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El futuro del bastón blanco: tecnología inteligente por y para ciegos

En los últimos años han aparecido diferentes prototipos para mejorar los bastones blancos tradicionales

Cristina Sánchez

A Antonio Alarcón le explicaron en la ONCE que había llegado el momento de aprender a utilizar el bastón blanco. Aunque conserva resto visual, decidió aceptar el consejo hace unos años. La experiencia no fue demasiado bien: con su altura de 1.90, Antonio se dio un golpe en la cabeza. Le preguntó a un técnico qué podía hacer para evitar los obstáculos más altos, y este le respondió que la única opción era poner un brazo delante para protegerse.  

Sorprendido ante la falta de un buen sistema, Antonio barajó otros dispositivos, como un casco que detecta los obstáculos o un colgante con ultrasonidos. “Si una persona ciega ya se siente observada, imagínate si además lleva un colgante o un casco. Nuestra idea fue integrarlo todo. Si una persona ya tiene que llevar el bastón que no tenga que parecer un marciano”, explica a HojaDeRouter.com.  

Alarcón forma parte del equipo de la Cátedra de Investigación de Retinosis Pigmentaria Bidons Egara. Compartió la experiencia con sus compañeros y, en 2013, pudieron presentar un prototipo de bastón electrónico inteligente para que las personas ciegas puedan detectar obstáculos, un proyecto realizado junto con la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) que aún está pendiente de la validación definitiva de la ONCE.

LA PRIMERA NECESIDAD: DETECTAR LOS OBSTÁCULOS

“Las primeras veces que alguien sale con el bastón agacha la cabeza, se hace un ovillo porque piensa que algo le va a golpear”, nos cuenta Alarcón. Por ello, el sistema desarrollado por la UMH consta de tres sensores que detectan los objetos que el invidente tiene su alrededor, avisándole a través de la vibración de una pulsera magnética de aquellos que se encuentran exclusivamente sobre su cabeza, como las ramas o los toldos de los bares, para no saturarle de información.  

Un microcontrolador regula la distancia de detección según las necesidades del usuario: se programa previamente el dispositivo para que se adapte a cada invidente, según sus características físicas, como la altura y la anchura de los hombros, o la velocidad de sus pasos. “Cuando presentamos el bastón en Terrasa, un invidente venía con un moratón en la cara. Esa misma mañana se había dado un golpe”, explica Eduardo Fernández, profesor de la UMH y coordinador del grupo de Neuroingeniería Biomédica que ha desarrollado este bastón.  “Muchos tienen miedo a salir y en este caso tiene solución”.  

Desde hace dos años, los investigadores de la UMH han ido perfeccionando el sistema con las aportaciones de otros invidentes. Al principio pensaron que los avisos fueran sonoros, pero pronto les quitaron la idea: necesitan tener libre el oído. También han tenido que adaptarlo a todo tipo de estancias (en el metro hay demasiados obstáculos y era necesario distinguir personas y objetos), hacerlo ligero (tan solo pesa 50 gramos) e integrarlo como un dispositivo intercambiable que sirva para cualquier bastón.  

La estética también importa: el día en que Alarcón enseñó el prototipo en la ONCE, se encontró con una chica joven que había tenido que acudir allí por primera vez. Los técnicos la intentaban convencer de que su discapacidad visual la obligaba a llevar el bastón blanco, pero ella se negaba. Cuando vio el bastón Egara que llevaba Alarcón, con su empuñadura fucsia, lo señaló y dijo que estaba dispuesta a usar ese. El color la ayudaba a no sentirse estigmatizada.

Su facilidad de uso, que la batería dure varios días y su precio (Eduardo Fernández señala que no costará mucho más que un bastón tradicional) podrían distinguir al bastón Egara de otros dispositivos, como el más antiguo Ultracane, desarrollado en la Universidad de Leeds en Reino Unido, que funciona por detección de los ultrasonidos y cuesta más de 800 euros.

Investigadores de India han desarrollado también recientemente Smart Cane, capaz de detectar los obstáculos por encima de la rodilla en un rango de medio metro y que incluye aviso por vibración. Tan solo cuesta 3.000 rupias (unos 41 euros) porque los investigadores que lo han diseñado quieren que pueda venderse en los países en desarrollo.

¿SON TODOS LOS SISTEMAS ÚTILES?

En los últimos meses, el número de bastones inteligentes disponibles se ha incrementado. Elena Calvo, alumna de la Universidad Rey Juan Carlos, ha desarrollado un nuevo prototipo para el guiado en interiores como proyecto fin de carrera, en el marco del programa de accesibilidad 'Ver con las manos'.

Unas etiquetas RFID instaladas en el suelo (etiquetas de identificación por radiofrecuencia, como las que actualmente incluyen algunos abonos transporte) proporcionan información a la vara que ha desarrollado Elena, provista de un lector en su parte inferior, además de una placa de Arduino y un módulo Bluetooth que se encargan de transmitir la localización a una 'app'. El teléfono indica al usuario el punto en el que se encuentra y los siguientes pasos que tendrá que dar hasta llegar a su destino.

Elena cree que las etiquetas podrían integrarse en el suelo de los edificios públicos, de forma similar a las planchas de goma que ya encontramos en el metro. “Hablé con un chico invidente que estaba haciendo su proyecto en ese mismo departamento, le comenté la idea y le parecía bien, aunque me dijo que todo lo que pusiera al final del bastón o era muy resistente o no iba a funcionar. Entonces pensé, 'si esto llega a desarrollarse, la antena tiene que ser muy resistente'”, señala Elena, que ha dejado el proyecto en manos de la institución académica.  

Tres estudiantes de la Universidad de Birmingham han desarrollado el bastón XploR, el primero con reconocimiento facial: detecta los rostros en un rango de diez metros gracias a una cámara digital que vibra cuando identifica a una persona conocida. Después, un GPS guía al invidente hacia a esa persona a través de audio. “Mi abuelo es ciego y sé lo útil que este dispositivo podría ser para él”, ha explicado Steve Adigbo, uno de los estudiantes creadores de este bastón identificador.

Por el momento es un prototipo, pero, si llegara al mercado, ¿sería xPLOR realmente útil? “Con que me digas 'hola' es suficiente: no me aporta nada esencial que un bastón me diga 'este es fulanito'. Por la voz ya lo voy a saber”, afirma Antonio Alarcón, que no termina de ver la utilidad a este artilugio.

“Yo me quedo con lo que necesito. Hoy por hoy creo que hay muchas prioridades por encima de que un bastón tenga reconocimiento de rostros”, detalla José Manuel Fernández Granda, instructor de Tiflotecnología y Braille de la Dirección de Apoyo de la ONCE en Córdoba. “En muchos equipos hay más corazón que cabeza y no se tiene en cuenta la utilidad real”.

ESCUCHAR EL PAISAJE: LA APLICACIÓN ESPAÑOLA PARA DESCRIBIR LA REALIDAD

Hace tres años, José Manuel Fernández Granda se dio cuenta de que no estaba siguiendo el camino correcto para llegar a un lugar al que nunca había ido. No pasaba nadie por la calle y se sintió completamente perdido. Hace unos meses, le invitaron a probar unas Google Glass que incorporaban un sistema, Lazzus, que le facilita no solo a llegar al destino (como otras 'apps' ya hacen) sino que además le enuncia todos los detalles del camino en tiempo real (el nombre de las tiendas, la localización de los pasos de cebra o la información sobre el transporte). Le pareció una gran idea.

Finalmente, Lazzus no estará disponible para Google Glass, pero sí para móviles con Android y iOS cuando la ONCE lo valide. Utiliza el GPS para conocer la ubicación del usuario y la brújula para saber cuál es su orientación, su “campo de visión”. De esta forma, en un rango de 20 metros, es capaz de describir los puntos de interés al invidente a través de pitidos (por ejemplo, si aparece por la izquierda) o de voz (cuando la tiene enfocado en el centro de visión, indica el nombre). El usuario puede configurar qué puntos quiere que se le describan y de qué forma gracias al uso de las bases de datos de Foursquare, Google Places y Tom Tom Go.  

La aplicación nació como una idea de Pablo Soto, uno de los desarrolladores de la 'startup' asturiana NeoSenTec. Trabajaba en una tienda de electrónica cuando un invidente le pidió un GPS adaptado a sus necesidades. NeoSenTec desarrolló más tarde aquel proyecto, y para ello contó con la ayuda de potenciales usuarios como Fernández Granda. “Estuvimos estudiando sistemas para estructurar la información, ya que ellos no sabían mucho de cómo trabaja realmente una persona ciega con un lector de pantalla”, explica José Manuel.

“En el caso de Lazzus, nos fuimos por los alrededores del CIDAT y por el centro de Madrid”, cuenta Eugenio Pérez Pecharromán, responsable del departamento de evaluación del Centro de Investigación, Desarrollo y Aplicación Tiflotécnica de la ONCE. Cada vez que llega una nueva 'app', los expertos del CIDAT la evalúan y organizan 'focus groups' para contrastar sus opiniones con los usuarios finales.

A los invidentes no les parecía buena idea usar las Google Glass y por ello optaron por la 'app'. “Hicimos pruebas con casi 150 personas y la mayoría, sobre todo las mujeres, nos decían que aunque era más cómodo y funcionaba girando la cabeza, te marca”, nos cuenta Pedro Javier Sáez, fundador de NeoSenTec. Este emprendedor quiere demostrar con Lazzus que no hay excusas para no desarrollar aplicaciones accesibles: pueden contribuir a crear una sociedad igualitaria y ser rentables al mismo tiempo.

Además de la aplicación, que costará 30 euros al año, el equipo de Lazzus ya está desarrollando un 'wearable' propio, más barato y más discreto que las Google Glass, para dejar al usuario la mano libre (Fernández Granda asegura con humor que “cuanto menos cíborgs seamos, mejor”). También tienen otras ideas en mente, como incorporar un reconocimiento de objetos que informe a los invidentes de los detalles, por ejemplo los objetos expuestos en un escaparate. “En octubre vamos a tener un 'wearable' para que gires la cabeza y te diga 'paso de cebra'. Hace que tengas la misma experiencia que los videntes”, asegura Sáez.

Eso sí, este emprendedor no pretende que la aplicación se convierta en sustituto del bastón ni del perro guía, sino en un complemento. “Lo único que tenemos en común las personas invidentes es que no vemos. Existen mil particularidades de personas que tienen un resto de visión o de personas que la han perdido de adultos como es mi caso y no han desarrollado tanto la orientación”, explica Fernández Granda. En España, hay 70.000 personas ciegas, cada una con sus propios deseos y necesidades.

“Yo ya sé desenvolverme por la ciudad. ¿Que me vendría mejor que alguien que me leyera los carteles? Pues sí, pero no necesito una 'app' que me lea todo. Me hace falta que cuando vaya al ayuntamiento o a una carnicería, me diga qué número es. Solo con que me digan de viva voz los números ya me solucionarían la vida”, señala Antonio Alarcón. No hacen falta nuevas tecnologías ni reinventar la rueda para implantar el sistema que Alarcón reclama. A veces solo es necesario que los desarrolladores pregunten a los que van a usar sus tecnologías.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de la ONCE, Bastón Egara y Lazzus

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