La Alemania que no se ve
Todavía no son las cuatro de la mañana. El cielo sigue bien oscuro y Jasmin ya está en la puerta de la oficina de empleo del barrio berlinés de Neukölln. Mono azul de faena, mochila en la espalda, botas de seguridad y cara de sueño. Toca el timbre y sale el empleado de la oficina: “Abrimos a las cuatro, y son menos cinco”. Cinco minutos más esperando en el frío.
Jasmin quiere encontrar un trabajo con el que ganar unos euros para pasar el fin de semana. El servicio nacional de empleo alemán ofrece trabajos de unas horas que son pagados en efectivo y en la mano al final del día. “Sobre todo se trata de trabajos en la construcción, en almacenes o en mercados, cargando cajas, en mudanzas y otros empleos por el estilo”, nos aclara Stephan Perleß, el encargado de recibir las ofertas y seleccionar a los candidatos en esta “oficina pública de gestión de trabajos de un día”, que así se llama.
El perfil de los solicitantes es un alemán desempleado, o con trabajo que quiere mejorar sus ingresos o bien personas desesperadas que no reciben ninguna ayuda estatal, según Perleß. “Algunos vienen a diario con la esperanza de encontrar algo”. Las empresas, por su parte, “lo hacen en caso de enfermedad o de aumento puntual de la producción”. Sin embargo, a la pregunta de si existen controles sobre el número de empleados fijos y el número de empleados eventuales que cada empresa puede o no contratar, nos asegura que tales controles no existen. A diferencia de las empresas de trabajo temporal, el servicio aquí es gratuito para los empleadores.
A las cuatro y media ya son siete los que esperan. Unos leen, otros duermen en las sillas, pero aún no hay ninguna oferta. El procedimiento es el siguiente: las empresas llaman por teléfono o escriben un email, incluso pueden dejar un mensaje en el contestador, hacen su pedido y la oficina les envía el trabajador. Sin contratos. “Pero el tiempo que trabajen están asegurados y la empresa paga sus impuestos”, asegura Perleß.
Cuando Jasmin consigue un trabajo, gana de 7 a 9 euros la hora. A veces se pasa la madrugada y la mañana en la fría silla de metal y no hay ningún trabajo para él. Por suerte, no está completamente desamparado. El Estado alemán ofrece una ayuda a los parados de larga duración o que no hayan cotizado, que comprende el pago del alquiler y la calefacción, así como un mínimo de subsistencia por persona que ronda los 350 euros. Los parados que reciben esta ayuda tienen derecho aun así a trabajar para redondear sus ingresos. O bien con trabajos de un día como Jasmin, o bien en los famosos minijobs, que son trabajos a tiempo parcial con bonificaciones impositivas especiales para las empresas.
'Minijobs', una espiral de la que es difícil salir
“Muchos se aprovechan de que existe esta ayuda del Estado para ofrecer trabajos por sueldos de miseria”, asegura Evelin Räder, experta en mercado laboral del sindicato Ver.di, uno de los mayores de Alemania. Según las cifras oficiales que maneja, hasta 1,35 millones de alemanes que tienen un trabajo de más de 30 horas a la semana se ven obligados a recurrir además a la ayuda del Estado para salir adelante. El pasado verano, sin ir más lejos, estalló un escándalo porque los guardas de seguridad del Parlamento alemán ganaban tan solo tres euros la hora. La voz de nuestra interlocutora se nubla ante la idea de exportar el modelo: “Desde Ver.di solo podemos desaconsejar a España que introduzca este tipo de contratos laborales.”
Hasta siete millones de alemanes tienen un minijob, de los cuales 4,5 millones solamente disponen de ese trabajo, en el que se puede ganar hasta 400 euros nada más. “Estos trabajos son una espiral de la que es difícil salir”. Sólo un 7% de los empleados en minijobs consiguen después encontrar un trabajo asegurado, según el instituto alemán para el mercado laboral y el empleo.
-- ¿Y no sería mejor un minijob que venir aquí a las cuatro de la mañana a ver si encuentras algo?
-- Claro, sería mejor, pero no he encontrado ninguno“, contesta Jasmin con tristeza.
No hay estadísticas oficiales sobre el número de trabajadores que, como Jasmin, se dedican a vender su fuerza de trabajo unas horas al día, a un empleador diferente cada vez. “Este tipo de contratos dan lugar a una menor afiliación a sindicatos”, asegura Adoración Guamán, profesora de derecho del trabajo de la Universidad de Valencia. De hecho, en el sindicato Ver.di tampoco disponen de cifras al respecto: “Por desgracia, nuestros afiliados pertenecen, por decirlo de algún modo, a los privilegiados dentro de los trabajadores. Empleados con minijobs o con trabajos de un día prácticamente no se afilian a un sindicato.”
Junto a Jasmin espera un señor de 61 años que asegura ser demasiado mayor para encontrar un trabajo a tiempo completo. “Llamo a las ofertas y cuando me preguntan la edad, me dicen directamente que a dónde voy”. Por suerte, asegura, tiene muchos amigos. “De vez en cuando me dicen, toma, cinco euros”.
Otro de los que esperan pregunta: “Pero bueno, ¿qué interés tiene esta oficina de empleo en España?”, a lo que tratamos de explicar que en España el servicio nacional de empleo no dispone de una oficina donde se pueda ir a buscar empleo para un día ya desde la madrugada.
--¿Y qué hace la gente entonces cuando no tiene trabajo?
--Pues se buscarán la vida, como todos -- responde otro de los presentes.
Al despedirnos, un señor que ronda la cincuentena, levanta la vista y nos dice: “Ah, oye, ¡no se te olvide decirles a los españoles que en Alemania las cosas están cada vez peor!”