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The Guardian en español

ANÁLISIS

La respuesta de los Estados del Golfo al conflicto entre Israel e Irán puede decidir el desenlace de la crisis

Un iraní pasa por delante de un mural contra Israel en Teherán.

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El ataque con misiles y drones de Irán contra Israel –en respuesta al ataque de Tel Aviv contra la embajada iraní en Damasco– se había convertido, a finales de esta semana, en uno de los acontecimientos más analizados de la historia moderna reciente. Pero en las primeras horas del viernes llegaron noticias de la respuesta de Israel. Como en junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados en un momento que acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial, estos disparos se oyeron en todo el mundo, aunque pocos puedan ponerse de acuerdo de forma concluyente sobre lo que presagian.

Según una interpretación de minimos, Teherán se limitó a enviar un disparo de advertencia performativo con su ataque del sábado pasado, casi sacando sus misiles balísticos para un ensayo de fin de semana. La versión maximalista es que se trató de un ataque de Estado contra Estado diseñado para cambiar las reglas de Oriente Próximo. Al bombardear Israel con tantos proyectiles, según esta versión, Irán estaba dispuesto a arriesgarse a convertir a Israel en un mini-Dresde de 1945, y sólo se vio frustrado por las defensas estratégicas israelíes y, sobre todo, por la extraordinaria cooperación entre Estados Unidos, Israel y los aliados suníes del Golfo.

Sea cual sea la intención última de Irán, su ataque y ahora el contraataque de Israel han planteado a los Estados del Golfo dilemas y graves opciones, según Hugh Lovatt, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Su respuesta puede determinar el desenlace de la crisis.

La pregunta clave es: ¿temen las monarquías suníes lideradas por Arabia Saudí a Irán y a sus representantes más de lo que detestan a Israel y el daño que está infligiendo a los palestinos y a la estabilidad regional?

Durante los últimos seis meses, se ha suprimido esa opción, ya que Irán y los Estados suníes han forjado un frágil frente unido. En enero, Arabia Saudí se aseguró de que Irán tuviera un asiento en la mesa mediante una reunión conjunta del Consejo de Cooperación del Golfo y la Organización de Cooperación Islámica (CCG-COI).

Sin embargo, las dos partes tienen desacuerdos importantes: sobre la solución de los dos Estados, el papel futuro para Hamás y si los boicots estatales o la desinversión, herramienta común de los Estados árabes contra Israel, deben utilizarse en esta crisis para ejercer la presión sobre Israel que Joe Biden no estaba dispuesto a desplegar.

Además, Irán no ha ocultado su deseo de ver a Estados Unidos expulsado de la región, una visión que los Estados del Golfo no comparten.

Cooperación con Israel

La cuestión es si la cooperación de los Estados árabes con Israel para repeler el ataque de Irán denota algo mayor y más permanente. Una escuela de pensamiento es la articulada por Martyn Idynk, ex embajador de EEUU en Israel, que habló en una sesión informativa del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) sobre el ataque iraní: “Lo que ocurrió... es que los árabes suníes, en particular Jordania y Arabia Saudí, salieron del armario y dejaron claro que la amenaza de Irán era mucho mayor que cualquier otra cosa. Lo que descubrimos fue que la coordinación estratégica entre EEUU e Israel está mucho más avanzada de lo que la mayoría de nosotros sabíamos... y [los Estados árabes] que han sido atacados antes por misiles y cohetes iraníes tienen ahora un paraguas de defensa creíble que forma parte de un acuerdo de cooperación estratégica EEUU-suníes-Israel”.

Idynk afirmó que a los Estados del Golfo ya no les importaba que el mundo conociera esta alianza y que mientras el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, pudiera mostrar sensibilidad hacia las preocupaciones árabes, existían las bases para desarrollar la relación israelo-suní.

Es cierto que el papel de los Estados del Golfo en la defensa de Israel viene de lejos. “Llevamos años ensayando nuestros pasos juntos una y otra vez”, afirmó un funcionario británico. Esto se basa en la suposición de que los Estados árabes e Israel son “aminemigos”.

Hablando de la operación de defensa lanzada contra la andanada de Teherán, el miembro del CFR Max Boot dijo: “Se trata de una gran victoria para esta alianza de facto Centcom (el mando de combate estadounidense en Oriente Medio), y esta nueva red de defensa aérea. Una tasa de interceptación del 99% es extraordinaria. Estados Unidos ha desempeñado un papel enorme, pero también los árabes”.

Algunos países del Golfo han sido más tímidos que otros sobre su papel, por temor a una reacción interna. Qatar no participó a pesar de albergar la mayor base estadounidense de Oriente Próximo. Del mismo modo, ningún F-35 estadounidense voló desde la base aérea de Dhafra, en Emiratos Árabes Unidos. Es posible que Kuwait permitiera que aviones estadounidenses surcaran el cielo, no para atacar los misiles iraníes, sino para llevar a cabo salidas de “inteligencia rutinaria”. El sistema de alerta y control aerotransportado de Arabia Saudí estaba operativo, posiblemente proporcionando inteligencia.

Por encima de todo, Jordania no hizo ningún esfuerzo por ocultar el hecho de que estaba derribando drones iraníes para defender su espacio aéreo soberano, lo que provocó airados intercambios entre ambos países. Jordania acusó a Irán de haber utilizado durante meses a los Hermanos Musulmanes y a sus milicias iraquíes para llevar a cabo operaciones de infiltración en su territorio con el fin de agitar a la mayor población palestina de la región.

El ejército estadounidense lleva años abogando por una alianza de defensa aérea integrada, que una a los Estados del Golfo e Israel. La primera fase fueron los acuerdos de Abraham en 2020, mediante los cuales Bahréin y los EAU normalizaron sus relaciones con Israel. La segunda etapa se produjo en septiembre de 2021 con la reubicación de Israel en el Centcom, el mando de combate estadounidense en Oriente Medio que incluye a los Estados árabes.

La cuestión ahora es si los últimos acontecimientos darán lugar a una alianza de defensa aérea antiiraní y, en caso afirmativo, en qué condiciones.

Dana Stroul, que hasta diciembre fue el funcionario civil de mayor rango en el Pentágono con responsabilidad sobre Oriente Medio, insistió: “Digan lo que digan los políticos de la región, los establecimientos militares, de seguridad y de inteligencia tanto de los Estados árabes como de Israel tienen muy claro que Irán es el centro de gravedad de la inestabilidad, la exportación del terrorismo y su programa ilícito de armas nucleares”.

La prensa saudí apenas ha intentado disimular la irritación de Riad con Irán. En Arab News, Abdulaziz Sagar, presidente del Centro de Investigación del Golfo, escribía: “Los dirigentes iraníes han intentado posicionarse como guardianes de los derechos del pueblo palestino y protagonistas de la lucha palestina contra Israel. Esta política se convirtió en el secuestro de la causa palestina y en el empleo de la difícil situación de los palestinos de forma totalmente oscura para apoyar la política regional expansionista e intervencionista de Irán y sus intereses nacionales”. Y añadió: “El resultado inevitable del ataque con misiles iraníes contra Israel es la ruptura del mito... que los dirigentes iraníes impartieron en la imaginación del mundo árabe: que apoyar a Irán, su revolución y sus dirigentes es la única manera de hacer frente eficazmente a la arrogancia y la agresión israelíes”.

En Israel, los políticos esperan que los saudíes vean los acontecimientos de la semana como un punto de inflexión. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo: “Tenemos aquí la oportunidad de establecer una alianza estratégica contra esta grave amenaza de Irán, que amenaza con poner explosivos nucleares en las cabezas de estos misiles”.

Pero Stroul pidió cautela. “Si esta defensa aérea integrada se refiere al espacio aéreo soberano de nuestros socios, hay margen para trabajar juntos, pero si intentamos convertir esto en una coalición anti-Irán y pro-Israel, nuestros socios se pondrán nerviosos”.

Además, algunos consideran un triunfalismo exagerado sugerir que los países del Golfo están a punto de intensificar significativamente sus relaciones con Israel. Lovatt dijo que la cooperación de las naciones árabes con la respuesta al ataque de Irán podría verse simplemente como un intento de limitar el daño infligido por Teherán, y evitar así una respuesta israelí escalada. Y señaló que la política exterior de Riad estaba en un nuevo curso de poner su propia economía en primer lugar, y ese era el propósito del acuerdo saudí-iraní alcanzado en 2013 con la ayuda de Irak y China.

Futuro palestino

Arabia Saudí, junto con Qatar, Jordania, los EAU y Egipto, habían invertido mucho en los últimos meses en su propio plan de paz palestino, señaló. Éste incluía propuestas para un alto el fuego, seguido de una fuerza de protección internacional árabe que operaría tanto en Gaza como, de manera significativa, en Cisjordania. Según el plan, la fuerza de protección se formaría a petición del presidente palestino, Mahmud Abbas, y no sería impuesta desde el exterior. Sería el precursor de unas conversaciones de paz de no más de dos años de duración que desembocarían en la formación de un Estado palestino.

Todas las partes tendrían que estar de acuerdo con este punto final, lo que supondría un obstáculo para Netanyahu. El plan prometía el reconocimiento y la integración regional de Israel en la fase final. Lovatt declaró que los Estados árabes esperaban hacer público el plan en marzo, pero que Estados Unidos lo había retrasado. Un elemento clave sería dar a Hamás un papel dentro de una organización de liderazgo palestino rejuvenecida.

Según Lovatt, es posible que Irán se sume a esta iniciativa, a pesar de su antigua oposición a la solución de los dos Estados. Tras señalar que Irán firmó en enero una declaración del CCG-COI en apoyo de una solución de dos Estados, afirmó que si surgía un plan concreto para ello, los palestinos, incluido Hamás, aceptaban que podría ser posible persuadir a Teherán.

Aunque existe un cinismo generalizado sobre las intenciones saudíes hacia los palestinos, muchos funcionarios británicos insistieron en que Riad hablaba con entusiasmo sobre la posibilidad de organizar una conferencia de paz. Los propios diplomáticos saudíes han negado que fueran a deshacerse de los palestinos si Biden satisfacía las exigencias de Riad sobre su propia seguridad a cambio de la normalización con Israel.

Tobias Borck, responsable de Oriente Próximo en el think tank de defensa RUSI, declaró: “La cuestión palestina se sitúa junto a los propios intereses nacionales de Riad, pero creo que los saudíes son muy conscientes de que el tipo de estabilidad que desean en la región sólo es realmente posible cuando esta volatilidad del conflicto palestino-israelí se domestique de algún modo”.

Sobre esta base, señaló, Arabia Saudí se resistiría por ahora a un mayor conflicto con Irán, considerándolo una distracción, y en cambio insistiría en que la mirada del mundo no debe apartarse de Gaza.

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