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De casa de Jobs al platillo volante: la historia de Apple a través de sus sedes

Vista de unos laterales de la nueva sede de Apple donde Tim Cook presentará el nuevo iPhone

Lucía Caballero

Antes de ser reconvertida en una tienda de vídeos porno en los 80, The Byte Shop, en el número 1063 de El Camino Real, en Mountain View (California), fue la primera cadena de tiendas de ordenadores de los Estados Unidos. Fue también el primer gran cliente de Apple: en 1976, después de que Steve Jobs se presentara en el local al día siguiente de conocer a su responsable –se tomó muy en serio un “estamos en contacto”–, este hizo un pedido de 50 ordenadores a 500 dólares por unidad (más de 1.800 euros de hoy en día, teniendo en cuenta la inflación).

Hasta entonces, Jobs y sus socios en Apple Computer Company, Steve Wozniak y Ronald WayneRonald Wayne, solo se habían planteado fabricar placas de circuitos impresos, pero la jugosa oferta les hizo cambiar de opinión. Poco tiempo después, Jobs montaba a mano los aparatos con la ayuda de su hermanastra y un colega en una habitación de la casa donde vivía con su familia adoptiva. Aunque se suele considerar el famoso garaje de la vivienda como el primer centro de operaciones de Apple, el reducido equipo solo se trasladó allí cuando el dormitorio se les quedó pequeño.

Es algo que ha seguido ocurriendo. A Jobs también le pareció que se le iba a quedar pequeña la sede de la compañía en 2006. Pero la mítica cochera donde se mudaron en los 70 nada tiene que ver con la descomunal nave nodriza donde miles de trabajadores de la manzana mordida pasan hoy sus jornadas. Después de años de secretismo, Tim Cook presenta hoy al mundo no solo el nuevo y flamante iPhone, sino también las entrañas de las nuevas oficinas de la empresa, instaladas en el complejo bautizado como Campus 2 o Apple Park.

El platillo volante, como ha sido apodado el edificio circular de unos 260.000 metros cuadrados, tiene capacidad para albergar a 12.000 empleados, a los que abrió sus puertas en abril pese a que aún quedaban detalles que ultimar. La idea de esta extravagante construcción salió de la cabeza de Jobs, quien decidió contar con el arquitecto Norman Foster para que le ayudara en el diseño.

El visionario cofundador de Apple, que hizo público el proyecto en 2006, dedicó los últimos años de su vida a hacer realidad su sueño de materializar la gigantesca nave y los interminables jardines aledaños que ocupan el 80 % del campus. Se estima que su precio conjunto supera los 5.000 millones de dólares, que han servido para pagar, entre otras cosas, los ascensores giratorios del auditorio donde Cook hará la esperada presentación y que tiene cabida para 1.000 asistentes.

El complejo, como no podía ser de otra manera, se encuentra en el número 1 de Apple Park Way, a solo una salida de autopista del anterior Apple Campus, que arranca en el 1 de la calle privada Infinite Loop. Porque, a pesar de que el gigantesco platillo volante será hoy el centro de toda la atención, los de la manzana mordida han tenido otros cuarteles generales antes. Si bien sus dimensiones eran menores, también han sido testigos de importantes etapas en la evolución del gigante tecnológico.

El bucle infinito

La construcción de los seis edificios que Apple posee en la calle Infinite Loop, bautizada así en honor del concepto informático, comenzó en 1992 y tardó un año en completarse. Al principio estaban destinados a labores de investigación y desarrollo, pero con la vuelta de Jobs en 1997 se trasladaron allí otras áreas de la empresa y fueron rebautizados. Cada uno de ellos recibe el nombre de la vía elipsoidal, seguido de una cifra que corresponde con su numeración (van del IL 1, el principal, al IL 6, en el sentido de las agujas del reloj).

Como otra prueba del amor de Jobs por la naturaleza, las construcciones están rodeadas de plantas y su disposición y apariencia recuerdan a las de una universidad, de ahí que llamaran campus al recinto donde también se levantaron otros edificios para alojar a los empleados. En el número 1 de Infinite Loop se encuentra una Apple Store que vende tanto dispositivos de la manzana mordida como 'merchandising' o recuerdos (y que es el único espacio abierto al público).

La calle conecta con Mariani Avenue, la dirección que, según revelan algunos documentos, precedió al campus como cuartel general de Apple. Se trata, concretamente, del número 20525, un edificio bautizado como Mariani 1 (aunque es el único en su especie) que hace esquina con el bulevar De Anza, la carretera principal que atraviesa el corazón de Cupertino.

En octubre de 1989, el fuerte terremoto de Loma Prieta sacudió los cimientos de las construcciones del gigante tecnológico, incluidos los edificios erguidos en Valley Green Drive. Estos inmuebles, apodados, de nuevo, con el nombre de la calle y un número del 1 al 5, albergaban oficinas, aunque algunos espacios estaban infrautilizados y se mantenían al margen de la actividad principal de la firma.

Por eso, a finales de 1990, Bob Brunner, recién contratado como director de diseño, se adueñó de la mayor parte de Valley Green 2 para instalar el centro de operaciones de su equipo, compartiendo espacio con el grupo de servicios creativos, que producía panfletos, manuales, pósteres y vídeos promocionales.

El cuartel general de la compañía se encontraba por entonces en el 10260 de Bandley Drive que (adivina) estaba acompañado por otros siete edificios homónimos, casi idénticos, numerados del 2 al 8 por orden de ocupación. El inmueble original, BL 1, fue transitado por primera vez por los empleados de la empresa el 28 de enero de 1978. Un año después, la demanda de productos de la manzana mordida era tal que el equipo de Apple lanzaba nuevos proyectos cada semana, creciendo a su vez el número de ingenieros que contrataban a una velocidad inaudita.

Todos estos nuevos trabajadores necesitaban más espacio, por lo que Bandley Drive se convirtió en una obra de construcción perpetua. En 1983, la compañía ocupaba seis inmuebles casi idénticos de uno o dos pisos. Según Phil Roybal, director de publicidad de la empresa por entonces, aquel mosaico de oficinas dejaba patente que más que una corporación, “Apple era como un club”.

La calle, siempre patas arriba, era un reflejo del caos que reinaba dentro de la empresa. El número 3 de Bandley Drive fue testigo de la rivalidad que enfrentaba a los equipos del Mac, capitaneado por Jobs, y del Apple Lisa. Pese a compartir procesador, el líder de la empresa se negaba a que fueran compatibles. Apodó a los miembros de su grupo “piratas”, colocó una bandera en el tejado y se dedicó a robar desde trabajadores a código del proyecto rival.

Las paredes que vieron nacer a Lisa

Antes de la época de los campus y la vegetación omnipresente, las sedes de Apple eran bastante más austeras, al igual que sus ingresos. Entre 1979 y 1980, el proyecto Macintosh solo estaba respaldado por un equipo de cuatro personas, lideradas por Jef Raskin. Se consideraba tan insignificante para la empresa que se canceló varias veces.

Tras sobrevivir milagrosamente a una reorganización corporativa en 1980, el grupo trasladó su centro de operaciones a un edificio de la compañía apodado Good Earth, en el número 20863 de Stevens Creek Boulevard, justo al lado del restaurante Good Earth al que debía su nombre. Devolvían la vida a un inmueble que había sido clave para los de la manzana mordida: fueron las primeras oficinas de Apple tras la salida de la casa de Jobs, confinadas por unas paredes que ya habían visto nacer el Apple II y que gestarían el proyecto Lisa y el primer Macintosh.

El edificio estaba dividido en cuatro sectores, tres de ellos dedicados al ‘marketing’, la ingeniería, la producción y un último espacio con el que no sabían muy bien qué hacer, según detalla Chris Espinosa, uno de los primeros empleados de Apple. El equipo creció poco a poco, por lo que ocuparon otros dos inmuebles adyacentes al principal, el Scorched Earth (Tierra Quemada) –que cobijaba a un puñado de ingenieros de ‘hardware’, todos fumadores– y el Salt of the Earth (Sal de la Tierra).

Pese a los originales nombres, no permanecieron en aquel lugar mucho tiempo. Pocos meses después de la mudanza, el grupo consiguió llamar la atención de Jobs cambiando el procesador del Mac y mejorando el diseño. El líder de la compañía se hizo entonces con el mando del proyecto, reunió a algunos miembros del equipo original del Apple II, incluido Wozniak, y trasladó la sede unas oficinas más grandes situadas al sur del campus, en la esquina entre Stevens Creek Boulevard y Saratoga-Sunnyvale Road.

La construcción, por supuesto, recibió un alias: Texaco Towers, porque se encontraba justo detrás una gasolinera Texaco. El equipo se instaló en la segunda planta del edificio, con cuatro habitaciones situadas a lo largo de un pasillo. En una de las oficinas, sobre un escritorio vacío, podía verse el primer prototipo de Macintosh con el procesador del Apple Lisa (el Motorola 68000), el único que existía. En 1982 había tantas personas trabajando en las torres que era obvio que necesitaban un cambio de emplazamiento, así que se mudaron a uno de los edificios Bandley, donde tuvo lugar la contienda pirata.

La mayor parte de la familia de construcciones de Apple ha sobrevivido al paso de los años y hoy conforman una pequeña ciudad sustentada por la multinacional. La casa donde Jobs vivía con sus padres y donde ensambló la primera remesa de ordenadores Apple I, está considerada desde 2013 como patrimonio histórico de Los Altos. La flamante nave espacial, todo un monumento tecnológico que rinde honor al fallecido visionario, estará lista a finales de año, como la última huella arquitectónica (hasta la fecha) del gigante de Cupertino.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Apple, Mathieu Thouvenin, Joe Ravi, Gussisaurio y Fabio Bini

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