¿Qué es una ciudad segura? ¿De qué materiales está hecha una buena convivencia? ¿Quién nos protege?
En una entrevista que le hice en enero de 2010, María Naredo distinguía entre dos modelos de seguridad: policial y relacional. El modelo policial propone una definición única de seguridad, canaliza el malestar social como simple miedo a la criminalidad, evita el cuestionamiento de las relaciones desigualitarias y de poder, señala chivos expiatorios y restringe libertades.
Es sin duda el modelo por el que apuesta la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Una seguridad que se delega en instancias represivas y que pasa por vaciar la calle como lugar político de vida ciudadana.nueva Ley de Seguridad Ciudadana
Por el contrario, el modelo “relacional” propone formas de seguridad basadas en el encuentro, la relación y el diálogo. La seguridad, en el modelo relacional, pasa sobre todo por recrear el lazo social. No vaciar la calle, sino todo lo contrario: repoblarla de relaciones de vecindad, de buena vecindad también entre desconocidos. Para así poder confiar en que alguien nos va a echar una mano si nos ocurre algo en el espacio público, la vecina del quinto o el tendero de abajo. La seguridad relacional no se delega, sino que nos la damos unos a otros.No vaciar la calle, sino todo lo contrario: repoblarla de relaciones de vecindad, de buena vecindad también entre desconocidos.
Según María Naredo, experta en cuestiones de seguridad ciudadana, la crisis contrapone hoy en día muy visiblemente estos dos modelos: la represión y las redes de autocuidado de la ciudadanía (contra los desahucios, contra la exclusión sanitaria, etc.). Miedo contra confianza, confianza contra miedo.
Este breve texto que puedes leer a continuación es la posdata que María Naredo escribió en septiembre de 2012 a aquella entrevista, la entrevista y la posdata están recogidas en Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y transformación (Acuarela, 2013).Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y transformación
En la entrevista, hablábamos de las características del modelo hegemónico de seguridad: un sistema basado en presentar derechos enfrentados (seguridad frente a libertad) y una suerte de polarización ciudadana. La represión de sectores sociales “peligrosos” se justifica en base a la defensa de la seguridad de la ciudadanía “de bien”. Tras varios años de profunda crisis económica, política y social, la evolución de la gestión securitaria en el Estado español se ha caracterizado por enfatizar sus rasgos más represivos y su visión de la seguridad “contra”. Quizá la imagen más elocuente del nuevo escenario sean las vallas y los agentes policiales que hoy custodian el Congreso de los Diputados (¿no tendrían que estar las vallas dispuestas en sentido inverso? ¿Quién amenaza a quién?). Esa imagen nos devuelve el rostro más evidente de un modelo de seguridad en el que el objetivo es proteger el “statu quo” y no defender los derechos humanos de las personas. Ya que, precisamente en este contexto, la ciudadanía aparece cada vez más despojada de derechos y abandonada a su suerte frente a inseguridades provenientes del ámbito familiar, laboral, de salud, etc.
Por contra, en estos últimos tiempos, amplios sectores de la ciudadanía han puesto en marcha estrategias propias del modelo de seguridad “relacional”. El trabajo en red, las propuestas barriales y la respuesta ciudadana frente a las injusticias policiales (por ejemplo, movilizaciones vecinales contra las redadas racistas) han supuesto un cambio notable respecto al pasado. La gente ha tomado las calles, para manifestarse, pero no sólo; también para reunirse en el vecindario, en un afán de retomar el espacio público y la política cercana.
En suma, en este tiempo las tensiones propias del sistema de seguridad hegemónico, apuntadas en la entrevista, se han agudizado y se vislumbran derivas muy preocupantes relacionadas con una grave perdida de derechos. La criminalización de la protesta y de la pobreza son dos tendencias en auge. Pero, a la vez, la defensa de otro modelo de relación ciudadana y de relación con el espacio público está suponiendo la puesta en práctica diaria de modelos alternativos de seguridad que retoman el significado inicial (“securitas” = cuidado de sí) y muestran al mundo modos de organizarse en red, de apoyarse frente a las injusticias (por ejemplo, el movimiento stop desahucios o las cajas de resistencia en centros escolares para apoyar a profesorado en huelga) mucho más articulados que hace un tiempo.
Estas tendencias se arraigan en torno a necesidades comunes identificadas por una ciudadanía que reconoce que en el escenario actual tiene poco que perder. Uno de los lemas de la plataforma Juventud Sin Futuro es “sin casa, sin curro... sin miedo”. Este tipo de actitud, fruto de la propia crisis civilizatoria que estamos viviendo, supone un golpe central contra el sistema de seguridad hegemónico, cuya base de legitimación es la existencia de una ciudadanía asustada, cuyo miedo es la justificación de la represión. En suma, estamos ante un momento crítico, de contraposición de los dos modelos de seguridad, de deslegitimación del modelo hegemónico, en el que no sabemos hasta dónde tensará la cuerda el poder político-económico en su deriva represiva.