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Trump pierde a su consejero de Seguridad Nacional por sus contactos con Rusia

Michael Flynn (izquierda) junto al portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La dimisión del consejero de Seguridad Nacional norteamericano, Michael Flynn, es la primera que sufre el Gabinete de Donald Trump cuando aún no se ha cumplido un mes de la toma de posesión del nuevo presidente. La noticia y los hechos que la han provocado confirman los peores augurios que se hicieron cuando Flynn fue nombrado, tanto por sus contactos previos con el Gobierno ruso como por su capacidad para crear problemas a sus superiores. En la Administración de Obama, Flynn fue director de la DIA y también acabó siendo destituido.

La posición de Flynn era insostenible desde que se supo que había mentido al vicepresidente, Mike Pence, sobre una conversación telefónica con el embajador ruso en Washington a finales de diciembre, es decir, antes de la toma de posesión de Trump. En su versión inicial, Flynn sostuvo que no había tratado temas políticos importantes –versión que Pence repitió a los medios–, y que por tanto no había hablado de la posibilidad de que Trump levantara las sanciones a Rusia.

El problema para Flynn es que esa conversación había sido grabada por el FBI y una transcripción llegó a manos del Departamento de Justicia. A finales de enero, se entregó a la Casa Blanca con la advertencia de que Flynn podía ser objeto de un chantaje por el Gobierno ruso si este amenazaba al consejero de Seguridad Nacional con hacer público su contenido.

En las últimas dos semanas, la Casa Blanca había deliberado qué hacer con esa información hasta que en la noche del lunes The Washington Post informó de la existencia de la comunicación del Departamento de Justicia. Flynn dimitió poco después.

Esa espera de dos semanas indica que Trump intentó no tener que deshacerse de una pieza esencial de su política exterior, cuyo nombramiento recibió múltiples críticas en la oposición demócrata y los medios de comunicación. Al final, se impuso el hecho de que había mentido al vicepresidente Pence.

Los problemas no han acabado para Flynn. Cabe la posibilidad de que hubiera mentido también al FBI, lo que sería un delito. Las promesas que Flynn pudo hacer al embajador ruso también podrían crearle problemas, ya que una ley federal prohíbe a los ciudadanos tomar decisiones sobre política exterior, una situación poco habitual. La llamada telefónica se produjo entre la victoria de Trump en las elecciones y la toma de posesión de la nueva Administración, y no fue la única que Flynn tuvo con el diplomático, al que conocía desde hace varios años.

El consejero de Seguridad Nacional es el alto cargo que ejecuta la política exterior del presidente. En algunas administraciones, ha tenido tanto poder o más que el secretario de Estado. Henry Kissinger ocupó esa función en el Gobierno de Nixon antes de ser secretario de Estado. Lo mismo en el caso de Condoleezza Rice en la época de George Bush.

Frente a nombramientos más profesionales como los secretarios de Defensa o Estado, el de Flynn había alarmado, incluso a dirigentes republicanos, por sus contactos con Rusia y sus ideas ultraconservadoras y sectarias sobre el Islam. En la misma línea que Trump, había alertado sobre el peligro que supone la religión musulmana, lo que podía poner en peligro las relaciones de EEUU con varios países de Oriente Medio. También mantenía posiciones belicistas en relación a Irán, pero en este caso coincidía plenamente, no ya con Trump, sino con otros gobiernos de la zona, como el israelí o el saudí.

Los medios norteamericanos citan dos posibles candidatos para sustituir a Flynn. Ambos son militares retirados: el general David Petraeus –exjefe de las tropas norteamericanas en Irak y exdirector de la CIA– y el almirante Robert Hayward, exjefe del Mando Central del Pentágono en Oriente Medio.

Enfado en Moscú

La dimisión de Flynn no ha caído muy bien en Moscú, donde se considera que han perdido un buen aliado en el exconsejero de Seguridad Nacional. El Gobierno ruso confirmó los contactos del embajador con Flynn, pero negó que hablaran sobre el levantamiento de sanciones.

Konstantin Kosachev, presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara Alta, afirma que el cese “no es sólo paranoia, sino algo mucho peor” y muestras las primeras dudas rusas sobre lo que se puede conseguir con la nueva Administración: “Trump no tiene la independencia necesaria y se ha visto arrinconado o la rusofobia ha alcanzado al nuevo Gobierno de arriba a abajo”.

Algo similar dijo Alexei Pushkov, presidente de la Comisión de Exteriores de la Duma. Puhkov opinó que “el objetivo (de esta crisis) no era Flynn, sino las relaciones con Rusia”.

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