La policía opera con impunidad y sin freno en Bélgica y Francia
El martes 24 de noviembre hace un día de perros en Bruselas, con temperaturas bajo cero, viento y lluvia. El técnico de mantenimiento y reparador de calderas Gilles Van den Broek revela sus temores al periodista en medio del temporal: “Dicen que detienen a gente, pero a mí me da que solo detienen a schtroumpfs (pitufos)”, indica en francés con marcado acento flamenco. Lo dice por los más de mil registros y 150 detenciones en Francia. Las autoridades belgas no han dado una cifra exacta, pero, sumando notas policiales, es probable que supere con creces los 60 arrestos. La mayoría son posteriormente liberados. Y hay muchos abusos, especialmente en suelo francés.
“He recomendado a mis clientes que no hablen con la prensa todavía”, explica Aurélie Jonkers, la abogada de uno de los hermanos del terrorista inmolado Bilal Hafdi. “Fue arrestado el pasado jueves y liberado poco después sin problemas. Está destrozado por lo que hizo su hermano”. Pero otro hermano de ambos fue detenido el mismo día, sin la misma suerte.
“Él sí que pasó momentos de tensión y no salió hasta el viernes pasando la noche en prisión sin ningún motivo”, lamenta Jonkers, para quien “es ”comprensible que la policía esté un poco nerviosa“. Ninguno de los nombres de los dos hermanos del asesino suicida Bilal ha trascendido. Pero su caso recuerda al de Mohamed Saleh, hermano del prófugo Abdeslam y del kamikaze Brahim, que fue encarcelado al día siguiente de los atentados y no salió hasta dos días después.
Debido a la opacidad de las autoridades, existe un gran desconocimiento sobre lo que pasa en Bélgica, cuya capital seguía el martes tomada por policías y militares, aunque la vida parece recuperar parte del trasiego perdido. De todas las detenciones realizadas tan solo cinco personas permanecen en prisión preventiva, según ha reconocido la Fiscalía federal en un comunicado.
Domicilios asaltados por la policía sin motivo
Peor lo pasan los individuos de origen magrebí en Francia, donde se ha ampliado por tres meses el estado de emergencia que concede amplios poderes a la policía. La prensa local ha abundado en historias escabrosas con violencia injustificada. Como por ejemplo la que lleva La Voix du Nord sobre un joven que acompañó cuatro días después de la masacre parisina a su padre de 67 años a una comisaría de Boulogne-Sur-Mer (departamento de Pas-de-Calais) a hacer un trámite administrativo. Según la policía, esta persona se puso a hacer fotos –versión que él desmiente- lo que concluyó con una noche de calabozo y con el registro de su apartamento, que fue puesto “patas arriba”. Para nada.
El mismo diario relata el caso de Fátima y su hija en Quévrechain (Norte), con idéntico desenlace (nulo). Un brutal registro propiciado por una información errónea relativa a anteriores inquilinos según la cual en el piso de Fátima había armas, terminó con la puerta reventada de una explosión, la vivienda llena de lásers de las armas de la policía y con la madre amordazada delante de su hija.
En ocasiones los registros han dejado heridos. Nice Matin cuenta las heridas que una niña de seis años sufrió en el cuello como consecuencia de la irrupción de agentes en una casa de Niza a las cuatro y media de la mañana. Las lesiones se produjeron por el estallido de trozos de madera durante el derribo de la puerta, que salieron disparados. El padre terminó bocabajo amordazado. ¿Qué buscaban? Según Nice Matin, “al vecino de la puerta de al lado”.
Ha habido situaciones menos graves, pero ridículas, como la que vivió Mickaël, un hombre de 27 años que viajaba en un tren de alta velocidad entre Marsella y Rennes, señala el rotativo Sud-Ouest. Mientras el veinteañero miraba una película de acción, la persona que se sentó al lado le confundió y llamó a la policía. En una estación intermedia la policía desalojó el tren y retuvo cuatro horas al malogrado Mickaël.
Estas narraciones de abusos se repiten a lo largo y ancho del país. Ibrahim Maalouf es un trompetista francés de origen libanés que tocó en un programa de Canal+ tres días después de los ataques terroristas. Poco después quiso viajar a Londres a bordo del Eurostar desde la Estación del Norte parisina. Entonces fue cacheado más de lo necesario (según su versión), denunció los cacheos en su cuenta de Facebook… que recogió inmediatamente el diario Le Parisien. ¿Y qué sucedió? Maalouf fue obligado a apearse del vagón por tres agentes a los que no les gustó lo que vieron por las redes, ha contado el músico a Le Monde.
También ha habido saña contra las mezquitas, como una en Aubervilliers (periferia de París) que fue asaltada la noche del 16 al 17 de julio por fuerzas del orden y dejada hecha unos zorros. En Bélgica las potenciales víctimas guardan aún silencio en relación a estos abusos. En Francia, más de mil registros han dejado un reguero de afectados colaterales en nombre de la seguridad y la prevención antiterrorista.