Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
ANÁLISIS

Qué pasó con los disturbios xenófobos en Inglaterra y por qué el polvorín de fondo sigue sin resolverse un año después

Un grupo de personas en una manifestación contra la extrema derecha y a favor de los refugiados en Londres el 10 de agosto de 2024.
15 de julio de 2025 22:25 h

5

El 29 de julio de 2024, un joven de 17 años asesinó a tres niñas durante una clase de danza en Southport, una ciudad costera cerca de Liverpool. La policía no dio entonces detalles del detenido porque era menor. Pero unas horas después del asesinato ya circulaba un bulo que identificaba al sospechoso como un refugiado sirio y musulmán que acababa de llegar al Reino Unido, incluso con un nombre que después se reveló falso.

En realidad, el asesino, detenido en la escena del crimen y condenado este enero a 52 años de cárcel, es un británico, nacido en Gales, sin religión conocida, obsesionado con el genocidio de Ruanda, el país de origen de sus padres. Un tribunal autorizó la publicación de su nombre tres días después y cuando estaba a punto de cumplir los 18. Para entonces, el Reino Unido ya estaba viviendo los peores disturbios en más de una década.

Entre el 30 de julio y el 7 de agosto de 2024, hubo una treintena de protestas contra la inmigración marcadas por la violencia y a menudo convertidas en disturbios en 27 localidades del país, la mayoría promocionadas por activistas de extrema derecha. Hubo incendios y otros ataques contra mezquitas y hoteles que dan refugio a solicitantes de asilo. Casi 1.300 personas fueron arrestadas y, según los últimos datos disponibles, 796 fueron acusadas con cargos formales aunque la policía dijo que había “identificado centenares más de sospechosos relacionados con los desórdenes”.

El Gobierno de Keir Starmer, que acababa de llegar al poder después de ganar las elecciones del 4 de julio, intervino para parar los disturbios con una aplicación contundente de la ley, incluidos juicios exprés no solo contra los participantes en incidentes con violencia física, sino contra quienes habían difundido amenazas y mensajes de odio contra inmigrantes en redes sociales. Apenas un mes después de los disturbios, 570 habían pasado delante de un tribunal para rendir cuentas por sus acciones.

Un hombre durante los disturbios en Rotherham, Inglaterra, el 4 de agosto de 2024.

El precedente anterior era de 2011, cuando unas 4.000 personas fueron arrestadas durante disturbios en protestas contra la policía, pero la reacción de Starmer en 2024 fue alabada por su rapidez y aparente eficacia. Elon Musk, el propietario de X, y troles rusos que se hacían pasar por británicos hablaban de “guerra civil”, pero a los pocos días ya había más movilizaciones a favor de la inmigración y los refugiados que en contra, y las protestas que quedaron fueron pacíficas.

A principios de agosto, miles de personas en Londres, Birmingham, Liverpool, Bristol, Brighton y Oxford aparecieron en los lugares donde grupos de extrema derecha habían convocado concentraciones con pancartas de “refugiados bienvenidos” y cánticos de “somos la mayoría”.

Una mujer con una pancarta que dice "Racistas no bienvenidos" en una concentración en Londres este miércoles.

La aplicación de la ley contra la difusión de mensajes de odio online, que también afectaba a cuentas de grupos de extrema derecha y de propaganda rusa, todavía persigue hoy al primer ministro británico, incluidas las críticas del vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, obsesionado con la supuesta falta de libertad de expresión en el Reino Unido.

Sin respuesta fácil

En muchos sentidos, la reacción de Starmer fue un caso de éxito para aplacar la violencia, pero un año después las posibles causas siguen latentes en una sociedad que carga decepciones y es presa habitual de la retórica xenófoba de casi todos los partidos políticos. Lo que pasó en 2024 fue una muestra de problemas subyacentes sin una respuesta única o sencilla.

Desde entonces, no se han vuelto a repetir incidentes de la misma gravedad, si bien en las últimas semanas ha habido protestas violentas aunque más aisladas con amenazas contra inmigrantes en Irlanda del Norte. Ahora bien, las tensiones, los actores y el contexto que llevaron al extremo de los disturbios el año pasado apenas han cambiado, como explica el informe más detallado publicado hasta ahora sobre lo que pasó y cómo evitar que vuelva a suceder.

“Un polvorín de tensiones y agravios sociales —que incluye polarización y división, pérdida de confianza política y pesimismo económico— sigue sin abordarse y esto podría provocar un rebrote de la inestabilidad a menos que se tomen medidas”, dice el informe de British Future, un centro de estudios independiente, y Belong Network, una organización especializada en integración, publicado este martes. “Los sucesivos gobiernos no han adoptado medidas sostenidas y proactivas para abordar estos desafíos. La comunidad y la cohesión se han relegado a un segundo plano, pasando brevemente a primer plano solo en respuesta a crisis y focos de tensión. La actividad se ha centrado principalmente en áreas de alta diversidad, sin reconocer que este es un problema común”.

Las altas temperaturas, inusuales en el Reino Unido, la interrupción de rutinas escolares y la escasez repentina de recursos básicos, como el agua, también son factores que intensifican la tensión.

“Nos enfrentamos a un verano largo y caluroso, con un polvorín de tensiones que quedaron en gran parte sin resolver desde el año pasado y que fácilmente podrían volver a estallar. La gente está descontenta con su nivel de vida y el estado de su localidad, y no confía en que los políticos lo solucionen”, explica Jake Puddle, investigador principal de British Future y que ha dirigido esta investigación.

Caldo de cultivo

El análisis ofrece un panorama amplio sobre los problemas locales que crean un caldo de cultivo para que calen los mensajes de odio y desconfianza no solo hacia “el otro”, sino hacia las instituciones que deciden o gestionan las políticas migratorias.

El descontento con los servicios públicos, la anémica economía británica y la gestión política ha cambiado poco desde la llegada de los laboristas al poder. Y la preocupación sobre la inmigración y el asilo aparece entremezclada con la inquietud sobre la integración y la presión sobre la vivienda, de precios prohibitivos y escasa, y la atención médica.

Cerca del 30% de los encuestados para este estudio identifican como un problema la división entre personas que han emigrado al Reino Unido en cualquier circunstancia y las nacidas en el país. En muchos casos, la percepción más negativa está entrelazada con la falta de contacto social en general.

Más del 30% de los encuestados por todo el país dice que rara vez o nunca tiene la oportunidad de conocer a otras personas en su comunidad local, en particular por la falta de tiempo o dinero para participar en actividades sociales. Y esto es un problema porque la interacción social ayuda a la unidad de la comunidad de cualquier origen. Así el estudio indica que quienes conocen a personas de diferentes procedencias tienen más posibilidades de sentir que hay mayor integración.

El informe ofrece también algún motivo de optimismo, sobre todo con ejemplos de grupos locales que trabajan para la cohesión vecinal. El Reino Unido no está ni tan polarizado ni tan dividido como Estados Unidos y otros países europeos como España, y la población sigue valorando momentos de unión como la pandemia. Existen ejemplos de acciones especialmente exitosas para involucrar a más personas a través del voluntariado y el deporte. “Hay bases sólidas sobre las que construir en los barrios, en la mayoría de los lugares. Cuando se pregunta por la calle, el barrio o la urbanización, el público tiende a hablar de relaciones cálidas y amistosas con los vecinos”, dice.

Un problema “de todos en todas partes”

Un obstáculo para una acción más profunda es no reconocer que se trata de “un problema de todos en todas partes”. Para ello, una de las principales recomendaciones es financiar de manera sostenida el trabajo comunitario, en particular en sitios esenciales de la vida diaria. “Las escuelas y los lugares de trabajo son espacios donde las personas se reúnen e interactúan regularmente con otras de diferentes orígenes. Podrían participar más estrechamente en el fomento de las buenas relaciones y la conexión social”, recomienda el informe.

Uno de los puntos clave es afrontar más abiertamente los problemas de integración o las presiones sobre los servicios públicos relacionados con la inmigración y la diversidad. De hecho, la falta de consulta a las poblaciones locales suele ser uno de los factores más destacados que alimenta la sensación de desconexión y la animadversión hacia cualquiera percibido como forastero.

Por ejemplo, las preocupaciones públicas sobre la inmigración y el asilo empeoran, según explica Puddle, el investigador del estudio, “cuando los gobiernos no apoyan ni consultan a las comunidades en sus planes de alojamiento para solicitantes de asilo”.

Las zonas rurales, con menor contacto social y menos espacios de reunión comunitaria, son especialmente vulnerables y la población ahí tiene una percepción más negativa de la cohesión nacional y de las instituciones, y es más fácilmente propensa a las relaciones online.

Desinformación online

A la vez, la lucha contra la desinformación online tiene muchos límites a pesar de la dureza de la legislación británica, ya antes de la llegada al poder del Gobierno laborista. La entrada en vigor en unos días de la obligación de las plataformas de redes sociales de proteger a los menores y comprobar su edad impone requisitos más estrictos que en la mayoría de Europa, y en todo caso la difusión de bulos sigue existiendo.

El ejemplo de los disturbios de hace un año fue el de una avalancha de bulos y mensajes de odio. La red X fue el principal canal de difusión de falsedades, y el sistema en vigor entonces de “notas comunitarias” no funcionó en el 95% de los casos, según un estudio del think tank Demos.

El efecto de vetar parte de ese contenido deriva en más actividad en plataformas más cerradas o más pequeñas, según explicaba este martes en una comisión sobre extremismo en el Parlamento británico, Joe Whittaker, especialista en criminología y políticas sociales de la Universidad de Swansea: “Fomenta un cambio de comportamiento, pero no que desaparezcan las posiciones más extremas”. También testificó que “la dicotomía entre online y offline es falsa” en cualquier comportamiento extremista.

Otro de los asuntos identificados como problemáticos es la difusión en medios tradicionales de titulares exagerados o incluso con información falsa que dan la imagen de la “crisis permanente”. Esto vale para múltiples cabeceras de la prensa en papel en el Reino Unido con unas pocas excepciones.

Incluso la BBC, el medio de más alcance y con más confianza en el Reino Unido, dedica mucha atención a la inmigración como un problema, con una cobertura continua de las llegadas de inmigrantes a través del canal de la Mancha y las cifras de “migración neta”, es decir la diferencia entre las personas que llegan y se van del país en cualquier circunstancia, incluyendo estudiantes y trabajadores con visado.

Aun así, la predominante BBC, que tiene un nivel de confianza muy alto en comparación con la mayoría de las radiotelevisiones públicas en Europa, sirve de cortafuegos en particular para los bulos.

“Isla de extraños”

En mayo, Starmer dijo en la presentación de un plan para endurecer requisitos para los trabajadores y estudiantes extranjeros que si el Reino Unido no imponía límites a los migrantes se arriesgaba a convertirse en una “isla de extraños”. Unas semanas después, dijo que se arrepentía de haber usado esas palabras.

La expresión recordaba a un discurso de Enoch Powell, un diputado conservador anti-inmigración que dijo en 1968 que las llegadas de ciudadanos británicos de la Commonwealth —en referencia a India y países africanos del antiguo imperio— hacían que los británicos de la “población existente” se sintieran “extraños en su propio país”.

“Nunca habría utilizado esas palabras si hubiera sabido que eran o podían ser interpretadas como una referencia a Powell”, dijo después Starmer en una entrevista con el Observer con su biógrafo, el periodista Tom Baldwin. “Esa frase en particular no estuvo bien. La verdad es que me arrepiento profundamente de haberla utilizado”.

Etiquetas
He visto un error
stats