Cuatro muertos en el “Viernes de la ira” contra el anuncio de Trump sobre Jerusalén
A diferencia de julio, en el que tuvo lugar la revuelta para la defensa de la Explanada de las Mezquitas y la policía israelí restringió el acceso al rezo y colocó retenes en todos los barrios colindantes con la Ciudad Vieja de Jerusalén, este viernes permitió que los musulmanes pudieran participar en el rezo de mediodía. Fue una inteligente forma de restar importancia a los llamamientos de Fatah a llevar a cabo un masivo “día de la ira” y de Hamás a dar comienzo a una tercera intifada.
“Sí, han dejado entrar a todo el mundo, pero luego nos estaban esperando a la salida”, se quejó Ayed Al Ayubi, propietario de un restaurante situado frente a la puerta de Damasco. Decenas de efectivos policiales de uniforme gris pertrechados con todo tipo de armamento antidisturbios aguardaban en los jardines que suben hacia el complejo de Notre Dame, junto al que está el descampado en el que se despliega la policía montada. “Han cargado con los caballos, provocando estampidas de gente y poniéndonos en peligro a todos”, añadía.
Con el tráfico cortado en la zona, los disturbios se fueron sucediendo desde que terminó el rezo hasta el atardecer. “Hemos dejado que la gente entrara y saliera como cualquier otro viernes, pero no podemos permitir que mantengan esta zona secuestrada durante horas con sus reivindicaciones, porque es uno de los principales accesos para turistas y peregrinos y la vida tiene que volver a la normalidad”, justificó el portavoz de la policía Micky Rosenfeld, ávido por explicar la versión oficial a los periodistas extranjeros.
“En este país hay siempre una doble vara de medir, porque si fuéramos colonos en vez de palestinos nos dejarían manifestarnos tanto tiempo como quisiéramos y ondear las banderas que nos diera la gana”, se lamentaba Mohamed Hidmi, un joven universitario del Monte de los Olivos.
Lo cierto es que si en un primer momento la policía toleró la presencia de alguna bandera palestina junto a carteles que caricaturizaban al presidente estadounidense Donald Trump, cuando el número de jóvenes palestinos congregados en las escaleras situadas frente a la puerta de Damasco alcanzó un número mayor, las cargas policiales se sucedieron una tras otra. Tras numerosos forcejeos y algunas detenciones al final las escaleras quedaron libres.
Paradójicamente, los palestinos de Jerusalén Oriental –que deberían ser los primeros en defender su presencia en la ciudad, dado que disfrutan de un estatus de residentes permanentes que puede ser revocado en cualquier momento– fueron los que menos guerra dieron contra la iniciativa del presidente estadounidense.
“Si ellos no se defienden a sí mismos y esperan a que vengan desde Ramala o desde Jordania o desde Irán a rescatarlos están listos”, señalaba irónicamente el israelí Zion Cohen, vecino del cercano barrio de Musrara que trabaja diariamente con palestinos en el sector de la construcción, suele ir a comer humus a la puerta de Damasco y habla árabe perfectamente. Pero al igual que la inmensa mayoría de los israelíes, Zion dice estar encantado de que “Trump haya por fin reconocido que Jerusalén es la capital de Israel”.
Enfrentamientos en Cisjordania y Gaza
La llamada a las protestas masivas por parte de todas los partidos políticas palestinos en Cisjordania –coordinados a través del llamado Comité de fuerzas nacionales e islámicas– hizo que las movilizaciones se reprodujeran en todas la ciudades.
En aquellas como Belén y Hebrón que cuentan con presencia militar israelí dentro de su término municipal los enfrentamientos tuvieron lugar en los tradicionales puntos de fricción. Junto a la Tumba de Raquel en el primer caso y cerca de la Cueva de los Patriarcas en el segundo. En el resto –Ramala, Nablus, Tulkarem, Qalquilia, Tubas, Salfit– ocurrieron en los accesos que están controlados por el Ejército israelí.
Según las estadísticas de la Media Luna Roja, se registraron un centenar de heridos por impacto de balas de acero recubiertas de caucho, inhalación de gases lacrimógenos y detonación de granadas de sonido.
En Gaza, en la que el movimiento islamista Hamás ha llamado a poner en marcha una tercera intifada, los enfrentamientos fueron de mayor intensidad, concentrándose en las puertas que tiene la valla perimetral a la altura del campo de Yabalia (norte) y en Jan Yunis (sur). Ahí los soldados israelíes hicieron uso de munición real, matando a un palestino de 30 años residente en esta última localidad, e hiriendo a otros. Horas después, la cifra de víctimas mortales ascendía a dos. A primera hora del sábado, el Ministerio palestino de Sanidad anunciaba en su página de Facebook que cuatro palestinos, en total, han perdido la vida en las últimas horas en los enfrentamientos con las tropas israelíes. Más de 1100 personas han resultado heridas.
Además, las milicias lanzaron dos cohetes desde el norte de Gaza, haciendo saltar las alarmas antiaéreas en Sderot y Asquelón. Uno de ellos fue interceptado por el sistema antimisiles conocido como “Cúpula de hierro”, mientras que el otro cayó en una zona deshabitada, sin provocar daños relevantes.
En represalia, el Ejército respondió disparando contra un puesto de las fuerzas de seguridad de Hamás, causando una decena de heridos, aplicando la máxima de que Hamás es responsable de todo lo que ocurre en su territorio. El día anterior las milicias lanzaron otros tres cohetes, pero dos de ellos cayeron dentro de la propia Franja y solo el tercero alcanzó territorio israelí.
En cualquier caso la sensación en la calle palestina no es que se avecine una tercera intifada. El hecho de que desde la ANP se estimulen las protestas contra los checkpoints, pero no haya rescindido la coordinación de seguridad (mecanismo de colaboración entre el Ejército israelí y las fuerzas de seguridad palestinas en Cisjordania), tal como hizo en julio en protesta por lo que consideraba como una agresión contra la Explanada de las Mezquitas, apunta a que no está interesada en que la violencia escale.
Igualmente, el hecho de que Hamás haya llamado a la intifada pero sólo permita el lanzamiento puntual de cohetes de pequeña carga explosiva y mantenga a sus Brigadas Izzadin Al Qassam en actitud defensiva permite deducir que en estos momentos tampoco desea librar una cuarta guerra de Gaza.