El pulso por el gasto en defensa sitúa a España como principal opositor a Trump en la UE

“Atacar, atacar, atacar”. Es la primera regla que enuncia el personaje de Donald Trump en la película The Apprentice, que retrata sus primeros años como promotor inmobiliario en Nueva York: “Da igual lo que pase, reivindica siempre la victoria y nunca reconozcas una derrota”.
“Atacar, atacar, atacar”. Es lo que hace Donald Trump cada día de su vida: al “enajenado” expresidente Joe Biden, a “la escoria” de la CNN y el New York Times; al “idiota” del presidente de la Fed; al “imbécil” gobernador de California. Insultar, insultar, insultar.
Este miércoles en La Haya, Donald Trump ha seguido su manual. Quiere victorias “devastadoras”, como ha sido el ataque contra Irán, según él, por mucho que haya informes preliminares del Pentágono que no sean así de concluyentes. “Reivindica siempre la victoria, no reconozcas una derrota”, decía el Trump de la serie.
¿Y qué ha pasado en La Haya? Que ha estallado un conflicto larvado en las últimas semanas por el gasto militar. La OTAN hablaba el año pasado de alcanzar el 3,5%, pero Trump llegó a la Casa Blanca en enero y se sacó de la chistera la cifra del 5%, y al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, le faltó tiempo para idear un camino: un 3,5% de gasto militar clásico más un 1,5% más laxo en el que entrarían infraestructuras, ciberseguridad, fronteras, etc... Y, con eso, pensaba que podría cuadrar el círculo de haber dejado una década para pasar del 1% al 2% y ahora querer saltar al 5%.
Pero si para gobiernos del Centro y el Este de Europa, los Bálticos y otros más halcones o belicosos no supone un gran problema el salto –la correlación de fuerzas en los gobiernos europeos está muy inclinada hacia la derecha y más allá–, para el español genera muchas contradicciones. Ya el anuncio de alcanzar el 2% este año provocó problemas en la coalición gobernante y los grupos que lo apoyan. Y el salto al 5%, además de resultar incompatible con mantener una agenda progresista como reconocía el propio Sánchez en una carta a Rutte el pasado viernes, le podría suponer la pérdida de apoyos imprescindibles en un momento delicado para el Gobierno por los casos de corrupción que salpican a dos ex secretarios de Organización socialistas y por la falta de presupuestos.
El contexto dejaba dos opciones: o el Gobierno decía que sí –aunque fuera para no cumplir, como han hecho otros socios europeos–, con la bronca que eso supondría en España con su base social y parlamentaria, o decía que no, con la bronca que eso podría suponer con Donald Trump, el hombre que insulta, que humilla, que avasalla y que es el principal referente de la Internacional Reaccionaria mundial.
Y Sánchez, en solitario, decidió ir al choque buscando una “flexibilidad” que ha enfurecido a Trump porque le rompe la foto de que todos sus aliados le siguen hasta la colina del 5% y que supone un pulso a su objetivo de que los aliados se dejen miles de millones de dólares en la industria armamentísica estadounidense. Así que ha tirado de su manual: “Atacar, atacar, atacar”.
“Es terrible lo que han hecho”, ha dicho Trump: “Creo que es una pena. Así que lo compensaremos. Estamos negociando un acuerdo comercial y vamos a hacer que paguen el doble, lo digo en serio. España es el único país, de todos los países, que se niega a pagar”.
“Se han salido un poco con la suya”, ha afirmado Trump: “Pero tendrán que pagarnos en comercio, porque no voy a permitir que eso suceda. Es injusto. No está bien”. ¿Van a negociar directamente con España? “Lo haré yo mismo”, ha dicho Trump: “Van a pagar más dinero así. Deberían unirse a todos los países que están pagando el 5%, España va a ser prácticamente el único, fueron los más hostiles conmigo. No tiene sentido”.
Sánchez ha sido el único líder que ha planteado en alto objeciones y el único gobernante que ha pactado una carta de Rutte en la que el secretario general le da “flexibilidad” para alcanzar los “objetivos de capacidades” aunque sea con un porcentaje de gasto “inferior” al pactado. El Gobierno dice que le alcanza con el 2,1%, mientras que la OTAN cree que acabará siendo un 3,5% –al margen del 1,5% adicional en gastos relacionados que Sánchez también dice que le cabe en el 2,1%–.
Trump llegaba a una cumbre a su medida: para santificar la cifra mágica del 5%, con apenas medio día de reuniones, con una sola sesión del Consejo Atlántico y una breve declaración de 5 puntos en la que se rebaja a Ucrania y desaparece China, por ejemplo. No ha pasado ni 24 horas en Países Bajos: aterrizó el martes a las 19.36 y despegó este miércoles a las 17.58. Y tampoco ha querido visitar alguna capital, o base estadounidense, antes o después de la cumbre como han hecho en el pasado otros presidentes, o incluso acercarse este jueves al Consejo Europeo en Bruselas: nada de nada. En la Comisión Europea no descartaban un posible encuentro de la presidenta, Ursula von der Leyen, con el presidente de EEUU en los márgenes de la cumbre, que no se ha producido tampoco.
Sólo quería llevarse ese 5% en el bolsillo, como dijo Pete Hegseth, su secretario de Defensa, la semana pasada en el Congreso de EEUU: “Esperamos que la mayoría de los países europeos miembros de la OTAN se comprometan a destinar un 3,5% y un 1,5%, en total un 5% [de su PIB], a gastos de defensa, lo que era inconcebible antes del presidente Trump”.
Al final, efectivamente, la declaración ha sido aprobada por consenso de los 32 Estados miembros de la Alianza Atlántica, incluida España, que rubrica el texto dando por hecho que cuenta con la flexibilidad que le confiere la carta de Rutte.
Pero solo España ha alzado la voz, aunque Rutte diga que ese 2,1% será un 3,5%, aunque haya dudas en la OTAN de que el 1,5% extra esté siendo bien considerado, aunque en la Alianza Altántica estén convencidos de que la senda de gasto militar en España no puede hacer más que subir del 2% del PIB, por mucho que el Gobierno español diga que los técnicos del Ejército consideren el 2,1% suficiente.
Habrá evaluaciones anuales de los objetivos de cada país y, en 2029, cuando ya no esté Trump en la Casa Blanca salvo que le dé la vuelta al marco legal e institucional de EEUU en estos años, se reanalizarán los objetivos marcados.
Y, entonces, se verá si quien tenía razón era Rutte o Sánchez. Pero, mientras tanto, el pulso por el gasto en defensa está situando a España como principal opositor a Trump en la UE, con una amenaza de guerra comercial pendiente de ver en qué queda y que, además, puede tener repercusiones comunitarias en tanto que la Comisión Europea tiene las competencias en política comercial. Y la amenaza de Trump llega cuando la cuenta atrás para llegar a un acuerdo con la UE está a punto de comenzar.
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