Tapando la boca a Shahenda
El Cairo, 5 de diciembre de 2012: La acampada levantada en torno al palacio presidencial para protestar contra Mohamed Morsi, su ‘decretazo’ y el borrador de la Constitución, es disuelta a palos por un grupo de hombres.
Integrantes y simpatizantes de los Hermanos Musulmanes destrozan las tiendas de campaña, cogen la comida y las mantas de los manifestantes, y los echan a empujones. Algunos sufren ataques físicos y verbales. Entre esas víctimas, hay varias mujeres.
Entre los expulsados, está la veterana activista Shahenda Mekled, de 74 años, líder del movimiento campesino contra el feudalismo desde los años sesenta, una figura conocida en los movimientos sociales egipcios. Su compromiso fue elogiado en 1965 por el Che Guevara, quien visitó a Shahenda para conocer de cerca la lucha campesina.
Las cámaras del canal Al Watan captan el momento en el que un islamista partidario del presidente Morsi tapa la boca -literalmente- a Shahenda, justo cuando ella está coreando un eslogan: “Somos el pueblo egipcio”. Ella reacciona rápidamente e intenta defender su derecho a expresarse.
En el siguiente vídeo se puede ver toda la escena. Primero aparece una mujer ataviada con un pañuelo, denunciando que ha sido agredida, que a ella y a otras les escupieron en la cara acusándolas de ser cristianas, aclara que es musulmana y reivindica los derechos de todas, “ya sean musulmanas, cristianas o judías”.
“Morsi no me representa porque no le voté”, exclama.
Después se ve a Shahenda, gritando “el pueblo egipcio no sois vosotros, nosotros somos el pueblo egipcio”. En ese momento le tapan la boca (minuto 1:15)
La imagen ha sido ampliamente difundida por las redes sociales. Es todo un símbolo.
Shahenda participó en las revueltas de 2011 y lideró en diciembre del pasado año la llamada marcha de las mujeres, organizada para protestar contra la violencia de género, los ataques y los abusos sexuales practicados por las fuerzas armadas egipcias contra jóvenes manifestantes. Aquella persecución de género por parte de los militares no impidió que Estados Unidos renovase su ayuda anual de 1.300 millones de dólares al Ejército egipcio en 2012.
Shahenda no ha sido la única agredida estos días. Varias manifestantes han sufrido abusos y golpes por parte de grupos islamistas. Entre ellas, la activista Lina Megahed y la socialista Ola Shahba. Con los ojos morados y visiblemente afectada, Ola aparecía en un programa de televisión este jueves para denunciar la impunidad de sus atacantes y las agresiones sexuales de las que fue víctima (minuto 4:20):
(En los primeros minutos del vídeo se incluyen imágenes de los enfrentamientos de estos días, en los que algunos grupos han empleado armas de fuego):
Ola ha relatado que un grupo de integrantes de los Hermanos Musulmanes y salafistas la tiraron al suelo cuando ella participaba en la protesta contra Morsi frente al palacio presidencial, le tocaron el cuerpo, el pecho, mientras ella gritaba: “¡No quiero que nadie me toque!”.
Le dieron patadas en la cabeza (tiene una gran herida en la cabeza), hasta que uno de ellos la reconoció y dijo: “La conozco, ella no es feloul (partidaria del régimen anterior), es respetable”. La llevaron a una ambulancia, pero allí un hombre “comenzó a gritar que tenía que quedarme y ser humillada igual que los demás”.
“La policía estaba allí pero no hacía nada”, ha denunciado Ola. “De hecho, un oficial dijo a los islamistas que haría lo que ellos quisieran”.
El acoso y la violencia contra las mujeres es tal que se están creando colectivos como Operation Anti-Sexual Harassment, que une a diferentes agrupaciones y en el que participan mujeres, con el objetivo de denunciar las agresiones de género y de proteger a las manifestantes.
Tahrir Bodyguard es otra iniciativa surgida con el mismo fin. Bajo el lema “ninguna mujer debe ser intimidada por protestar”, cuenta ya con cientos de personas voluntarias que, ataviadas con chalecos y cascos, se encargan de velar por la seguridad de las mujeres en las protestas.
“El pasado viernes logramos parar tres agresiones sexuales en grupo en la salida del metro en torno a las nueve de la noche”, ha relatado esta semana el joven Omar Magdy, uno de los integrantes de Tahrir Bodyguard. Él mismo fue golpeado el martes cuando intentaba ayudar a cuatro chicas víctimas de ataques sexuales.
Estas iniciativas ayudan, pero no pueden evitar las agresiones en el día a día y evidentemente no son la solución ante una impunidad creciente por parte de los agresores. Así lo explica el propio colectivo Tahrir Bodyguard:
En Egipto han cambiado los dirigentes, pero el autoritarismo, la represión contra los manifestantes y los abusos a las mujeres siguen presentes o aumentan. Como dijo la propia Shahenda Mekled hace unos meses, “los Hermanos Musulmanes son unos oportunistas que se aprovechan de la pobreza de la gente. Pronto los egipcios se darán cuenta de que los islamistas no podrán cumplir las demandas de la revolución”.
El borrador de la Constitución defendido por el presidente Morsi es prueba de ello. Cientos de miles de personas llevan días tomando las calles de ciudades como El Cairo, Mahalla, Asuán, Suez, o Ismailiya para exigir la caída del presidente y la anulación del referéndum para aprobar una Carta Magna que no satisface a los grupos de la llamada revolución egipcia.
El texto constitucional provisional, para cuya redacción se ha excluido a representantes de importantes sectores políticos y sociales, no hace mención a los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Egipto, no prohíbe de forma explícita la discriminación por razones de género, sexo, origen o religión y contempla limitaciones a la libertad de expresión, tal y como ha denunciado este viernes la Alta Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Además, el proyecto constitucional de Morsi deja la puerta abierta a los tribunales militares para juzgar a activistas, y establece que el Estado se encarga de “la reconciliación entre las obligaciones de una mujer hacia su familia y su trabajo”.
En un gesto claramente autoritario, con el objetivo de impedir acciones contra el borrador de la Constitución, Morsi aprobó hace dos semanas varios decretos que le otorgaban más poder y que anulaban la posibilidad de acciones judiciales contra él o contra el panel encargado de redactar la Carta Magna.
Por todo ello, la fuerza de la calle ruge de nuevo al grito de “queremos la caída del régimen”.