Las asambleas populares reinventan la participación política en Brasil
El pasado 18 de junio una multitud se congregó en el Viaduto de Santa Teresa, en Belo Horizonte, el tercer colegio electoral de Brasil tras São Paulo y Río de Janeiro. La convocatoria surgió en Facebook: un evento que llamaba a la creación de la Assembleia Popular Horizontal de BH. Y aparecieron más de 500 personas. El escenario del Viaduto: micrófono, turnos de palabra, actas abiertas, manos al aire, discusión política... El formato asamblea horizontal estaba naciendo en las revueltas de Brasil. Una novedad: por primera vez en décadas, en el espacio público. Un día antes, en la ya histórica jornada del #17J, un grito apartidista había recorrido todos los rincones de Brasil. La asamblea popular de Belo Horizonte, buscando intuitivamente la calle como espacio de diálogo, rompía el hielo. Y abría el camino a las decenas de asambleas que nacerían en todo Brasil en los días posteriores.
Célio Turino, fundador de los prestigiosos Puntos de Cultura en la era Lula, llegó a defender en un artículo las asambleas populares como desembocadura natural de las manifestaciones masivas: “Asambleas Populares, en locales adecuados para el debate con la multitud, y con método. Es necesario restabelecer acuerdos de convivencia entre la multitud, movimientos sociales organizados y partidos políticos populares”.
El formato asamblea, ante el silencio de los grandes medios, se convirtió en un innovador espacio agregador para la incipiente nueva gramática política. Y, al igual que ocurrió en Turquía, se expandieron a lo largo y ancho del país. De São Paulo a Porto Alegre, de Belo Horizonte a Río de Janeiro, de Brasília a São Luiz de Maranhão. Aunque están poco conectadas entre sí y algunas se han dispersado en ejes temáticos de trabajo, la mayoría de las asambleas han sobrevivido. Se reúnen periodicamente. Y algunas tienen una espectacular influencia comunicativa y una capacidad de convocatoria mayor que actores sociales con décadas de historia.
¿Por qué se consolidó un formato de debate político usado en otras revueltas? ¿Qué conexiones en método, protocolo e imaginario tienen las asambleas de Brasil con las de otros países? ¿Qué peculiaridades y diferencias? ¿Sobrevivirán al paso del tiempo? ¿Influirán en algo en la política?
La Assembleia Popular Horizontal de Belo Horizonte es sin lugar a dudas la más activa y bien organizada de las asambleas brasileñas. Unos días después de la primera sesión de la asamblea, Alberto (nombre ficticio), que participó en 2011 en la acampada Occupy Belo Horizonte, enviaba a una influyente lista de mail internacional un relato detallado: “La asamblea adopta la metodología inspirada por el 15M, con los signos de manos, grupos de trabajo... Es inclusiva y horizontal, la participación está abierta a todo el mundo. Pero no es consensual (votamos), ni apartidista (el movimiento es ”suprapartidista“) ni no violento. No se incentiva la violencia contra la propiedad o la policía, pero no se condena”.
El relato se completaba con una descripción de los participantes en la asamblea: “La composición es parecida a la del Foro Social Mundial, con miembros de partidos de izquierda, sindicatos, movimientos sociales, colectivos autónomos, participantes en los occupy y personas sin afilicación, todos trabajando juntos”.
En Brasil, la remezcla de métodos y protocolos usados en otros lugares y momentos históricos se redondea con el uso del people´s voice de los movimientos cívicos estadounidenses, replicado por Occupy Wall Street en asambleas multitudinarias (una persona habla y el resto lo repite para que llegue el mensaje a las ultimas filas). Los gestos 15M realizados con las manos, se enriquecen con algunos otros. La formación de grupos de trabajo (conocidos como GT) ha sido otro común de las asambleas brasileñas con las del resto de revueltas. La Assembleia Popular Horizontal de Belo Horizonte, por ejemplo, cuenta con once grupos de trabajo, Transporte, Salud, Educación o Democratización de los Medios, entre otros.
La asamblea se sigue reuniendo en el Viaduto de Santa Teresa, pero “los grupos de trabajo cada vez tienen más importancia”, según Paulo Rocha, participante de la asamblea en Comunicación. Los GT, según se emana en la wiki de la asamblea, “tiene libertad de intervención (actos, clases, seminarios) y de discusión, pero no de reivindicación del movimiento”. Del Bloco de Lutas pelo Transporte Público de Porto Alegre también surgieron grupos de trabajo de la más diversa índole. Grupos que, en palabras de Douglas Freitas, uno de sus participantes, han servido para “empoderar personas, proponer leyes, pensar alternativas y ayudar en la solidaridad con otros movimientos”. Grupos que, conectando a personas y grupos que no dialogaban entre sí, están reconfigurando la topología de las redes sociales y políticas del país.
¿Han servido de algo las asambleas? ¿Se les ha prestado la suficiente atención? En Río de Janeiro, una ciudad en la que hasta los levantamientos de junio la política no era importante, las asambleas están reconectando la urbe y politizando a sus habitantes. Aunque las más frecuentes son la Assembleia do Largo, la Assembleia Zona Sul III y Assembleia da Grande Tijuca, existen entre ocho o diez asambleas que se reúnen semanalmente. Incluso en la abandonada zona norte se celebra la Asamblea Popular do Grande Méier, y las asambleas-encuentros del colectivo Ocupa Alemão tienen lugar en el complejo de favelas Complexo do Alemão.
La excesiva violencia policial e incluso los asesinatos sumarios provoca que algunas asambleas tengan que mantener en secreto el lugar de las reuniones. “En la Assembleia do Largo convergen varios procesos que vivimos durante el Ocupa Rio de 2011, pero también métodos de otros colectivos populares y de personas nuevas”, comentaba Pedro Mendes, participante del Ocupa Rio hace unas semanas. Fábia (nombre ficticio de una asidua a la asamblea que no quiere dar su nombre) destaca otro punto: el disenso.
Si en el 15M español el consenso surgió como necesidad agregadora en un país que tiende históricamente a la polarización, el “disenso” aparece en las asambleas brasileñas como un mecanismo vital. El hombre cordial que escenifica el acuerdo y dificilmente pronuncia “no” del que hablaba el historiador Sergio Buarque de Holanda –que parecía parte del ADN del pueblo brasileño– se despedazó desde las revueltas de junio. “Aquí necesitábamos decir ”no“. No estoy de acuerdo, vamos a negociar, pero discordo. El consenso no era la novedad en Brasil. Manifestar el disenso públicamente, sí”, matiza Fabia.
Una de las innovaciones de las asambleas de Brasil ha sido el que algunas de ellas se han celebrado puntualmente en el interior de edificios gubernamentales ocupados. Hubo asambleas horizontales en los plenos municipales ocupados de Belo Horizonte, Porto Alegre, Niterói (Río de Janeiro), Salvador de Bahía o São Luiz de Maranhão (Maranhão), o en la Asamblea Legislativa de Espírito Santo, entre un largo etcétera.
Algunas asambleas horizontales en los edificios ocupados venían precedidas de sesiones de yoga colectivas o incluso de conciertos de rock (como el de Putinhas Aborteiras en Porto Alegre). “¿Acaso la mejor subversión no es la de alterar los códigos en vez de destruirlos?”, escribía el pensador francés Roland Barthes en los años sesenta. La alteración del código político ha sido frecuente durante las revueltas de Brasil.
Las asambleas han desplazado los espacios habituales de diálogo político. Y han sido un fuerte elemento disruptivo en la política institucional. A diferencia de las asambleas del 15M, Occupy Wall Street o #DirenGezi en Turquía, las brasileñas han alterado temporalmente el código del poder en su propio terreno. Las asambleas en edificios ocupados han generado las Zonas Autónomas Temporales, de las que hablaba Hakim Bey, dentro del espacio reservado al poder.
Por otro lado, las asambleas en el espacio público aportan a la urbe, como apuntan Alberto Corsín y Adolfo Estalella, un nuevo hardware humano, archivo y método. Un hardware libre que incentiva un nuevo software (proceso) participativo y abierto. A su vez, el desplazamiento del diálogo político a nuevos espacios provoca una alteración del procolo de negociación.
El alcalde de Belo Horizonte se vio obligado a recibir en el ayuntamiento a una comisión de la asamblea popular para negociar el precio del transporte. Una comisión horizontal cuyos miebros eran elegidos por consenso antes de cada reunión. Una comisión “no representativa” que cambiaba de miembros en cada reunión, incentivando un innovador liderazgo rotativo y colectivo. Además, la Assembleia Popular Horizontal de Belo Horizonte llegó a dejar en ridículo al alcalde al cancelar una reunión por “autoritarismo” o al divulgar una Breve nota sobre el machismo de Márcio Lacerda.
Francisco Foureaux, miembro de la comisión de transporte de la asamblea de Belo Horizonte, asegura que ha nacido una alternativa política: “La vieja política murió. Sobrevive asfixiada por sus matones, por sus tecnócratas. Además, los espacios políticos tradicionales vinieron a beber a la asamblea. Aparecieron concejales... El alcalde, a disgusto. ”Douglas Freitas, participante de la asamblea del Bloco de Lutas pelo Transporte Público de Porto Alegre, destaca el “empoderamiento” como el principal logro de la ola de asambleas de Brasil: “Las personas se han dado cuenta de que no es necesario esperar que un representante resuelva las necesidades de una sociedad. Tenemos el poder y el deber de intervenir, sea hackeando los Gobiernos, sea por fuera, a través de proyectos autónomos”.
Desde el colectivo Agora Brazil, participante de la asamblea de São Jõao del Rey (Minas Gerais), destacan que la ola de asambleas populares es importante “porque Brasil necesita mejorar su cultura política con educación ciudadana de participación popular”. ¿Y qué conflictos han surgido durante la celebración de las asambleas? El más común tiene que ver con el choque entre miembros de partidos políticos o con intentos de apropiación partidista. Bruno Rogens, participante de la Assembleia Popular de Maranhão, denuncia que huvo “cierto recelo cuando los más jóvenes se dieron cuenta de la actuación de miembros de partidos”.
En Vitória, capital de Espírito Santo, hubo inicialmente dos asambleas, una de izquierdas, otras de derechas. En el Estado de Paraíba, la asamblea no fue adelante por divisiones partidistas de sus participantes. Y en São Paulo no llegó a haber una asamblea general, apenas temáticas, por la falta de diálogo entre opciones ideológicas diferentes. Sin embargo, el espacio agregador y neutro sí está siendo efectivo en muchas asambleas.
En Porto Alegre, muchos participantes de la asamblea del Bloco de Lutas son militantes de partidos, pero no hablan en ella en representación de éstos. La Assamblea de BH, en palabras de Francisco Foureax, es una convergencia de “movimentos sociales, partidos, independentes, gente de la cultura, movimiento feminista, movimiento negro, anarquista y hip hop”.
En las asambleas del Movimiento Belém Livre, “movimiento de la sociedad civil”, también han convivido militantes de los más diversos partidos con personas apartidistas. Y ya se han conseguido éxitos transversales, como la mejora de las condiciones de los trabajadores de la comunicación.
Mientras la clase política brasileña intenta entender la nueva gramática sociopolítica, la sociedad civil construye diálogo en nuevos espacios. Altera los códigos. Reinventa los protocolos. Construye política ignorando al poder. Como afirma Francisco Foreaux, “la Assembleia Popular de BH no inventó la rueda, simplemente ocupó la ciudad”.