET para utilizar el correo electrónico”.
Poco más permitía la creciente complejidad de las páginas. “Cada vez había más imágenes, se necesitaba más ancho de banda y las conexiones que dábamos no superaban los 128 Kb”, explica el docente.
Sanromà, miembro de la Internet Society, lideró la organización hasta 2001, cuando pasó a trabajar para la Generalitat. No obstante, continúa vinculado al proyecto. TINET sigue existiendo, aunque ya no ofrece conexión a internet. Ahora es una de iniciativa de la Diputación para promover proyectos tecnológicos. “Al principio funcionaba de abajo arriba, con voluntarios, mientras que ahora es un servicio de la Administración”, apunta el fundador.
“Hace escasamente dos años que desconectaron los últimos módems que funcionaban”, asegura. Sin embargo, todavía hay unos 15.000 usuarios que utilizan el correo electrónico original, tinet.cat, que funciona con servidores locales “a las mil maravillas”.
“El descubrimiento de internet marcó un punto de inflexión en mi vida”, admite el creador de TINET. “Desde que vi el primer navegador en 1992, tuve claro que había una revolución en marcha y que aquello iba a cambiar el mundo”. Sanromà y el resto de visionarios del proyecto pusieron su granito de arena para hacer realidad esta predicción.
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Las imágenes de este reportaje son cortesía de tinet.cat y Manuel Sanromà