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David Cameron, el euroescéptico que no lo tiene claro

Cameron, junto al presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La cuestión europea ha martirizado a todos los primeros ministros conservadores incluso desde antes de que el Reino Unido entrara en la Unión Europea. David Cameron no ha sido una excepción. La presión interna le ha obligado a no dilatar en el tiempo la respuesta a una reclamación permanente en esta legislatura: si se atrevería o no a convocar un referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea.

Cameron ha dado el paso al frente que el ala más dura de los conservadores pensaba que debería arrancar por la fuerza. Pero el calendario lo ha impuesto el primer ministro: habrá un referéndum en la primera mitad de la próxima legislatura, en torno a 2017, obviamente si Cameron gana las elecciones de 2015. Los tories se presentarán en esa campaña con la consulta dentro de su programa, y si hay que negociar un Gobierno de coalición, esa será una condición irrenunciable.

Muy hábil. De esta manera, se asegura la tranquilidad dentro del partido en los dos años que restan de mandato y encuentra una bandera que ondear en una futura campaña en la que la situación económica no será la carta ganadora que Cameron esperaba tener cuando llegó a Downing Street.

El referéndum no sería necesario si prosperara la negociación que Londres quiere plantear a Bruselas para conseguir la repatriación de algunas competencias cedidas a la UE. No conviene apostar por esta posibilidad. Los ministros alemán y francés de Exteriores ya lo han dejado claro. “No queremos una Europa a la carta”, ha dicho Laurent Fabius, la misma frase que ha utilizado el presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz.

Además, y más allá de generalidades, Cameron no ha detallado cuáles son esas competencias que deberían cruzar de vuelta el Canal de la Mancha. Tampoco sería una buena táctica de cara a futuras negociaciones.

Razones para el europeísmo

Cameron tranquiliza a los euroescépticos más radicales y aspira a frenar la fuga de votos hacia UKIP (el partido de los euroescépticos). ¿Quiere decir eso que la salida de Gran Bretaña de la UE es sólo cuestión de tiempo? Ni mucho menos. Curiosamente, en el mismo discurso en que daba la noticia el líder conservador incluía varias razones por las que quizá abandonar la Unión no sea una buena idea después de todo.

En primer lugar, destacó que los beneficios y perjucios económicos deberían ser las primeras consideraciones que tener en cuenta. Por tanto, nada de recuperar nacionalismos del pasado ni de evocar el “espléndido aislamiento”.

Sobre el papel británico en las relaciones internacionales, no tuvo dudas: “No cabe duda de que somos más poderosos en Washington, Pekín y Nueva Delhi porque somos un actor importante en la Unión Europea”. Descarta apostar todas las cartas estratégicas por la llamada “relación especial” con EEUU, que además es muy especial para Londres pero no mucho para Washington. Y mucho menos pretender que se puede conseguir que esa antigualla que es la Commonwealth recupere el lustre que tuvo alguna vez.

Suiza, no gracias

Tampoco despiertan mucho interés en Cameron las opciones unilaterales en Europa. Los ejemplos existentes no le convencen. Ni Noruega ni Suiza son el modelo. Los noruegos tienen los mayores recursos energéticos de Europa y un fondo soberano de 500.000 millones de euros (traducción: los británicos no pueden presumir de tanto). En la patria de la City, es más relevante el argumento que utiliza Cameron para explicar por qué no es tan maravilloso ser la pequeña Suiza: “Los suizos deben negociar el acceso al mercado único sector por sector. Aceptar las normas de la UE –sobre las que no tienen voz– o no tener un acceso completo al mercado único, incluidos sectores clave como el de los servicios financieros”.

Los tories más euroescépticos gustan de decir que la salida de la UE no causaría perjuicos económicos. En el mundo actual, las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) impiden levantar barreras comerciales, sostienen. Cameron les está diciendo que no viven en el mundo real. Si estás fuera, no puedes influir. Y hay cosas tan importantes como los aranceles comerciales, o la falta de ellos.

Los británicos creen tener motivos de peso para estar descontentos con el reparto de cargas en la UE. No es un sentimiento muy diferente al que, por otras razones, existe en otros países europeos en esta crisis. Sin embargo, contra lo que dicen muchos análisis periodísticos en el Reino Unido, el resultado de ese referéndum no está predestinado en favor de los euroescépticos.

En el fondo, el propio ministro desgranó las razones por las que la huida no es precisamente la opción más inteligente. Como ha dicho Cameron en el discurso, “si dejamos la Unión Europea, será un billete de ida sin regreso”, con lo que las consecuencias negativas se pagarán durante mucho tiempo.

Para ser euroescéptico, como casi todo su partido, Cameron da razones bastante sólidas para continuar en la UE.

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