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Los libros de texto son muy caros: ¿son los recursos educativos abiertos una alternativa?

Los recursos educativos abiertos son gratuitos y modificables

Lucía Caballero

“Volver a empezar otra vez”, dice la canción del anuncio que un conocido centro comercial suele lanzar por estas fechas. Y continúa: “Volver a estrenar zapatos y libros”. Quién no conoce esta pegadiza musiquilla que cuando llega septiembre, coincidiendo con el regreso a oficinas y colegios. Las calles se han inundado progresivamente de niños, jóvenes y (por qué no hablar de ellos) abuelos cargados con mochilas repletas de material escolar.

Efectivamente, cumpliendo con la letra del tema publicitario, los alumnos de los cursos donde se va a implantar la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (más conocida como LOMCE o 'ley Wert') tendrán que estrenar libros todos los años: la ley estipula que sean nuevos. Aunque de momento solo se hace efectiva en algunos niveles (primero, tercero y quinto de Primaria) la mayoría de colegios y comunidades ya se han negado a que las familias tengan que costearse los manuales una y otra vez. Un dinero que empieza a cementar la dichosa cuesta de enero.

Paradójicamente, la misma ley dice que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte “promoverá el préstamo gratuito de libros de texto y otros materiales curriculares”. Resulta que, además, promueve la elaboración de contenidos que no cuestan ni un duro y que podrían llegar a sustituir a las guías tradicionales.

“A veces nos preguntan, '¿pero vosotros hacéis libros de texto?' Y la verdad es que no sabemos qué contestar”, cuenta a HojaDeRouter.com Antonio Monje, director del Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas no Propietarios (CeDeC). Él y su equipo se dedican a desarrollar recursos educativos abiertos (o REA); materiales en formato digital a los que puede acceder toda la comunidad educativa de manera gratuita.

“No queremos hacer libros, porque ese concepto va a quedar en desuso”, continúa. Monje asegura que cualquiera de estas guías, tal y como las conocemos, son “un elemento cerrado, muy monolítico”.

El CeDeC pertenece al Ministerio de Educación y está coordinado por el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF). Al contrario que la mayoría de instituciones de ámbito nacional, el centro no está ubicado en la capital, sino un poco más al sur, en Mérida.

“Frente al libro tradicional y a los contenidos editoriales digitalizados, apostamos por un modelo más abierto, que permita mayor flexibilidad a la hora de impartir la docencia”, prosigue su responsable. Una de las causas de esta flexibilidad es el tipo de licencias bajo la que se elaboran los materiales: son de cultura libre, entre las que se incluyen las Creative Commons. Los trabajos pueden distribuirse libremente, ser utilizados por cualquier alumno o docente y modificados según sus necesidades.

El papel está pasado de moda

Los REA, como asegura Monje, no tratan de convertirse en un manual a la antigua usanza. Tampoco son una versión encubierta de los textos. Suelen desarrollarse de forma segmentada, por temas, bloques o unidades didácticas. Aunque, al final, “si coges todo el material y lo clasificas, tienes un libro”, admite Javier Quintana, director del Centro Aragonés de Tecnologías para la Educación (CATEDU), desde donde también promueven este tipo de recursos educativos.

“A mí me ha pasado que, como profesor, tomaba como referencia un texto de editorial, pero añadía fotocopias o apuntes propios”, cuenta el director del CeDeC. Esta combinación de diferentes contenidos y formatos es precisamente su objetivo, pero siempre desde una perspectiva digital. “Construimos el conocimiento a partir de esta amalgama, abarcamos todo el currículo y cumplimos con sus exigencias”. Y también incluyen sus propios sistemas de evaluación, con lo que “todo el proceso de aprendizaje está reglado”.

“Lo primero que hace un profesor para buscar material es recurrir a Google”, dice Miguel Ángel García, coordinador de bachillerato y profesor de lengua, literatura e informática en el colegio San Juan Bosco de Torrejón de Ardoz. Además, es autor de varias obras educativas con licencia abierta. “Lo que ocurre es que la calidad de lo que obtiene es diversa”, añade García. No obstante, existen plataformas específicas donde hacer las pesquisas. Algunas han nacido de iniciativas independientes, como es el caso de LiberDocs y el proyecto apuntes marea verde, y otras han sido promovidas por la administración.

El repositorio donde se almacenan los contenidos digitales del CeDeC se llama Agrega 2 y está coordinado por el INTEF. La biblioteca virtual se divide en nodos autonómicos que gestionan las conserjerías de educación, de manera que cada comunidad tiene su catálogo de materiales. Por ejemplo, en Andalucía puede encontrarse en el Índice de Recursos Abiertos de la Junta (MOGEA) y en Madrid el servicio corresponde a EducaMadrid, cuyo portal ofrece soluciones tecnológicas educativas para docentes, alumnos y familias.

“Durante el pasado curso escolar se crearon 200.000 contenidos con las herramientas de la plataforma”, asegura Gonzalo Aguado, director general de Infraestructuras y Servicios de la Comunidad de Madrid. En su caso, la mayoría de los documentos proceden de los proyectos Internet en la Escuela e Internet en el Aula, en los que participaron empresas multimedia y profesores.

Las herramientas también son libres

“También hemos colaborado en el desarrollo de Procomún, una red de recursos educativos abiertos”, indica Monje. Procomún sirve de punto de encuentro para que los profesores puedan coordinarse. Desde el centro de Extremadura han coordinado además el desarrollo de una herramienta de ‘software’ libre para crear los contenidos (eXeLearning).

Aunque los materiales tengan una licencia libre y puedan adaptarse, esta tarea se complica si los docentes no disponen de las herramientas adecuadas. Según el director del CeDeC, aquí entra en juego “la transparencia tecnológica”. Para cumplir con este precepto, les dicen dónde encontrar el programa que han utilizado y cómo usarlo.

Por su parte, el proyecto de CATEDU es independiente y ha sido promovido por el Departamento de Industria e Innovación del Gobierno de Aragón. “Hemos reunido a unos 40 profesores para crear los materiales”, explica Quintana. Asegura que “los docentes no tenían contenidos adaptados al currículo de la comunidad” y no suelen recurrir al repositorio de Agrega 2.

Empezaron a trabajar en septiembre del año pasado y han publicado el catálogo a finales de julio en su propia plataforma: Facilitamos. “Lo que más ha costado ha sido coordinarlos a todos”, dice el aragonés. Los colaboradores se comunicaban y organizaban a través de la red Edmodo, una especie de “Facebook para profesores”. “Incluso han adaptado los temas para distintos niveles dentro de un mismo curso y han diseñado actividades que combinan varias asignaturas”, prosigue.

“No todos los niños son iguales”, recalca Monje. Ni todos los profesores. “Hasta ahora se pensaba que un material iba servir para cualquier caso”. Sin embargo, los recursos libres permiten tener en cuenta las necesidades específicas de las dos caras de la moneda.

Y el cambio de paradigma también afecta a las técnicas educativas. “Estamos centrándonos en el aprendizaje basado en proyectos, una metodología que se fundamenta en las nuevas tecnologías”. La filosofía a la que alude el director del CeDeC promueve la independencia de los alumnos y deja atrás las lecciones memorizadas a pies juntillas. El objetivo ahora es que aprendan las habilidades necesarias para encontrar la solución a un problema.

Bajo la atenta mirada de las editoriales

“A ANELE no le ha gustado mucho la idea porque estos contenidos, que también cumplen con el currículo, son gratuitos”, afirma Quintana. Y añade: “hacemos competencia a los libros de pago”. Las siglas que cita el director del CATEDU corresponden a la Asociación Nacional de Editores de libros de texto y materiales de enseñanza. “Así las editoriales se verán incentivadas a crear contenidos de mejor calidad que los nuestros”, añade.

“Hay que diferenciar un proyecto editorial completo de lo que son materiales sueltos o más o menos cohesionados”, asegura por su parte José Moyano, director de ANELE. En la asociación cuentan con un catálogo de productos digitales (esta vez de pago) también impulsado por el ministerio y gestionado por el INTEF. Se llama Punto Neutro.

Las programaciones se preparan para que las materias tengan conexión en los diferentes niveles y con otras asignaturas relacionadas. “Esto dista mucho de lo que son los contenidos que pueden tener un gran valor y ser muy útiles para un profesor en un momento determinado”, continúa Moyano.

“Si eres un profesor y estás aburrido o tienes mucho interés en crear un material, es normal que lo hagas con licencia Creative Commons, pero no hay retorno de la inversión y no es un modelo empresarial que funcione, al menos de momento”, prosigue el responsable de ANELE. Además, asegura que competir con todo un equipo profesional como el que participa en los proyectos editoriales no es tarea fácil.

“No hay un cobro directo, como en los métodos tradicionales, sino que viene después con el reconocimiento”, afirma Monje. En el centro de Extremadura acreditan a los autores y les dan certificados que tienen validez en el concurso de traslados. Y en el proyecto aragonés se plantean hacer lo mismo para el año que viene. “Aquí la mayoría de centros están en zonas rurales, por eso muchos prefieren puntos para poder cambiar”, explica Quintana.

El director del CeDeC admite que “siempre se tiene la duda de si se puede vivir de un modelo de negocio basado en la cultura libre”, pero que sus colaboradores suelen recibir propuestas para impartir cursos de formación y otras ofertas semejantes. Y algo parecido ocurre con los creadores del ‘software’ de eXeLearning. “Cuando una empresa lo utiliza y luego necesita un desarrollo determinado acude a ellos”, asegura.

Barreras técnicas y sociales

Implantar los REA en los centros tampoco es un camino de rosas. Si un docente quiere que todos sus alumnos accedan a los contenidos ‘online’ puede encontrarse con trabas logísticas. “En muchos centros hay problemas de conectividad”, indica Monje. “Si hay 500 niños conectados a la Red, la cosa va a ir bastante lenta”.

“Ha ido por delante la asignación de material tecnológico que el respaldo por recursos humanos que enseñen a utilizarlo”, explica Quintana. Para evitar estos problemas, también elaboran una versión del material para ser utilizada ‘offline’. Aún así, continúa existiendo una pega. “Desgraciadamente, no hay un ordenador por alumno en todas las clases”, señala Víctor Javier Marín, tutor de uno de los cursos que organiza el INTEF sobre creación de REA.

Otra barrera importante está en la mente de los educadores. “Cuando un docente lleva unos años trabajando con una editorial o tiene experiencia con un material determinado es complicado que cambie de hábitos”, opina Marín, también profesor de Geografía e Historia del I.E.S. Dos Mares de San Pedro del Pinatar (Murcia).

Tanto los directores de ambos centros, como Marín y García aluden a estas reticencias. “Es frecuente que al principio haya desconfianza porque un manual no venga avalado por una editorial conocida”, cuenta García. Según el docente, suelen surgir dudas: “¿Por qué cambiamos de material? ¿Quién lo ha hecho? ¿Quién lo ha supervisado?”.

“El trabajo es muy ambicioso porque es difícil crear materiales para todas las asignaturas, para todos los temas y luego actualizarlos”, admite Quintana. Pero, aunque aún falta un largo camino por recorrer, “el proceso ya ha empezado”.

En lo que también coinciden todos es en la respuesta a otra pregunta: ¿podría un colegio olvidarse de los libros de texto y utilizar solo estos recursos? “Sí”. En última instancia, el futuro de los libros tradicionales no depende de administraciones ni editoriales, sino de los docentes y sus decisiones. “Sea cual sea su licencia, si no te convence no lo usas”, concluye el profesor de la localidad madrileña.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de opensource.com (1,2), William James Topley/Biblioteca y Archivo de Canadá, Brad Flickinger, Evan Bench

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