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El iPad o un robot, ¿amigos de la persona con autismo u otra forma de aislamiento?

Las tecnologías ayudan a las personas autistas pero hay que utilizarlas con fines comunicativos

Lucía El Asri

Enric Cervera, investigador en robótica de la Universidad Jaume I de Castellón, inició hace poco más de un año un proyecto, inspirado en varias iniciativas norteamericanas, para tratar a las personas con autismo. Su trabajo consiste en programar pequeños robots para que interactúen con niños. Autómatas capaces de aprenderse el nombre de los pequeños, de jugar con ellos y de crear un ambiente seguro y tranquilo para el menor que habitualmente no percibe cuando se enfrenta a un interlocutor de carne y hueso.

Las personas autistas suelen tener dificultades para expresarse, para interpretar gestos o expresiones faciales. Apenas pueden comunicarse con sus familiares y les resulta trabajoso controlar sus emociones y procesar la información que les llega por cualquiera de los cinco sentidos.

La inteligencia de esos robots, que ya se están utilizando a modo de ensayo en hospitales, se ha desarrollado siguiendo la directrices de médicos y terapeutas que controlan en todo momento la máquina. “Los niños hacen juegos sencillos, reconocen colores e imágenes”, explica Cervera a HojaDeRouter.com. Un tratamiento futuro que puede ayudar a esas personas a relacionarse con facilidad con los humanos.

De momento se sabe que los robots son atractivos para estos niños, pero la intención va más allá de que se hagan amigos. Si la cosa se queda ahí, no se cumplirá el verdadero propósito del estudio: que el robot sirva de puente entre el mundo de las máquinas y de los humanos. Que el robot se convierta en el impulso que ayude a los chavales a coger confianza y acabar comunicándose por sí mismos con otras personas, “algo que les cuesta mucho”.

Socializarse, aprender, construir

Mariana Aparicio lleva años investigando desde Illinois la posible aplicación de ordenadores a este tipo de terapias. Asegura que están comprobados los beneficios de utilizar simples programas de ordenador en este ámbito, ya que entre otras cosas reducen la ansiedad que las personas con autismo sienten cuando tienen que interactuar cara a cara. Sin embargo, a esos ordenadores les falta la parte socializadora que sí tienen los robots de Cervera, aunque los resultados obtenidos en el ámbito de la robótica aún no resultan significativos.

Una vez finalizado el periodo de prueba, es posible que se vean claras diferencias positivas entre aquellos niños que han interactuado con los robots y los que no lo han hecho. “También es posible que los resultados sean nulos”, dice Cervera.

Lo que tiene claro es que, sea cual sea la conclusión, el robot ayuda al niño “a socializar”, ya que se convierte en una representación del humano en miniatura. ¿Ocurre lo mismo con las tabletas? Tiene sus dudas. “Aunque también son atractivas para estos niños, por lo que he hablado con los terapeutas, podrían generar el efecto contrario al que se desea: podrían hacer que esas personas se aíslen más”.

Enseñar a comunicarse con las herramientas

Deborah Leonard lleva más de ocho años siendo profesora de niños autistas, varios de ellos dedicados a investigar los beneficios que un iPad puede tener para los pequeños. Asegura que esta herramienta mejora sus habilidades, les ayuda a expresar cosas que habitualmente no pueden decir: solo tienen que aprender a utilizarlo, buscar imágenes relacionadas con lo que quieren contar y mostrarlas.

Es visual, puede transportarse fácilmente, y “aunque es cierto que en un primer momento no todos los pequeños aceptan el dispositivo, quienes lo hacen no se separan de él”, afirma la profesora.

“Lo más importante es el uso que se les da a esas herramientas”, nos explica Sonia Vilaltella, directora de Pyramid Educational Consultants en España, y añade que el iPad en sí mismo no es un sistema de comunicación: es necesario enseñar a la persona con autismo a utilizarlo como un sistema comunicativo. “Si no se hace así, puede existir el riesgo de que lo utilice como una autoestimulación más”. En su opinión, la desventaja viene cuando no hay formación para profesionales y padres en el uso de esas herramientas.

Cualquiera de estos elementos electrónicos “atraerá de forma innata” a la persona autista, afirma Salvador Martínez, director técnico de Astrade. Cree que aún hay que trabajar mucho con estas herramientas tecnológicas. “Si no lo hacemos, nos quedaremos muy limitados”. Lo que debe “potenciarse” es que una persona autista se acabe comunicando con su entorno, “y eso debe de estar por encima de con qué aparato se consiga”.

Una vez que se ha logrado que la persona tenga interés en comunicarse, un vehículo tecnológico sí puede ser útil. “Enseñar la técnica no es suficiente si no se potencia la intención”, señala Martínez.

Si una persona autista utiliza de forma inadecuada ordenadores o iPads, ¿podría llegar a aislarse más de la sociedad? Vilaltella cree que no hay riesgo de un mayor aislamiento; “simplemente le estaríamos dando una herramienta con la que seguir aislado”, pero igual ocurriría si le damos un cuento y le dejamos solo.

Videojuegos para hacer amigos

Stuart Duncan es padre de un niño autista. A él mismo, cuando tenía 36 años, le diagnosticaron Asperger. Nos explica que fue entonces cuando comprendió que esa era la fuente de todos los problemas que había tenido durante la infancia, y cuando entendió que su hijo iba a necesitar mucha ayuda para tener buena calidad de vida y no encerrarse en sí mismo.

Su solución fue desarrollar un videojuego que asegurara un entorno controlado para menores con autismo. Un juego (Autocraft) basado en el popular Minecraft que ayuda a estos niños a hacer amigos de verdad, aunque primero sean virtuales.

Ahora muchos pequeños están aprendiendo a leer, a escribir, a hablar más abiertamente y, en definitiva, “a ser ellos mismos”. No obstante, hay que tomar las cosas con cautela. “Como Minecraft, este puede ser un juego muy adictivo que llegue a consumir su mente”, admite Duncan.

Los padres deben implicarse y recibir educación también. “Uno de los principales obstáculos es que son pocos los que intentan aprender sobre el juego con sus hijos”. No solo se pierde conexión entre ambos, dice Duncan, sino que además los adultos pierden capacidad de vigilancia y de intervenir ante aquello que pudiera perjudicar a los menores.

El proyecto de este padre ha tenido mucha aceptación y demanda, especialmente porque algunos de estos niños sufren 'bullying' en la Red y Autocraft les proporciona un lugar seguro para jugar y comunicarse. Pero, paradójicamente, esa demanda puede ser también la fuente de un gran problema: le preocupa que haya tantos familiares de personas autistas desesperados por encontrar un lugar donde sus hijos encajen y puedan vivir sin miedo.

A pesar de sus beneficios, esta puede convertirse en una herramienta que encierre a los niños en el videojuego y les aleje de interactuar con su realidad.

Mismas técnicas, nuevos tiempos

Antes del iPad y de los ordenadores, las personas con autismo mejoraban su comunicación gracias a diversos sistemas basados en imagen: cartas, folios y papeles con dibujos de los de toda la vida, que se conocen como “baja tecnología”. Ahora esos instrumentos, las 'apps' y otras herramientas digitales, pueden aumentar las capacidades del autista, pero sin lo básico no puede aprenderse lo nuevo.

“Las nuevas tecnologías aportan y mejoran la comunicación de las personas, pero no podemos enseñar lo sofisticado sin enseñar lo sencillo”, dice Vilaltella. En Pyramid abogan por educar con esas bajas tecnologías e ir poco a poco integrando las nuevas que puedan ser beneficiosas. Concretamente, utilizan desde 1992 el sistema PECS, que funciona mediante el intercambio de imágenes dibujadas sobre un papel.

En los últimos tiempos lo han ido adaptando y han diseñado PECS IV+, una aplicación que lleva su sistema más tradicional al mundo digital, y que se utiliza con los alumnos que están preparados para acceder a una terapia distinta.

Como explica Salvador Martínez, “hay que hacer una adaptación”. Primero porque los dispositivos pueden ser difíciles de entender para algunas personas, y segundo porque cada programa y aplicación debe ser adaptado a las exigencias y necesidades de cada uno. “Al fin y al cabo, las técnicas que se utilizaban antes y las que se utilizan ahora son muy parecidas”. En muchos casos solo adaptan la herramienta tradicional a la digital.

Parece claro que cualquier avance tecnológico que ayude a mejorar la vida de las personas autistas es bienvenido, pero la tecnología por sí misma no genera resultados positivos. Hay que saber utilizarla, de la mano de profesionales y con la clara intención de que la persona autista no se quede estancada en ella, sino que esa tecnología se convierta en un primer escalón para lograr la comunicación cara a cara.

Si esto no se consigue, la persona autista acabará por mirar solo a la pantalla de su máquina y habremos perdido la oportunidad de aprovechar los beneficios que las tecnologías nos ofrecen para superar las barreras del autismo.

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Las imágenes utilizadas en este artículo son propiedad de Deborah Leonard, HojadeRouter.com, San José Library, Jennie Faber y Stuart Duncan

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