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La comida impresa en 3D es una gozada futurista, ¿pero qué opinan los grandes chefs?

Esto es capaz de hacer 'Foodini', la impresora 3D de comida (Foto: naturalmachines.com)

Lucía El Asri

Nos ha dicho Sergi Arola que “la cocina y la tecnología son indisolubles”. Cuánta razón lleva... Tanto él como Pepe Rodríguez Rey (El Bohío, 'MasterChef') y Sergio Fernández ('Mi madre cocina mejor que la tuya'), con los que también hemos charlado, coinciden en algo: no saben mucho acerca de las impresoras 3D de alimentos. ¿Para qué sirven? ¿Cuáles son sus ventajas? ¿En qué se distinguen de un robot de cocina? ¿Tendrán futuro? Despacio, despacio... Vamos por partes.

‘Foodini’, de la empresa española Natural Machines, salió a la venta la última semana de marzo y su precio será de unos 1.000 euros. A pesar de que existen proyectos similares en el ámbito académico, es la primera vez que el mercado podrá disfrutar de este tipo de impresoras. Sus creadores la venderán online y sin intermediarios, de forma directa.

¿Y qué tipo de comidas se pueden 'imprimir' con este artilugio? Para que te hagas una idea, lo primero que cocinaron fueron figuras de chocolate en altura de gran complejidad geométrica. Desde entonces, han impreso raviolis, espaguetis, pizzas, hamburguesas, ñoquis, espinacas, pasteles, arroz con curri, o incluso 'fish and chips'. Pero, claro, si quieres hacer un pollo asado… Lo mejor será que utilices el horno como habitualmente.

'Foodini' nace para solventar un problema muy concreto: quienes querían consumir y ofrecer pasteles veganos en España se encontraban con grandes dificultades. “El problema de los pasteles es que para transportarlos hay que congelarlos y empaquetarlos de forma especial, con lo que el transporte salía muy caro” y no resultaba rentable, explica a HojadeRouter.com Emilio Sepúlveda, director general de la 'startup' catalana. “Básicamente lo que buscábamos era una solución tecnológica para llevar la pastelería a casa del cliente” añade. Después, y tras consultar la opinión de expertos decidieron ampliar su oferta a productos no relacionados con la pastelería.

¿Cómo funciona?

'Foodini' es un dispositivo conectado a internet que funciona con Android a través de una pantalla táctil, con dos aplicaciones móviles. Una de ellas te permite diseñar tus propias recetas, “con una interfaz de usuario muy sencilla”, asegura Emilio. La otra es una tienda de recetas donde puedes descargar las que haya hecho otra gente o subir las tuyas. Cuando seleccionas la receta te indica los ingredientes que tienes que reunir. Después simplemente es necesario darle a “imprimir”.

Esos alimentos se introducen triturados en cápsulas –un máximo de cinco a la vez, de 100 cm³ cada una- con las que, después, la máquina diseñará el producto final. Pero no es necesario que esos alimentos sean un puré, nos explica Sepúlveda.“Por ejemplo, imprimimos ingredientes con trocitos de frutos secos o con hojas de orégano, y también carne triturada para hacer los nuggets y hamburguesas”.

El chef Pepe Rodríguez, jurado del concurso televisivo 'MasterChef', se pregunta, al tener que usar alimentos triturados, si realmente la comida gana algo con estas impresoras: “¿qué necesidad tendría el pobre besugo de ser desnaturalizado?”. El diseño puede crear valor, pero no debería ser lo principal en la cocina, según el cocinero. “La cocina es el producto, el sabor, y cuanto menos lo toquemos muchísimo mejor. Si sólo buscamos la estética y no mimar el producto, a priori me parece un poco 'snob'”, agrega.

Los alimentos pueden ser introducidos en las cápsulas de forma manual, pero también existen cápsulas adaptadas a la impresora que ya se distribuyen en los supermercados.

El modelo abierto está pensado para particulares y restaurantes que quieran utilizar sus propios ingredientes o sufran alergias e intolerancias, pero también es posible que el usuario vaya a una tienda “de comida saludable” y le encapsulen allí los alimentos. “Nuestro requisito para la gente que encapsula es que la comida no tenga conservantes ni aditivos químicos. Queremos ayudar a que la gente tenga una alimentación sana”, explica Sepúlveda.

¿En qué se diferenciaría esta máquina de un robot de cocina?

Emilio explica que este tipo de robots acoge ingredientes, los calienta, los mezcla y los puede cocinar. “Nosotros no mezclamos, sino que tú pones varios ingredientes y al final de un proceso tienes los mismos, pero dispuestos de otra manera, con capas diferenciadas. Te lo diseña y te lo monta”.

Rodríguez Rey no quiere opinar de forma directa sobre la impresora, porque nunca ha tenido ocasión de probar una, pero dice estar abierto a cualquier avance tecnológico dentro de la cocina. “Si lo que se imprime es comestible, no se desnaturaliza ni se le echa ningún producto extraño, bienvenido sea”. “¿Necesita la comida esas tonterías?”, se pregunta, “no, pero si no daña a la materia prima, yo estoy encantado”.

Fernández Guerrero, por su parte, considera que hay que apostar por “la buena comida”. Le da igual que se elabore de una forma más moderna o más clásica, pero no quiere que por primera la innovación la comida deje de estar rica. “Las cosas tienen que ser buenas, da igual de dónde procedan”.

Pero, ¿cómo funciona eso de la impresión de alimentos en 3D? Emilio Sepúlveda entiende que hablar de “imprimir un alimento” probablemente no ayude mucho a describir el proceso que sigue la máquina. Básicamente lo que hacemos es ir depositando capas de los ingredientes que tocan en función de la receta que se ha escogido. Y eso acaba constituyendo un plato“, explica.

Pensada para el joven trabajador y sin mucho tiempo para cocinar

Sergi Arola no tiene muy claro si esta máquina puede ser útil para un restaurante porque “es una tecnología muy incipiente. A mí me tienen que demostrar que sirve, más que para hacer un ejercicio de ‘snobismo’ gastronómico”.

“Yo no la utilizaría en mi restaurante porque este tipo de tecnología hay que cobrarla”, confiesa Sergio. No sabe si los consumidores aceptarán o no un precio más alto por sus consumiciones por el simple hecho de que impriman algo en 3D. “A lo mejor luego la uso y me encanta, no lo sé, pero no conozco a nadie del sector que la haya utilizado. Y mira que conozco a gente”.

Aparte de estar pensada para restaurantes, 'Foodini' también está destinada al uso doméstico, por lo que hay unas limitaciones razonables de tamaño y número de raciones. Sus creadores tienen claro que España no es un mercado natural para ellos “por el tema cultural y la situación económica”, así que sus principales clientes están en Estados Unidos, China y el norte de Europa donde, según Sepúlveda, “la gente está más preocupada por lo que come”. No tiene que ver tanto con el ahorro de tiempo para cocinar, sino con poder controlar qué estás comiendo.

Evidentemente, no se pensó para la típica ama de casa española. “Hay que pensar que con la incorporación de la mujer al mercado laboral en los años 50 hubo un proceso que consistió en abandonar la comida en casa a favor de los precocinados y de la comodidad”. Por eso la impresora está pensada para gente joven, adaptada a las nuevas tecnologías, con trabajo, poco tiempo para cocinar, pero que se preocupa por su salud y lo que come.

Además, puede servir, o eso pretenden sus 'padres', para aumentar las ganas de comer de personas con dificultades. Por ejemplo, los niños que no quieren comer verdura tal vez lo hagan si se presentan de forma divertida. O puedes diseñar algo pensado especialmente para personas con alzheimer que suelen cansarse pronto mientras comen, explica el director de Natural Machines.

¿Tendrá futuro?

“¿Quién está en disposición de asegurar hoy que dentro de 50 años no habrá una impresora en todas las cocinas domésticas y que además prepararás un cocido en 3D? Nadie, y menos en un momento en el que se están empezando, incluso, a transmitir olores a través de los móviles”, dice Sergi Arola. Y pone un ejemplo: cuando la gente empezó a comer chocolate en Europa era algo ‘snob’ y sofisticado. Lo mismo ocurre cuando la gente comenzó a utilizar la ‘minipimer’.

“Al final las cosas que son importantes y que nos benefician a todos tienen salida en el mercado”, opina Rey. “Si eso hace avanzar, mejora el producto y nos ayuda a ser más precisos, pues bienvenida sea la máquina”, sentencia.

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