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Liga Norte, 25 años de xenofobia

El líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, durante una rueda de prensa en Milán (Italia).

Manuel Tori

Roma —

“Soy populista y presumo de ello”, ha dicho el líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, hace unos días tras el éxito electoral en primera vuelta de las elecciones francesas de la líder del Frente National, Marine Le Pen: “Es una mujer valiente, y yo la apoyo porque ha tenido la valentía de dar voz a un pueblo que hasta hace unas semanas no la tenía”.

El líder “leghista”, ante la premisa de que, en cualquier caso, “Francia no es Italia”, asegura: “Tenemos que luchar contra aquellos que quieren hacer de Europa una nueva dictadura”. Y añadió esta semana a sus seguidores: “Con fuerza afirmamos que cada uno de nosotros tiene el derecho de estar bien en su casa”.

Hoy hablar de populismo de derechas en el seno de la Unión Europea es ya un lugar común, pero en Italia lleva siendo una realidad desde hace más de dos décadas. Un populismo que, desde 1992, tiene una marca muy definida: Liga Norte. Su objetivo, a larguísimo plazo, es convencer al Norte de Italia, en base a unos principios propios de la extrema derecha xenófoba, de que siempre merece más que el resto de los italianos, sobre todo los del Sur, concretamente los de Roma hacia abajo.

Coincidiendo con el auge de los movimientos antieuropeos en Reino Unido, Francia y Alemania –sin olvidar la victoria del estadounidense Donald Trump–; la Liga Norte de Matteo Salvini, 25 años después de entrar en la política italiana, trata de rellenar el vacío político provocado por la paulatina caída política del centro derecha de Silvio Berlusconi. Y lo cierto es que, ante el éxito de Marine Le Pen, Salvini podría estar en su mejor momento y ser el representante definitivo del populismo italiano.

Las próximas semanas serán determinantes para la configuración del camino de la Liga Norte en el futuro más inmediato. Así pues, el epílogo de la segunda vuelta de las elecciones galas marcará las primarias de la Liga Norte, el próximo 14 de mayo, donde Salvini no debería tener problemas, aun con una hipotética derrota de Le Pen. Si, por lo contrario, esta ganara, el líder “padano” se verá reforzado de cara a las próximas elecciones generales italianas que, como muy tarde, serán en febrero de 2018.

Pero no todos están de acuerdo por completo con Salvini. El líder fundador de la formación política, Umberto Bossi, en pésimas relaciones con el actual secretario general, señala que Salvini quiere las primarias y el posterior congreso no para votar un programa, sino “para confirmar a la persona” como futuro líder de la Liga Norte. En cuestión de un par de semanas se conocerán todas las respuestas.

Pero, ¿por qué, tras tantos años, hoy sigue resistiendo la Liga Norte en Italia? Hay que tener presentes la oportunidad, el perfil político y el contexto económico. La Liga Norte, tal como la conocemos hoy, nace a caballo entre finales de los 80 y principios de los 90 coincidiendo con el clima de “Tangentópoli”, los casos judiciales que destaparon la financiación ilegal de prácticamente todos los partidos políticos de la Italia de entonces, desde la eterna Democracia Cristiana hasta el Partido Socialista Italiano, liderado entonces por Bettino Craxi.

La gravedad será tal que marcará un antes y un después tan relevante, que los periodistas italianos bautizarán la nueva era como “Segunda Repubblica” aunque la Constitución fuera siempre la de 1948. Una era que verá la novedosa entrada de Silvio Berlusconi quien, como aliado, contará siempre con Umberto Bossi.

Uno de los eslóganes principales de aquella época fue “Roma ladrona, la Liga no perdona”, como idea clave para exigir más autonomía fiscal del Estado italiano. Entonces tenían una idea muy clara de su relación con el Viejo Continente y sus instituciones: “Más lejos de Roma, más cerca de Europa”, se leía hace 25 años. Hoy son antieuropeos.

En los últimos 15 años, la Liga Norte de Umberto Bossi –quien ha sido acusado de fraude fiscal contra el Estado italiano por haberse apropiado de 56 millones de euros para uso personal–, ha participado activamente en los gobiernos de Silvio Berlusconi, siempre dispuesta a reforzar o chantajear políticamente al Cavaliere, quien siempre, en mayor o menor medida, ha sabido frenar las pretensiones de la formación xenófoba.

Con el tiempo, tras un evidente desgaste físico y la mala imagen también provocada por su hijo Renzo con la falsificación de sus títulos universitarios, Umberto Bossi ha pasado el testigo al actual líder de la formación, Matteo Salvini, quien ha conseguido modernizar el funcionamiento y la organización de la Liga Norte, ampliando su voz a nivel continental, a través de una mezcla de populismo, antieuropeísmo, xenofobia y proteccionismo. Haciendo uso de una potente capacidad oratoria.

En la propia marca de la formación política aparece “Liga Norte, por la independencia de la Padania”. Sin embargo, en el día a día político, es difícil que los “leguistas” de Salvini hablen con contundencia de “independencia” sin más.

Mencionan la idea en los mítines, pero luego a nivel nacional tratan más bien de ganarse el apoyo de las clases populares subrayando los efectos devastadores de la crisis, como queriendo demostrar que, socialmente, son más efectivos que la propia izquierda italiana. Por poner un ejemplo, Salvini ha sido el que ha querido que hubiera una delegación de la Liga Norte en la isla de Lampedusa, el territorio más al Sur de Italia, conocida por su importancia humanitaria en ámbito migratorio.

Salvini, quien insiste en que “los refugiados hay que acogerlos, pero los demás hay que devolverlos a su casa”, asegura que él es, ante todo, un “federalista” y que, en este orden, se siente “primero milanés, luego lombardo y finalmente italiano”. ¿Entonces el separatismo “padano” es una excusa o la verdadera finalidad política de la Liga Norte? ¿Usa la independencia para lograr el federalismo o viceversa? Sólo el tiempo lo dirá.

El pasado mes de febrero, el Gobierno italiano de Paolo Gentiloni ha impugnado la ley del Véneto (la región italiana cuya capital es Venecia), del pasado mes de diciembre, que preveía reconocer la población véneta como una “minoría nacional” presente dentro del Estado italiano. El objetivo era poder beneficiarse de las convenciones del Consejo de Europa relacionadas con las minorías nacionales continentales.

Finalmente, el Gobierno transalpino ha invalidado la norma regional por no respetar las competencias del Estado italiano, ya que este es el único que puede legislar en materia de convenciones y relaciones internacionales. Como respuesta, hace unos días, las regiones de Véneto y Lombardía han decidido convocar un referéndum para el 22 de octubre para solicitar más autonomía a Roma. “Se trata de algo muy positivo”, comentó recientemente Umberto Bossi. Para él, el referéndum “es la consecuencia de un largo camino” y, no obstante sea consciente de que el mismo sea meramente consultivo, “cambiará la forma en la que dialogaremos con Roma, con el Estado”. “Ya no podíamos esperar”, comenta quien fue ministro de uno de los Gobiernos de Silvio Berlusconi.

Cuando el músico italiano Giuseppe Verdi compuso el Nabucco en 1842, escribió su parte más célebre, el Va Pensiero, con un objetivo muy concreto: explicar la tristeza de un pueblo que se halla fuera de su tierra. Así pues, el canto de los hebreos no será más que un paralelismo de la frustración del pueblo italiano, todavía inexistente, ante la dominación de los austriacos.

En las dos décadas que seguirán a la unificación de Italia hasta 1861, Verdi personificará la banda sonora de la futura Italia, el país donde, al contrario de lo habitual, tal como recuerda siempre el actor Roberto Benigni, “primero surgió la cultura y luego su Estado”.

Más de un siglo y medio después del nacimiento de esta nación europea, la xenófoba Liga Norte coquetea con la idea de independizar el Norte de Italia en base a una concepción racista, dando vida a la extravagante idea de la “Padania”, la tierra del río Po. Todo ello cuando, por otro lado, si hay un país europeo que culturalmente, históricamente y popularmente ha surgido y resurgido de sus diferencias, “desde los Alpes hasta Sicilia”, como suelen decir sus nacionales, ese es Italia.

No es de extrañar que en el “rito de la ampolla” en la que todos los años se recoge agua del manantial del Po, ante el infame uso del Va Pensiero por parte de los “leguistas”, Giuseppe Verdi se retuerza en su tumba.

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