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“Snowden es el nuevo Nelson Mandela”

Anthony D. Romero, activista por los derechos humanos y director de la American Civil Liberties Union. /EFE

Natalia Chientaroli

Buenos Aires —

A Anthony D. Romero la militancia le viene por varios sitios. Hijo de inmigrantes portorriqueños y gay, pasó muchos años de su vida formándose en las escuelas y universidades más prestigiosas del país y reivindicando los derechos de las minorías. En 2001, poco después de los atentados a las Torres Gemelas, se convirtió en director ejecutivo de la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) en el momento de mayor retroceso de las libertades individuales en ese país. 

ACLU, la principal organizacion en defensa de los derechos civiles e individuales –tiene un equipo de 1.000 personas, 250 de ellas abogados– ha sido uno de los principales focos de combate contra la estrategia de la administración Bush de guerra contra el terror, y ha colaborado en los informes del Senado estadounidense sobre las torturas cometidas por la CIA y las escuchas ilegales de la National Security Agency (NSA). También asesora legalmente a Edward Snowden, el exanalista de la NSA que reveló un programa de vigilancia internacional de las comunicaciones encabezado por Estados Unidos.

De viaje en Buenos Aires para participar en la reunión de la Red Internacional de Organizaciones de Derechos Civiles (INCLO), Romero ha hecho pública esta semana una reunión de Snowden con la presidenta argentina, Cristina Fernández, en Rusia, donde se encuentra refugiado.

La noticia de una reunión secreta entre Cristina Fernández de Kirchner y Edward Snowden que usted confirmó a eldiario.es sorprendió tanto en Argentina como en el resto del mundo. Es el primer mandatario que mantiene un encuentro con él. ¿Qué importancia tiene este hecho? reunión secreta entre Cristina Fernández de Kirchner y Edward Snowden

Aplaudo a la presidenta Kirchner por tener el valor y el liderazgo para pedir una reunión con el enemigo número uno de los Estados Unidos. Y entiendo que ese liderazgo puede generar un frente de gobiernos latinoamericanos que presione al Gobierno americano para cambiar su posición respecto de Ed Snowden. Muchos mandatarios apoyan a Snowden en la sombra y lo sabemos. Hay que hacerlo público para que, igual que se generó un debate sobre el tema de la privacidad, se revise el papel que ha cumplido Snowden en la historia. Y reconozcamos su mérito: haber arriesgado su vida y su libertad por la seguridad de todos. 

Sin embargo, el encuentro fue secreto y el Gobierno argentino no se ha pronunciado sobre él ni siquiera después de haberse revelado.

No sé por qué no lo contaron porque fueron ellos quienes pidieron la entrevista. Y según lo que Ed me transmitió tras las dos horas y media de charla, la presidenta estaba muy bien informada y le mostró todo su apoyo. En la reunión se habló de las consecuencias que el sistema de vigilancia global que destapó Snowden ha generado en gobiernos y corporaciones en Estados Unidos y en el resto del mundo. Ahora él está refugiado en Rusia y mi gobierno sigue haciendo todo lo posible por meterlo en la cárcel por el resto de su vida. Creo que otros presidentes deberían tomar el ejemplo de Kirchner y acercarse a él.

Este viernes se han cumplido dos años de la primera revelación de Edward Snowden. ¿Cómo ha cambiado el mundo desde entonces?

Ed Snowden ha hecho un servicio no sólo al pueblo norteamericano sino a la humanidad. El debate sobre la privacidad fue precipitado por esas revelaciones. Nos dio a todos una información importante para saber exactamente en qué mundo vivimos y poder reclamar el respeto a nuestros derechos. Ese debate no existía. Y ahora está en la agenda política mundial. Lo que Edward descubrió e hizo público ha tenido un impacto enorme y positivo. Ahora hablamos de la necesidad de reformas legales en Estados Unidos y otros países para garantizar nuestra la privacidad, y esto es algo que los gobernantes deben atender porque lo reclama la gente. Eso se lo debemos a él.

¿Cree que existe alguna posibilidad de que Snowden pueda regresar a Estados Unidos?

Sí. Creo que es cuestión de tiempo. Implicaría cambiar las leyes o un perdón presidencial, pero clarmente hace falta una campaña internacional de apoyo a Snowden. Y creo que hay algo muy importante que ha cambiado con la reciente sentencia de la Corte Federal que declaró ilegales las escuchas de la NSA. Ahora Snowden no es un revelador de actividades secretas de Gobierno de los Estados Unidos, es un hombre perseguido por mostrar que el Gobierno actuaba fuera de la ley. Hay que pensar que muchos activistas por los derechos humanos fueron considerados terroristas en un primer momento. Incluso Nelson Mandela figuró en la lista de terroristas de Estados Unidos.

¿Quiere decir que Snowden es un nuevo Mandela?

Absolutamente. Snowden es el nuevo Mandela. Es uno de los grandes héroes de los derechos humanos del siglo XXI. 

Usted ha asegurado en más de una oportunidad que el cambio generacional traerá necesariamente los cambios legislativos.

Estoy convencido de eso porque los millenials ven a Snowden como un héroe y creen en lo que él defiende. Se trata de madurar un cambio social que ya ha ocurrido, como sucedió con los derechos de los homosexuales. Los jóvenes no sólo en Estados Unidos, sino en España, Francia, Alemania y muchísimos países tienen otra forma de relacionarse, otra forma de entender la comunicación. Sólo hace falta que ese cambio se traduzca en decisiones políticas. Ya hemos logrado que hubiera por primera vez un debate en el Congreso sobre qué poderes debe tener el Gobierno americano y cómo ejercer un control sobre él.

Tras una gran polémica la Patriot Act no ha renovado su vigencia, como estaba previsto. ¿Considera esto un triunfo de las organizaciones de derechos humanos?

¡Claro! Es muy interesante este momento porque fueron los mismos republicanos los que bloquearon esa renovación. Los que no pudieron crear consenso para estirar esa ley como habian hecho en los últimos 13 años. Por fin entendemos que estamos en un momento diferente. Pero los cambios no son suficientes. Por ejemplo, la derogación de la Patriot Act deja fuera las llamadas y los emails extranjeros. Y yo no tengo menos derechos si escribo a mi hermana que vive en Florida o si escribo a un periodista en Argentina. Restringir los derechos a nacionales o extranjeros, a un ámbito geográfico, es totamente absurdo, sobre todo en internet.

Usted ha dicho que se siente decepcionado del presidente Barack Obama. ¿Por qué?

Obama es el presidente que más ha hecho por la comunidad LGTB, el que ha intentado más avances en los derechos de los inmigrantes, el que ha rehabilitado el departamento de Justicia para que se reenfocara sobre los derechos civiles y el que ha impulsado el debate sobre la justicia criminal y las cárceles. Ha mostrado un gran liderazgo en estos asuntos. Pero en el tema de la seguridad nacional, sus acciones han sido muy anémicas. Hizo lo más importante al principio: anunció que no habría más torturas –qué triste que tuviera que prometer eso– y que cerraría Guantánamo. Dijo que quería más transparencia y que quitaría la ley del Patriot Act. Pero el presidente fue capturado por la comunidad de inteligencia en Washington. Destruyeron su entusiasmo de un cambio social.

¿Cree que le faltó convicción o fuerza política?

Obama es ante todo un político. Y creo que se enfocó en temas que podían ayudarle políticamente. Si peleas por los derechos civiles te aseguras los votos de los gays, de los inmigrantes, de las mujeres, de las minorías. Son votantes. Pero entrar en la controversia de la seguridad nacional no suma votos porque no hay un movimiento identificado y suficientemente importante. Luchar contra Guantánamo, las escuchas ilegales, los ataques con drones... eso no garantiza una reelección.

Su asociación quiere reducir a la mitad la población carcelaria. ¿Cómo se logra eso?

Estados Unidos tiene un 5% de la población mundial y un 25% de la población encarcelada. Durante 40 años nos hemos embarcado en una batalla contra el crimen y las drogas que ha acabado con esta epidemia. Y muchas de esas personas están entre rejas por problemas de uso y abuso de drogas y otros delitos no violentos. Lo curioso es que ahora hay un consenso con la derecha en este tema. Ellos apuntan a la superpoblación carcelaria porque creen que estamos gastando mucho en eso. En Texas la tasa de encarcelación está bajando, por ejemplo. Nosotros creemos que es una cuestión moral. Que muchas de esas personas deberían tener atención social y no ser convertidas en criminales. Pero trabajaremos con quienes compartan el objetivo independientemente de las ideologías.

Si han logrado un acuerdo sobre este tema con los conservadores, ¿cree que podrían acordar a medio plazo argumentos para plantear cambios en temas de seguridad nacional?

Vuelvo al ejemplo de los homosexuales. Hace 14 años los activistas peleábamos porque ciudadanos gays no fueran encarcelados por sus decisiones privadas. Y en pocos años hemos visto un cambio social sorprendente: de ser criminalizados pasamos a estar a punto de recibir todos nuestros derechos. En ese contexto, todo es posible.

Ahora que meciona los derechos de los homosexuales. ¿No es irónico que Edward Snowden esté refugiado en Rusia, un país criticado precisamente por no respetar los derechos humanos de muchos ciudadanos?

Snowden está donde le han dado refugio, no donde quiere estar. Necesitamos el liderazgo de varios países para darle la oportunidad de decidir dónde quiere vivir. De estar con su familia. En Estados Unidos no podemos protegerlo contra las leyes que podrían encarcelarlo de por vida. Por ahora él está en Rusia. Necesitamos más iniciativas como la de la presidenta Kirchner para sacarlo de ahí. 

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