Análisis Just Cause 3, deja que el mundo arda
A estas alturas de la vida no son pocos los videojuegos en mundo abierto a los que podemos echar el guante. De hecho cada vez más sagas, como por ejemplo Metal Gear Solid, han dado el salto a este formato buscando ofrecer una mayor libertad de acción infinitamente superior para el jugador, aunque ello conlleve el aligeramiento del peso de la narrativa. Sin embargo, pocas sagas en mundo abierto hay tan gambierras y divertidas como Just Cause, obra magna de Avalanche Studios. Hablamos de una saga que siempre se ha caracterizado por ofrecer una gran libertad y una dosis de acción casi enfermiza, con explosiones, explosiones y más explosiones.
Pues bien, parece que la intención del estudio con su tercera entrega no era otra que coger esta fórmula y llevarla aún más allá. En vez de preocuparse por evolucionar, por buscar un nuevo camino como tantas sagas están haciendo hoy en día, Just Cause 3 es un claro ejemplo de dopaje extremo, de cómo una fórmula tan sencilla puede seguir dando de qué hablar cuando la expones a su máxima potencia. Sí, vuelve Rico Rodríguez, esta vez con un vastísimo mapeado que podremos ver arder a nuestros pies. Bienvenidos a la superproducción más frenética y macarra de los últimos tiempos.
¿Qué nos encontraremos en Just Cause 3? Como decimos estamos ante un título de acción en tercera persona en mundo abierto y enfocado al disfrute en solitario, es decir, iros olvidando de cualquier fórmula de juego online más allá del hecho de poder compartir las puntuaciones en los diferentes retos e ir escalando puestos en un ranking global. Cuenta por supuesto con un modo historia, cuya presencia sus responsables se han empeñado en resaltar durante su campaña de promoción para que no nos pensemos que aquí todo es jauja, de hecho bajo un lema parecido a: ‘ey, que Just Cause 3 tiene un guion, personajes e incluso diálogos’.
El protagonista de la serie, el héroe derriba-dictaduras Rico Rodríguez, regresa a su hogar, un grupo de islas del Mediterráneo que dan forma al país de Medici. ¿El problema? Pues que desde hace ya años hay un tirano al mando, Di Ravelo, que tiene al pueblo completamente oprimido bajo un poderoso yugo militar. Evidentemente nos tocará ponernos del lado de la resistencia y acabar con él echándole a patadas provincia a provincia, aunque no todo será tan simple como esto, puesto que Di Ravelo está experimentando con una poderosa sustancia que sólo se encuentra en Medici, el Bavarium, para crear armas que pueden alterar el equilibrio mundial.
Todo esto está muy bien, y desde luego que agradecemos encarecidamente que haya una historia detrás de tanto tiroteo, pero, ¿resulta original, rompedora, fresca, absorbente? Pues no, la verdad es que no. Muchas veces de hecho nos encontraremos haciendo mil y una chorradas por el mapeado sin caer en que aún tenemos una historia a medias. Eso sí, no se puede negar que las escenas de vídeo tienen su toque, y que los diálogos gozan de cierto sentido del humor, por ello podemos decir que simplemente cumple, que es lo que esperábamos, y poco más.
¿Dónde está entonces la chicha? Pues sencillamente en hacer lo que nos dé la gana en todo momento. Tenemos a nuestros pies un mapeado gigantesco, hermoso y variado que nos permite disfrutar de frenéticas persecuciones por tierra, mar y aire. También tenemos no pocos retos y desafíos gracias a los cuales podremos desbloquear mejoras, habilidades y modificaciones, yendo desde la típica carrera con coche o moto hasta recorrer un circuito con un caza o estrellar un vehículo-bomba contra un objetivo concreto. Todo esto nos permitirá elegir la configuración de nuestro arsenal, desbloquear nuevas armas y vehículos y, en definitiva, convertir al bueno de Rico en un arma mucho más letal.
Por desgracia toda esta serie de retos tampoco son tan frescos y variados como nos gustaría, de forma que todo se resume a varias pruebas de habilidad genéricas que se repiten en diferentes escenarios. Además falta cierta coherencia, puesto que determinados retos te proponen generar el mayor caos posible con un arma determinada, como por ejemplo un fusil de francotirador, pero sin embargo te ponen ahí a tus pies un helicóptero pesado con lanzamisiles que si quieres puedes usar para reventar todo el mapeado consiguiendo la máxima puntuación sin esfuerzo ni penalización alguna. ¿Qué sentido tiene entonces?
Como hacer el gamba y destruir por destruir termina siendo aburrido, al final acabamos pasando la mayor parte del tiempo liberando bases y asentamientos para expulsar a Di Ravelo del país. El problema es que nuevamente el sistema resulta bastante genérico, puesto que basta con cumplir una serie de objetivos que rara vez van más allá de destruir cosas. Por ejemplo para capturar la gran mayoría de los asentamientos toca destruir la estatua de Di Ravelo, las torres de propaganda, todo depósito de combustible y generador eléctrico que haya por la zona, los carteles propagandísticos… y poco más. La mayor variedad la encontramos en tener que acabar con un capitán de zona, que suele ser un soldado mejor armado que el resto pero que tampoco presenta ningún reto, o desactivar una serie de alarmas en un tiempo determinado. Por ello a nada que capturemos un helicóptero de combate o un caza ya podremos desbloquear asentamientos en apenas segundos sin despeinarnos.
Todo esto, unido al hecho de que la IA enemiga deja bastante que desear, genera una sensación de falta de reto, porque aunque los enemigos pidan refuerzos, aunque que cada vez aparezcan más y sean un tanto más difíciles de matar, ya os decimos que con un buen tanque o un buen helicóptero será complicado que alguien nos pare. Y de hecho la gran mayoría de las veces nos vale con nuestro famoso gancho para sembrar el caos, puesto que ahora podemos usarlo para enganchar casi cualquier cosa con otra. De esta forma podemos por ejemplo colgar un coche de un edificio, estrellar un helicóptero contra el suelo o ir quitando de en medio a los soldados enemigos uno a uno sin disparar un solo tiro. Incluso podemos realizar auténticas genialidades a nada que le echemos un poco de imaginación, como por ejemplo enganchar a un soldado enemigo con una bombona de butano a reacción para que ambos salgan volando por los aires.
Que sea tan fácil avanzar provoca que, cuando queremos volver a la campaña, ya tengamos casi todas las bases enemigas desbloqueadas. Esto lleva a ciertas incoherencias, como que Di Ravelo quiera lanzar un misil de Babarium desde una base que ya está bajo nuestro control, y que al tener que usar una consola para impedir el lanzamiento nos topemos con que no hay oposición alguna porque la base es nuestra. Es decir, cuando por fin nos acordamos de que ahí está el modo campaña a medio terminar, nos encontraremos con que al haber liberado casi todas las provincias resulta muy fácil superar las misiones sin generar demasiado revuelo. Además ciertas misiones resultan un tanto genéricas, menos inspiradas de lo que nos gustaría en contraposición a otras que son bastante más atractivas.
¿Qué más ofrece Just Cause 3? Bueno, como dejamos caer más arriba hay un gran número de vehículos que podremos capturar, cada uno de ellos con sus características propias. Si dichos vehículos los llevamos a los garajes aliados, pasarán a estar disponibles para que los solicitemos en cualquier momento. ¿Qué nos apetece cambiar nuestro arsenal y conducir una lancha motora? Pues lanzamos una bengala y segundos después ya tenemos todo listo para nuestro disfrute. Además todos los vehículos se controlan de una forma bastante sencilla y fiable, por lo que acaba siendo una delicia tanto recorrer Medici en moto por carreteras secundarias como pillar un caza y sobrevolar las islas a toda velocidad realizando loopings y demás piruetas.
Por eso si hay algo que destacar es, como ya comentamos anteriormente, el impresionante mapeado que tenemos a nuestros pies. Siendo tremendamente hermoso al contar con ese toque Mediterráneo tan característico, resulta una delicia recorrerlo, explorarlo al detalle, ya sea por tierra, mar o aire. Destacar el traje de vuelo, el cual nos permite planear de un lugar a otro de forma rápida, y que en combinación con el paracaídas forma un tándem magnífico.
¿Qué no te interesa nada de lo anterior? Bueno, pues siempre puedes dedicarte a realizar maldades, más aún a sabiendas de que, como eres un héroe, ni los civiles a los que supuestamente estás salvando ni tus aliados rebeldes responderán a tus fechorías. Resulta un tanto extraño que siendo el héroe liberador de todo un país puedas hacer lo que te venga en gana. De hecho si mueren civiles en una de tus explosiones, ¡no importa! Entendemos que en todo buen Just Cause la destrucción es primordial, algo que nos indica el propio Mario Frigo, colega de Rico, al asegurar que “reconstruiremos todo lo que destruyas”, pero vaya, que puedas subirte a un helicóptero y reventar ancianitas a misilazos tampoco es de recibo. En dicho sentido creemos que falta un sistema que mida el apoyo de los rebeldes a Rico, de forma que si nos pasemos de la raya nos penalicen restringiendo la entrega de suministros o dejándonos solos al asaltar una base enemiga.
Hablemos de su apartado visual. Aquí señoras y señores estamos ante una maravilla. Puede que no sea el título más puntero, que por supuesto tenga sus fallos, pero la belleza de sus escenarios, con sus campos de flores, sus playas azul turquesa y sus verdes praderas hacen de Medici uno de los mundos virtuales más bonitos que hemos conocido nunca. Por otro lado están las explosiones, que son sencillamente alucinantes sobre todo cuando conseguimos encadenar varias de las gordas y empieza a llover del cielo un montón de chatarra en llamas. ¡Pura delicia!
Es cierto que hay no pocos elementos que se repiten quizás demasiado, como el diseño de los edificios, provocando que no pocos pueblos parezcan clónicos. Pero como decimos la belleza de los escenarios y esa paleta de colores tan viva consiguen que el conjunto del juego te entre por los ojos. Avalanche Studios ha demostrado que puede llevar su motor gráfico a un nuevo nivel. Por otro lado, Just Cause 3 cuenta con una atractiva banda sonora y nos llega perfectamente doblado al castellano.
Lo mejor:
- Contamos con un mapeado gigantesco y bellísimo en el que movernos con total libertad.
- La acción alcanza cotas de frenetismo insuperables. Destruir todo lo que hay a nuestro alrededor nunca había sido tan divertido y espectacular.
- El tándem gancho-paracaídas-traje de vuelo nos permite recorrer largas distancias sin usar vehículos, de forma además muy satisfactoria.
Lo peor:
- Al final tanta destrucción gratuita acaba saturando. ¿Qué podemos hacer una vez hemos arrasado con todo? Además no hay casi reto si capturamos un tanque, un helicóptero de combate o un caza.
- Falta cierta originalidad y coherencia tanto en las misiones del modo campaña como en los retos y desafíos.
- La IA enemiga puede ser realmente tonta. A veces no son más que patos de feria a los que disparar.
Conclusiones
ConclusionesAnálisis Just Cause 3, deja que el mundo arda
En definitiva nos encontramos ante un título muy divertido, espectacular en lo visual y cumplidor en otros tantos aspectos. Resulta incluso sorprendente que una fórmula tan sencilla como la de dar al jugador una libertad casi total para destruir todo lo que se le ponga por delante siga funcionando a día de hoy, resultando muy divertida a corto y medio plazo.
Por desgracia tenemos la sensación de que Just Cause 3 podría haber aportado mucho más, puesto que en cuanto llevas unas cuantas horas haciendo lo que te da la gana, tras haber superado ya unas cuantas fases del modo historia y no pocos retos y desafíos, sientes de pronto una sensación de desolación. Como si las explosiones ya no fueran tan intensas y solo tuvieras ganas de echarte la siesta, y eso amigos es lo que impide que un buen juego pueda llegar a ser realmente grande.
Por: Daniel Moreno
Análisis Just Cause 3, deja que el mundo arda
12/01/2015
8 / 10 estrellas