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Testigo del progreso: cómo 'cubrió' Tintín los hitos tecnológicos del siglo XX

A Hergé le gustaban tanto los coches que lo reflejó en las aventuras de Tintín con numerosos modelos

José Manuel Blanco

Cuando en su primera aventura Tintín viajó a la Unión Soviética, a finales de los años 20, lo hizo en tren, un medio de transporte que le condujo de Bruselas a Moscú y después de vuelta a su casa. Varias décadas más tarde, en la última de sus aventuras publicadas por completo, deberá viajar a San Theodoros, en una Latinoamérica de ficción, donde se encontrará con cámaras ocultas en espejos y pequeños micrófonos escondidos en las paredes. Tanto para llegar hasta allí como para marcharse habrá de usar el avión.

Y en medio, en las más de veinte aventuras que protagonizó el intrépido periodista, se las verá con aparatos de ultrasonidos capaces de destruir ciudades enteras, patines eléctricos, un submarino con forma de tiburón y hasta un cohete que lo llevó a la Luna quince años antes que a los estadounidenses.

Leer las historias de Tintín es hacer un recorrido por la evolución de la tecnología y la ciencia a lo largo del siglo XX. Su autor, Georges Remi (Hergé), hizo gala durante varias décadas de una labor de documentación que le llevó a reflejar con fidelidad coches, teléfonos o aviones, pero que también le sirvió para mostrar algunos de los principales temas que preocuparon o maravillaron durante el siglo XX, como la conquista espacial o la temor nuclear. Ahora, un encuentro organizado por la Asociación Tintinófila de Habla Hispana reunirá a expertos y aficionados para charlar sobre estos temas en la obra del dibujante belga.

Documentándose para reflejar la realidad

Cuando las aventuras de Tintín comenzaron a popularizarse, en torno a Hergé se gestó un grupo de colaboradores que le ayudaron en sus labores. Los trabajadores de los Studios Hergé, localizados en Bruselas desde 1950 hasta la década de los 80, además de dedicarse a tareas creativas, trabajaban en el proceso de documentación de las historias. Esto se veía reflejado en lo fieles a la realidad que resultaban muchos elementos de las viñetas, por no hablar de las tramas.

“Él tenía un equipo de personas ayudándole en su trabajo. Eso le permite dedicar más tiempo a preparar con más cuidado la documentación”, explica a HojaDeRouter.com Jordi Ojeda, doctor en Ingeniería Industrial, profesor de la Universidad de Barcelona y autor del blog Cómic Ciencia Tecnología. “Eso quiere decir que no necesitas viajar ni necesitas tener conocimientos sobre las diferentes materias. Sería una especie de Google de hoy en día: la capacidad de tener revistas científicas, de consultar fotografías, de hablar con especialistas…”

“Desde el punto de vista tecnológico, [Tintín] es una referencia en cuanto a la evolución de los medios de transporte”, cuenta Ojeda. El primer título, 'Tintín en el país de los sóviets', comenzó a publicarse por entregas en enero de 1929, mientras que ‘Tintín y los Pícaros’ salió en 1976. Tras 'Los cigarros del faraón' y 'El loto azul', ya a mediados de los años 30, Hergé empezaría a preocuparse más por la documentación y por transmitir realidad, también tecnológica, en sus viñetas.

Los coches son quizá uno de los elementos donde más se ve esa evolución de la tecnología y el deseo de reflejar los cambios. Hergé era un gran amante de los vehículos, compró los que pudo cuando tuvo oportunidad y desde el comienzo de su carrera buscó dotar de realismo a los cuatro ruedas que aparecían en sus viñetas. Ya en la portada de 'Tintín en el Congo', el segundo de los álbumes (editado en blanco y negro en 1931 y en color en 1946), se puede ver el viejo y barato Ford T, que se produjo desde comienzos de siglo hasta 1927. Un usuario creó la web 'Les autos de Tintin' y contabilizó hasta 173 vehículos en los 23 álbumes completos que dibujó Hergé (cuando falleció estaba trabajando en el número 24, 'Tintín y el Arte-Alfa).

Aquel modelo Ford T que se fabricaba en cadena se contrapone en los años 50 con una mayor diversidad de diseños de automóviles. En 'Stock de coque' (editado en 1958) se organiza un 'rally' en el que podemos ver, entre otros, el estrecho y económico Isetta Velam junto al deportivo Mercedes 190 SL o el Citroën 2 CV en el que se suelen mover los detectives Hernández y Fernández, amigos de los protagonistas. En 'Tintín y los Pícaros', ya en los años 70, sería el turno de unos Land Rover y unas camionetas de Chevrolet, unos modelos que habían surgido tras la Segunda Guerra Mundial, para recorrer la inhóspita selva en la que se encuentra el general Alcázar, amigo de Tintín y Haddock y dictador derrocado de San Theodoros.

La evolución tecnológica del siglo XX también se vio en los aviones. Buscando realismo y verosimilitud, Hergé y su equipo reprodujeron modelos y marcas fácilmente identificables por un lector avezado. Por ejemplo, el hidroavión Bellanca Pacemaker, de los años 20, sería el que capturara y pilotara Tintín en 'El cangrejo de las pinzas de oro', en 1940 (un modelo que también sale en la película de Spielberg, por cierto). Más de 25 años después, la llegada de los aviones supersónicos también tendría su reflejo en el avión Carreiras 160 en el que ocurre parte de la trama de 'Vuelo 714 para Sídney': fue Roger Leloup, uno de los colaboradores más estrechos de Hergé, quien tomó como referencias varios modelos reales para construir este jet.

Hergé, de hecho, decía que sus mejores viñetas eran las del avión estrellado en el Tíbet, del álbum 'Tintín en el Tíbet’' (1959), recuerda Ojeda. “Son escenas muy bien trabajadas y con encuadres muy bien hechos”, dice, que “le ayudaban a mantener la tensión en la escena”.

Un mechón de pelo naranja sobre la Luna

Además, quince años antes de que Neil Armstrong y compañía pisaran el satélite terrestre, el reportero del mechón de pelo naranja ya lo hizo con su perro Milú. En 1954, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética disputaban la carrera espacial y faltaban tres años para el lanzamiento del Sputnik, Tintín y compañía conquistaban la Luna a lo Julio Verne. Hergé reflejó toda su fascinación por el espacio no solo en uno, sino en dos álbumes: 'Objetivo: la Luna' y 'Aterrizaje en la Luna'.

Como principal fuente de inspiración se sirvió de un artículo de la revista estadounidense Collier's. Allá por los años 50, varios números de aquella publicación especularon sobre la experiencia de viajar al espacio y vivir allí. Uno de aquellos artículos se centraba en concreto en la Luna, lo que sirvió al belga para documentarse de cara a planear la epopeya que llevaría a Tintín y a sus amigos al satélite terrestre.

“Hergé reconoció en aquella época que se había inspirado de este número de la revista”, cuenta Ojeda, que añade que, además del artículo, Hergé consultó a varios científicos de la época para hacerlo lo más fidedigno posible. “Todo lo que es la representación de la gravedad está trabajado de forma muy muy interesante”: en un punto de 'Aterrizaje en la Luna', el segundo álbum del díptico, la nave se detiene mientras el capitán Haddock bebe un vaso de whisky; anonadado, el capitán comprueba cómo el whisky se hace una esfera y flota en la estancia donde se encuentra. “Es la primera vez que se ve la representación de lo que ocurre con la gravedad en los fluidos”, explica Ojeda.

Newton también tuvo presencia. Minutos después del incidente con el whisky, un borracho Haddock sale al espacio y Tintín lo ve desde dentro del cohete a la misma velocidad a la que se desplaza el vehículo. “La primera ley de Newton dice que un objeto no cambia su estado a no ser que ejerzas una fuerza sobre él. Como en teoría la gravedad es muy pequeñita en el espacio, no hay ninguna fuerza sobre él [Haddock] y al salir mantendría la velocidad que tenía dentro de la nave. Por tanto, aunque no lleve ningún tipo de cuerda, él sale y se queda 'enganchado' a la nave”. Tendrá que acudir Tintín, precisamente con una cuerda, para rescatarlo.

A la vez, el autor se toma algunas licencias “para dar un poco de ficción en el tema”, por ejemplo, con la presencia de cuevas con estalactitas por las que pasean Tintín, Haddock y Milú: si existieran, implicaría que hubo agua previamente en la Luna.

José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia y académico de la Real Academia Española, destaca el “gran contenido de ciencia” que tienen las aventuras de Tintín y resalta del díptico lunar cómo recoge la euforia que en los años 50 se experimentaba por la energía nuclear: “El afán, el espíritu del tiempo, es que la energía nuclear va a resolver la vida en todo el mundo y que se va a aplicar para todo”. No en vano, el cohete de Tornasol funcionaría con una pila atómica, de la que ya se habían hecho algunos experimentos en aviones, a la manera del submarino nuclear Nautilus.

El dibujante belga también se adelantó a la popularización de la televisión en color. En 'Las joyas de la Castafiore', el profesor Tornasol inventa un sistema en color que falla estrepitosamente. El álbum se publicó por entregas entre 1961 y 1962. Sin embargo, en aquella época solo se habían hecho algunos experimentos y el nuevo sistema tardaría aún unos pocos años (pero pocos) en popularizarse. Una vez más, como con los cohetes, Hergé y su equipo se habían adelantado a la realidad.

Un científico sabio con corazón de oro

Como vemos, muchas de esas preocupaciones e inventos están vinculados a la figura del profesor Tornasol. Inspirado en el inventor del batiscafo, Auguste Piccard, es precisamente gracias a él como la ciencia y la tecnología cobran una especial importancia en las historias de Tintín.

Fernando Alcantarilla, magistrado del Tribunal Constitucional y autor de 'El siglo XX en viñetas: Relaciones Internacionales y Humanismo en el cómic europeo', resalta a HojaDeRouter.com que gracias al profesor Tornasol el progreso cuenta con un lugar protagónico en los álbumes. Alcantarilla habla de una “vocación pacífica de la ciencia” en Tornasol, que se contrapone a visiones negativas del progreso en otras obras de Hergé, como en su serie 'Jo, Zette y Jocko', protagonizada por dos hermanos y su mono. En esta “existe una latente inquietud frente al progreso incontrolable de la técnica y los perversos efectos del modernismo”, dice. Así, en el álbum 'El rayo misterioso', los protagonistas se topan un profesor alocado que usa vehículos anfibios para detener los motores de barcos en alta mar y robarlos.

Con Tornasol, Ojeda cree que Hergé “busca la excentricidad para hacerlo más divertido. Yo creo que es un recurso dramático para dar más humor a la historia. Es un personaje típico de los asociados a la aventura y que hoy en día se ha utilizado en James Bond, Star Trek, Mortadelo… Es un recurso tener un socio excéntrico que en realidad sea muy inteligente y te pueda ayudar a salir del paso”.

El profesor inventa un sistema de televisión a color y unos patines eléctricospatines eléctricos cuando en la vida real pocos contaban con ello. También, un submarino con forma de tiburón que suelta un compuesto que crea humo en el agua y permite, así, señalar dónde se encuentra un tesoro en el fondo del mar. Sin embargo, son otros dos grandes inventos los que muestran dos de las temáticas que más preocupan durante el siglo XX: el cohete lunar, del que ya hemos hablado, y un aparato de ultrasonidos.

El temor a una guerra entre potencias mundiales y a las armas de destrucción masiva que pudieran desarrollar está muy presente gracias al científico en 'El asunto Tornasol' (1956 en su primera edición en álbum), donde el profesor de gabardina verde crea un aparato de ultrasonidos capaz de destruir edificios enteros.

Cuando las autoridades de Syldavia y Borduria, dos potencias enemigas (reflejo de la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética), se enteren, secuestrarán al inventor para que desarrolle su idea. Una vez que Tintín y Haddock lo liberan, Tornasol destruye los microfilms con los planos para fabricarlo, con el objetivo de que nadie pueda recrearlo nunca. El secuestro de Tornasol, por cierto, tiene lugar en Ginebra, a donde había acudido para presenciar un congreso de física nuclear. La elección de la ciudad quizá no sea baladí: Sánchez Ron recuerda que unos años antes, en 1952, se había puesto en marcha el CERNCERN en esa ciudad suiza.

Ojeda cree que los tebeos de Tintín “tienen un punto de anticipación tecnológica siempre. Que la persona que lea ese cómic descubra alguna cosa que le resulte novedosa”. Si Tintín es para muchos cronista de la historia del siglo XX (en sus obras se puede ver el auge de los totalitarismos, la guerra chinojaponesa o la inestabilidad de los gobiernos en América Latina), también es un reflejo popular de los inventos que marcaron el siglo XX y del progreso científico y tecnológico. Toda una clase en forma de viñetas.

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Las imágenes son propiedad de © Moulinsart 2017 y Editorial Juventud

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