Una ruta sin rodeos que atraviesa la hora punta. El atajo de Hoja de Router para esquivar el atasco informativo.
Una plataforma para compartir canciones, opinar, confesar el amor que uno siente por otra persona y dar consejos. A día de hoy, esa sería una posible explicación (muy simplificada) de lo que es Facebook. Sin embargo, la red social que estamos describiendo no fue creada por Mark Zuckerberg a comienzos de los 2000, sino que nació a mediados del siglo XVI.
Se trata de los ‘alba amicorum’, libros utilizados ya en 1560 por los jóvenes de la nobleza europea como una mezcla entre cuadernos de viaje y un diario: tal y como explica Sophie Reinders, investigadora de la universidad holandesa de Radboud, servían para establecer relaciones de amistad, profesionales y estrechar lazos con otros jóvenes.
¿Una red de contactos profesionales?
Como Facebook, todo empezó en el ambiente universitarioen el ambiente universitario. Cuatro siglos antes de que existiesen las becas Erasmus y el billete Interrail, los pipiolos aristócratas iban de gira por el Viejo Continente en busca de la sabiduría, visitando para ello las ciudades e instituciones académicas más importantes de Europa.
Con ellos llevaban esta especie de álbum en el que profesores y compañeros de estudios escribían un breve texto que sirviera para recordar el encuentro. Era así como registraban la red de contactos que construían durante los años de sus viajes.
De esta forma, el planteamiento de los ‘alba amicorum’ era bastante similar al que muchos utilizan para gestionar sus redes sociales: conozco a alguien y, antes de que se le olvide mi cara, lo agrego. Añadiéndole, eso sí, el toque profesional de unas recomendaciones semejantes a las de LinkedIn.
A falta de cámaras con las que capturar imágenes, la solución renacentista para archivar de la mejor manera posible los contactos pasaba casi siempre por el dibujo. Así, las páginas de los ‘alba amicorum’ suelen encontrarse salpicadas de escudos de armas, retratos de otros nobles o representaciones de las situaciones vividas junto a ellos. Ilustraciones que convierten a los precursores analógicos de las redes sociales en verdaderas obras de arte.
Más allá de la constatación de una envidiable red de contactos académicos, profesionales y aristocráticos, los ‘alba amicorum’ (que se utilizaron hasta comienzos del siglo XVII y resurgieron en la segunda mitad del XVIII) también sirvieron para compartir música, confesar amores secretos y otras acciones más propias de Facebook que de LinkedIn.
Esto sucedía especialmente en el caso de los libros de amigos propiedad de las mujeres. Mientras los jóvenes de la nobleza recorrían Europa y llenaban sus ‘alba amicorum’ de escudos de armas y escenas pintadas por artistas, ellas solían ser enviadas a conventos o a la corte.
Eso no les impedía tener sus propios libros. En este caso, según Reinders, los ‘alba amicorum’ se parecían aún más a Facebook, ya que sus propietarias escribían cotilleos, las letras de sus canciones favoritas, consejos o incluso pasajes de la Biblia.
Tampoco faltaba el arte. Si las letras de canciones hacían las veces de enlace a un videoclip en YouTube, los dibujos servían a menudo para representar de forma sutil y alegórica un romance soñado.
Tanto en un caso como en otro, el funcionamiento era similar al de las redes sociales de hoy día: cuanto más importantes fueran los contactos, más extensa fuera la red (o, lo que es lo mismo, más páginas hubiera escritas) y mejores fueran los artistas que firmaban las imágenes del ‘alba amicorum’, más popular era su propietario y mejor su posición social.
Más de cuatro siglos después, lo cierto es que poco ha cambiado. Mientras la importancia de muchos se mide en ‘followers’, los libros de amigos del siglo XVI sirven para estudiar las costumbres y relaciones de la época. Dentro de cuatrocientos años, Facebook será toda una joya para los historiadores.
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Las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Koninklijke Bibliotheek (1,2,3,4,5 y 6)
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